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Ver día anteriorLunes 12 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Profeta en la acción
E

l amanecer del siglo XX trajo consigo una nueva forma de mirar el pasado que, entre otras muchas ideas, propuso que los mexicanos se sintieran orgullosos herederos de las civilizaciones prehispánicas. Al cabo de los años el proyecto de exploración e investigación en Teotihuacán, a cargo de Manuel Gamio, fue el paradigma de este nuevo pensamiento en el que la antropología y la historia se entrelazaron con la arqueología para entender el presente. El impulso al conocimiento, la defensa y rescate de nuestro patrimonio cultural fue paralelo al énfasis que el sistema de educación pública puso en la escritura de una historia multicultural, común a todos los mexicanos.

En este firmamento, Alfonso Caso es un hombre universal. Como miembro de su generación, la de 1915, buscó acercarse al conocimiento de la cultura con el afán de transformar. Como hombre de pensamiento y de reflexión buscó arrancarle los secretos a los signos desde los ámbitos de la filosofía, del derecho, de la arqueología, la iconografía, la epigrafía, los estudios calendáricos, la antigua religión y la mitología, la genealogía, la economía, la etnología y la historia. Como hombre del hacer, para ahondar en la solución de los grandes problemas nacionales su preocupación cotidiana fue la realización de los grandes proyectos nacionales. Tras esa veta fundó, junto con los miembros del grupo de los siete sabios, la Sociedad de Conferencias y Conciertos; dirigió la Escuela Nacional Preparatoria; fue jefe del Departamento de Arqueología del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía; dirigió el propio Museo; creó y dirigió el Instituto Nacional de Antropología e Historia; fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que propuso su Ley Orgánica; fundó la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Sociedad Mexicana de Antropología; fue Secretario de Bienes Nacionales, y creó y dirigió el Instituto Nacional Indigenista. En sus labores del pensar asumió la responsabilidad moral de la inteligencia. En el mundo del hacer construyó una obra esencialmente ética.

Por todo ello, Alfonso Caso forma parte de un linaje que viene de Sigüenza y Góngora, Clavijero, Alzate, y que pasa por Bustamante, Alamán, Icaza, Gondra, Orozco y Berra, Pimentel, Chavero, Ramírez, García Icazbalceta y del Paso y Troncoso hasta llegar a Manuel Gamio. Dentro de ese linaje es el fundador de una activa estirpe de estudiosos que construyó una nueva interpretación del México Antiguo con base en un riguroso método sobre el que se edifica la moderna arqueología mexicana; aquella que no busca las interpretaciones delirantes, sino el registro minucioso y sistemático de la información que permita la creación de las ideas de nuestra historia. Sus normas de restauración aún sirven de base para la arqueología monumental de hoy.

En esa vida repleta de fertilidad su obra publicada es un monumento de tenacidad y erudición: desde el Ensayo de una clasificación de las artes, publicado en 1917, hasta Tributos de Santa Cruz Tlamapa, editado en 1979, median 62 años; 317 títulos distintos repartidos en más de tres docenas de casas editoras de casi 30 ciudades en 11 países. Hoy día nadie puede pensar en adentrarse en el conocimiento del México indígena sin hacer una profunda visita a su obra.

Hoy más que nunca queda claro que, entre todas, su más grande creación es la fundación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 1939. Como la institución técnica especializada del Estado mexicano para la investigación, la conservación, la docencia y la difusión del patrimonio arqueológico e histórico de México, el INAH acrecienta el conocimiento del pasado, amplía la visión de lo actual y asegura el porvenir de nuestra identidad. Basado en la ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972, asegura la existencia de lo mucho de lo que hoy nos enorgullece como muestra excepcional de nuestra cultura. Su trabajo recorre todos los rincones del país, ha sido protagonista y referencia internacional, y se enlaza día tras día con la inagotable diversidad del pensamiento mexicano universal.

Con su inmensa dimensión social, Alfonso Caso nos legó una obra infinita y, por lo menos, una institución de dimensión universal que, basados en la ética, en México tendríamos que impulsar para hacerla cada día más brillante. Como nuestro pasado, como nuestro futuro.