Opinión
Ver día anteriorViernes 9 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Instantáneas políticas de Juan Gabriel
E

n una emisión reciente, la periodista Nora Patricia Jara, la conductora del noticiario estelar de Antena Radio, compartió al aire que durante la campaña presidencial de 1988, el candidato Carlos Salinas de Gortari y Juan Gabriel habían pernoctado en el mismo hotel. Relató que los corresponsales de la prensa nacional fueron testigos de la manera denodada en que Salinas de Gortari buscó reunirse con el cantautor juarense, para convertir la coincidencia en una instantánea de su gira proselitista, pero El Divo no accedió a tomarse la foto con quien sería presidente de México entre 1988 y 1994. La anécdota puede extrañar a quienes han criticado la cercanía del cantautor con el PRI, la cual está suficientemente bien documentada en sus apariciones públicas al lado de figuras polémicas como César Duarte, el controvertido gobernador de Chihuahua.

En los 80 Juan Gabriel libró una batalla contra su disquera por los derechos de sus canciones, y en los 90 vetó a Televisa. Por esos años empezó a ser perseguido por el fisco. El tema es mucho más complejo y no puede reducirse a una represalia personal, pero fue la oportunidad del sistema para convertirlo en un vasallo. Ya para 2000 Juan Gabriel estaba abiertamente con el PRI; compuso la lamentable Ni Chente ni Temo, Francisco será presidente, canción de apoyo a la candidatura de Francisco Labastida, quien fue derrotado ampliamente por Vicente Fox. En el último año del gobierno del panista, Juan Gabriel finalmente fue detenido en Ciudad Juárez y permaneció unas horas en la penitenciaría, claro, como huésped privilegiado, acompañado por el alcalde de Juárez y varios empresarios locales. Cuando fue liberado se desplazó hasta el lugar donde estaba programado para actuar esa noche. No tardó en pagar la factura.

Unos años más tarde acudió a la inauguración de la controvertida Plaza de la Mexicaneidad, una X monumental, diseñada por Sebastián, el artista visual de origen chihuahuense que durante varias décadas ha plantado esculturas subvencionadas de gran escala en varias partes del país. La construcción de la obra fue polémica porque estuvo envuelta en corruptelas. También fue cuestionada porque durante su construcción la ciudad y el país vivían uno de los periodos más críticos y sangrientos de su historia reciente. Sin embargo, a la hora de la inaguración, la presencia de Juan Gabriel dotó a la obra de legitimidad política.

Algunos sectores lo criticaban porque nunca dijo nada sobre las grandes heridas de la ciudad, como el feminicidio y los efectos y secuelas de la guerra contra las drogas. En lugar de aludir esos temas, Juan Gabriel mantenía su discurso aspiracional, cantándole a un Juárez que, más que una ciudad concreta, era un espacio mítico. A la mayoría esto no le importó porque la complicidad con el público era a otro nivel. En una ocasión, un padre que acababa de perder a su hijo en una balacera me comentó que las cosas podrían cambiar si toda la gente de la ciudad se uniera en una gran marcha, pero para eso era necesario que alguien como Juan Gabriel la convocara; claro, advirtió, no lo van a dejar.

A pesar de su arrastre popular y su efecto subversivo dentro de la cultura mexicana, el cantante no era un disidente político. A Juan Gabriel hay que entenderlo desde lo afectivo. Sus seguidores veían en él a un personaje genuino con el cual se identificaban porque con su música logró habitar los submundos de los marginados, y de esa manera creó una comunidad imaginaria que muy bien podría llamarse Nación Juanga.

Su incorrección política tenía una veta picaresca. Durante un concierto de cierre de campaña, el cantante dijo que pudo haber sido el PAN, el PRD o los zapatistas, pero que había sido el PRI el que lo había invitado, y que por eso estaba ahí. Más recientemente, un reportero de Televisa le preguntó cuáles eran sus planes. Juan Gabriel respondió: el de Ayutla y el de San Luis.

El historiador Jesús Vargas cuenta que en los 80 el cineasta Gonzalo Martínez tenía el proyecto de hacer un largometraje sobre el Niño Fidencio, con Juan Gabriel en el papel estelar. La idea no se concretó, pero eso no evitó que el cantautor fuese canonizado como un santón por sus seguidores. En su último round con el poder, el obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos, uno de los oficiantes en la misa en que culminó la marcha contra el matrimonio igualitario, y un hombre con un sentido de oportunidad sobresaliente, saltó al templete colocado afuera de la casa de Juan Gabriel para celebrar una misa ante la urna en la que estaban despositadas las cenizas del hijo predilecto de Juárez. El legado político de Juanga tenía que ser por fuerza de corte positivo y hasta cierto punto estoico. En el mural de 400 metros cuadrados colocado en el centro de Juárez reza la leyenda: Felicidades a toda la gente que está orgullosa de ser como es: Juan Gabriel.

* Premio de Literatura de Chihuahua 1995. Su más reciente novela es Garabato