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Semana en La Habana muestra creaciones artesanales

En Cuba, talleres de moda buscan entrar a clósets de la isla
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Sombreros de materiales naturales desfilaron por las pasarelas, así como bisutería de semillasFoto Ap
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En la actualidad hay una industria de pequeñas hilanderías estatales que producen tejidos de algodónFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 20 de octubre de 2016, p. a13

La Habana.

Como muchas otras cosas en Cuba, comprar ropa puede no ser una tarea sencilla.

Adquirir una camiseta o unos pantalones a veces significa elegir entre una tienda estatal con precios exorbitantes, en las que una camisa importada puede costar el equivalente a 50 dólares o escarbar en los fardos de ropa traída ilegalmente por mulas desde Panamá, Ecuador o Estados Unidos, la mayoría confeccionadas con tejidos poco apropiados para el calor tropical.

En el horizonte, no obstante, hay una nueva opción, un creciente movimiento de pequeños talleres de diseñadores y modistos –en garajes, salas y trastiendas–, que desafían las dificultades para conseguir telas, botones o hilos para busca un lugar en los clósets de los cubanos.

Nuevas opciones

La semana pasada unos 60 artesanos salieron a mostrar sus colecciones de ropa en la Semana de la Moda en La Habana.

Es una manera de motivar, para que la gente vea otras opciones y para que los artesanos produzcan más y se sientan estimulados a hacer cosas nuevas, explicó Catherine Dorticós, una de las organizadoras de las pasarelas de las jornadas.

Hubo vestidos de novia con gasa, trajes playeros con aplicaciones de crochet, pantalones cortos en lino, trusas y bikinis con deshilados, faldas amplias y frescas de hilo, turbantes para recoger el pelo en los días de sol abrazador, ropa para niños y sobre todo muchos colores claros y brillantes para hombres y mujeres.

Se mostraron bolsos en batik, sombreros de materiales naturales, accesorios livianos de cuero y bisutería de semillas.

Abundaron las luces, peluquería y maquillaje que admiraron a veces de pie cientos de personas en esta segunda edición, más grande –en 2015 fueron unas 30 colecciones– y más organizada que su predecesora, explicó Dorticós.

El acto surge el año pasado viendo cómo el cubano se está vistiendo con ropa traída de afuera, con prendas que no tienen que ver con nuestro clima, tejidos llenos de brillo, telas con las que a las 12 del día te mueres de calor, indicó Dorticós.

El mercado informal de la ropa traída desde el extranjero en tráfico hormiga se extendió de tal manera que las autoridades se vieron obligadas a dictar normas de aduana estipulando la cantidad de blusas, pantalones y hasta ropa interior que una persona puede pasar por los aeropuertos nacionales, en un país donde los únicos importadores mayoristas son dependencias estatales.

Pero no siempre las cosas fueron así. Los años 80 fueron el mejor momento para la moda cubana. Había bonanza económica y la industria podía dar respuesta... Se propiciaban espacios para que los creadores tuvieran lugar en el mundo textil, explicó el diseñador Jesús Frías, uno de los presentadores de una colección en la pasarela de este viernes. El periodo especial acabó con todo aquello.

Varios entrevistados coincidieron en que los cubanos estaban desarrollando un estilo propio cuando la gran crisis de los años 90 –recordada como periodo especial, producto de la caída de los aliados de Europa del este que abastecían a esta nación caribeña– arrasó con todo, incluida la industria ligera.

“Existía una moda cubana basada en los trabajos manuales como el en dos agujas, el richelieu, pieles naturales de animales autóctonos hasta peces, semillas”, recordó Mario Freixas, uno de los modistos más reconocidos de la isla, quien en años pasados abrió una tienda al público y hasta firmó contratos con entidades estatales para vestir a famosos de la televisión.

Con la crisis, “hablar de moda en un país donde había tantas necesidades primarias en la población –como falta de alimento o petróleo para la electricidad– era una frivolidad”.

Actualmente hay una industria textil nacional compuesta por pequeñas hilanderías estatales que producen tejidos de algodón o poliéster, pero sobre todo para el abasto de toallas y toallones, confecciones para bebés y ropa de cama con destino al comercio minorista estatal o centros como hospitales. Poca de esta producción llega en forma de materia prima para los modistos.

Muchos desafíos

Gente como Freixas o Frías está apostando ahora a la promesa de los nuevos tiempos, y aunque no dan volumen de negocios su éxito salta a la vista en la instalación de tiendas y talleres y en algunos casos la contratación de personas para que ensamblen las piezas.

Los desafíos son muchos, pero básicamente tienen que ver con la dificultad para obtener las materias primas, además de la falta de un abasto continuo o coherente: cuando hay botones faltan los cierres y cuando es posible comprarlos hay plateados y no azules.

La comercialización de sus piezas tampoco es fácil. Pocos tienen lugares para vender y llegar a la población, incluso si los precios que ofrecen son más accesibles o iguales que la ropa traída por las mulas. Una blusa puede costar el equivalente a 20 dólares y unos pantalones 30.

Freixas, por ejemplo, encontró un buen espacio para hacerse publicidad y vender vistiendo a las estrellas –como locutores locales, la Orquesta Aragón o Adalberto Álvarez y su Son–, recibir trabajo por encargo, de uniformes y otros.

La verdad es que tenemos todavía muchos nichos de mercado en el país, agregó Frías, quien indicó que las curvas de las mujeres cubanas que usan tallas grandes, o confeccionar ropa para tercera edad en un país tropical, son proyectos interesantes que aunque no estuvieron reflejados en esta Semana de la Moda de La Habana están en la mente de muchos diseñadores.

Los cambios que se han sucedido en el país, la apertura también te lo facilita, señaló Frías en relación con un conjunto de medidas iniciadas por el presidente Raúl Castro que fomentaron una limitada iniciativa privada y que marcan una diferencia con el tiempo en que todo dependía de las entidades estatales.