Opinión
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México SA

Videgaray muerde el polvo

Nueva forma, mismo fondo

Bucareli: doble celebración

C

ayó el presidente adjunto, quien libre y altaneramente metió la mano en todo y en todo dio órdenes, con los resultados ya conocidos y padecidos. Desde ayer, cuando menos de forma oficial, Luis Videgaray dejó de ser el ministro del (d) año y el canciller de lo mismo, pero el tiradero que deja sigue allí, y no es poco ni de inmediata solución. Entonces, se acabó el ministro, pero permanece el daño.

El 6 de diciembre de 2012 estrenó puesto con un discurso que prometía beneficios para el bolsillo de las familias mexicanas, y para confirmar su dicho al día siguiente anunció el primer gasolinazo del sexenio. Y también prometió un futuro promisorio para los habitantes de este país, el cual, entre otras cosas, se traduce en la obligación ciudadana de pagar la voluminosa deuda externa que hereda a las siguientes tres generaciones, cuando menos.

Como se comentó en este espacio, a pesar de los permanentes destrozos del ministro a lo largo de su estancia en Hacienda y de la ausencia de resultados (buenos, desde luego, porque los malos abundaron), el inquilino de Los Pinos estaba dispuesto a sostenerlo contra viento y marea, y seguir pagando el creciente costo político que ello implicaba, pero a estas alturas y tras la catástrofe del trumpazo no fue posible más, simplemente porque era él o el ministro, y Enrique Peña Nieto ya ni capital político tiene.

El inquilino de Los Pinos queda huérfano. Esa fue su expresión a la hora de hacer pública la salida del ministro, con un rostro similar al de Felipe Calderón cuando anunció la muerte de Juan Camilo Mouriño, o la de Carlos Salinas de Gortari cuando se vio en la obligada necesidad de enviar a José Córdoba Montoya al BID, todos ellos presidentes adjuntos en su momento.

Horas después del anuncio en Los Pinos, Enrique Peña Nieto no soltó el tema y ante un grupo de zacatecanos decidió reivindicar las decisiones de su gobierno, y, como dijo, ser el primero en asumir plenamente la responsabilidad. De ser así, entonces tendría que haberse ido de la mano de Luis Videgaray.

El ministro del (d) año recibió la economía con un ritmo de crecimiento cercano a 4 por ciento; se va, y lo deja por debajo de 2 por ciento. Cuando en diciembre de 2012 le dieron las llaves de Hacienda, el saldo de la deuda pública era 3 billones de pesos menor al actual y el tipo de cambio de 13 pesos por dólar, contra los 19 de ahora. Prometió bajar los precios de las gasolinas y resulta que ahora son los más elevados de la historia, mientras las calificadoras internacionales se dan vuelo con el lápiz rojo. Y el abismo entre las promesas de crecimiento y la terrible realidad de los resultados económicos.

Además, fiscalmente exprimió a todo el mundo, pero durante su estancia en Hacienda el gobierno peñanietista siempre registró déficit. Y se pronunciaba en contra de la corrupción, mientras plácidamente disfrutaba de su casa en Malinalco. Una joya, pues.

Al quite llega José Antonio Meade, el chile de todos los moles tecnocráticos, el todólogo preferido de panistas y priístas, quien eventualmente se convertiría en la ficha aliancista para 2018. No termina de colgar los cuadros en su oficina, cuando ya tiene que cambiarse. En cinco años y medio (del 7 de enero de 2011 a la fecha), cinco veces secretario: de Energía y Hacienda, con Felipe Calderón, y de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y (otra vez) de Hacienda, con Peña Nieto. Casi una por año, de tal suerte que todavía puede ir por otra flor curricular.

Entonces, se fue el ministro (y junto con él, el subsecretario Fernando Aportela y Aristóteles Núñez, titular del Servicio de Administración Tributaria, cuando menos) y arribó José Antonio Meade. Todos contentos con el cambio, pero guárdense las sonrisas porque lo mero importante se queda tal cual: ni lejanamente habrá ya no digamos golpe de timón, sino siquiera un leve giro en política económica. El nuevo titular de Hacienda es garantía de más de lo mismo y su tarea (una suerte de misión imposible) es evitar que el barco termine de hundirse antes del cierre sexenal, y torear, de la mejor forma posible, el descenso.

Sin embargo, el flamante titular de las finanzas nacionales (como pomposamente se auto reconocen quienes ocupan la silla principal de la Secretaría de Hacienda) tiene un severo problema aritmético, y lo demostró durante su paso por la Secretaría de Desarrollo Social. Allí afirmó que la pobreza en México se había reducido a la imperante en el año 2000 (algo que, por lo demás, tampoco es para presumir) y se aferró al discurso de que el número de mexicanos depauperados era cada día menor, gracias al señor Presidente de la República y, obvio es, a las reformas estructurales. Fue desmentido por tirios y troyanos, pero el hombre insistía en restar cuando a todas luces el problema era de sumas.

A pesar de sus problemas con la aritmética, Meade es un funcionario más sociable, con mayor capote y sin la petulancia de Videgaray, pero al final de cuentas viene del mismo establo. Podría aplicar cambios de forma e incluso de decorado, pero nunca de fondo. Como el ministro del (d) año, el nuevo titular de Hacienda (y tantos otros en el sector financiero del gobierno federal) tiene el mismo padre y la misma madre que su predecesor: Banco de México-Hacienda e ITAM, y su beato preferido es san Pedrito Aspe.

Y en la trifulca Fernando Aportela (otro itamita) y Aristóteles Núñez ni siquiera guardaron las formas: segundos después de conocerse la salida oficial de Videgaray, ambos hicieron pública su pataleta y renunciaron a la subsecretaría de Hacienda y a la jefatura del SAT, respectivamente. Pero no son los únicos viudos. A lo largo de la tarde de ayer, resultó vergonzosa la pasarela mediática de las plañideras del ministro. Eso sí, tenían un motivo real para llorar, pues entre que son peras o manzanas dejarán de recibir los generosos estímulos que obtenían del hoy supuestamente defenestrado para que le cuidaran la imagen (gasto inútil, a todas luces). Será cuestión de que se arreglen y se reacomoden con el nuevo, y verán qué rápido dejan de llorar.

Las rebanadas del pastel

Por cierto, hoy se conocerá el paquete económico (armado por el ministro) y por medio de él se sabrá de qué tamaño ven el realismo (Videgaray dixit) en Los Pinos, mientras en Bucareli celebran por partida doble: por el cambio en Hacienda y porque el alacrán que estaba en casa finalmente se mudó a otra dependencia del Ejecutivo.

Twitter: @cafevega