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Rescatar a una recién nacida de entre los escombros, orgullo del Jefe Samurai

Isaías Bautista Ángeles, un policía convencido de que ayudar vale la pena

Medallas, diplomas y fotos de ceremonias no reflejan ni la mitad de sus historias

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El Jefe Samurai, como lo identifican en su zona, ha enfrentado decenas de situaciones de riesgoFoto Alfredo Domínguez
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Isaías Bautista Ángeles espera cumplir su promesa de volver siempre con su familiaFoto Alfredo Domínguez
 
Periódico La Jornada
Sábado 20 de agosto de 2016, p. 31

La primera vez que recibió una herida por disparo tenía 18 años recién cumplidos. Un calcetín mojado lo alertó. No sabía que estaba herido hasta que se miró el pie y lo vio empapado de sangre. Un delincuente que perseguían les disparaba desde lo alto de un edificio de una unidad habitacional. Lo encontraron escondido entre los tinacos y un tanque de gas. Fue la primera vez que sintió miedo.

Isaías Bautista Ángeles, jefe ejecutivo de la región uno en la Gustavo A. Madero de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México, dice que esa fue la primera y la última vez que se lo permitió.

Pareciera que sí. El Jefe Samurai, como lo identifican en su zona, ha enfrentado decenas de tiros, explosiones, accidentes automovilísticos, persecuciones por robo de auto o por hurto a cuentahabiente y un intento de linchamiento en su contra.

También rescató a una recién nacida de entre los escombros, cargó en brazos hasta el hospital a una mujer a punto de dar a luz y caminó junto a una niña de 5 años por calles del Centro Histórico de la capital para encontrar a sus papás.

Tiene 37 años y las medallas, diplomas y fotos de ceremonias en la pared no reflejan ni la mitad de sus historias.

Isaías tenía 17 años cuando entró a la Academia de Policía. Unos meses antes había ingresado a la Facultad de Derecho, pero inició la huelga en la Universidad Nacional Autónoma de México y tenía que buscar opciones.

Ahora insiste en que no dejaría su trabajo por un cargo en ninguna empresa.

Lo dice pese a que un hombre descargó su arma –con nueve cartuchos útiles– contra él a unos metros.

“Iba rumbo al Pedregal cuan- do un automovilista me hizo señas. Pedí a mi escolta que bajara la velocidad. No vi nada, sólo una camioneta en una cochera y una motocicleta de pista con el motor encendido en sentido contrario. Decidí bajarme a ver. Rodeo la camioneta y en uno de los flancos, un hombre empieza a disparar. Descargó toda su arma. No me dio ninguno. Yo disparé cinco veces.

Lo orillé al camellón y pedí una ambulancia mientras le quitaba el casco. Se recuperó y actualmente está en el Reclusorio Sur.

En este robo frustrado a cuentahabiente, las balas del delincuente alcanzaron un microbús e hirieron a un hombre y una mujer, quienes recibieron atención hospitalaria y se recuperaron.

El Jefe Samurai piensa que la satisfacción de ayudar a una persona lesionada o sacar a otra de un vehículo a punto de incendiarse sin esperar nada a cambio, bien vale el riesgo.

Estar en el lugar y hora correcta y hacer algo al respecto le ha valido ocupar cargos directivos, cursos con la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés), la subdirección de análisis de robo a vehículo y transporte, jefe de investigación policial en asuntos internos y la subdirección de embajadas, entre otras.

Sin embargo, en 19 años de trabajo no todo fue rápido ni fácil. Al principio, para completar su sueldo de policía se dedicó a la compra venta de autos viejos e incluso manejó un taxi que él mismo pagó, pues tiene que dar educación a sus cuatro hijos.

Mira la foto de su familia y reconoce que a veces sale de su casa sin saber si va a regresar. Luego rectifica y dice que mientras lo esperen, él cumplirá su promesa de volver con ellos.