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Ver día anteriorMartes 12 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Suspensión
C

omo en todo conflicto político social –no sólo en México–, abundan los grupos o fuerzas políticas de diversos colores que quieren llevar agua a su molino. Es inevitable porque es la naturaleza de la política. En un conflicto de la magnitud del magisterial se configuró un espacio donde podía meterse todo mundo. Sí, así es la política, hay que asumirlo, ¡ah! pero cómo estorban. Qué bien que intervengan todos los que tienen algo que abonar a la comprensión y a la solución del problema, pero han de hacerlo a través de la barahúnda de los miles que meten la mano desde intereses inconfesables.

De pronto en Chiapas y en Nuevo León, deciden frenar las actividades que venían realizando. ¿Qué pasó? ¿Alguien satisfizo ahí las demandas de la CNTE? Es claro que no, pero quién puede saber qué fue lo que ocurrió.

La semana pasada escribí en este espacio que la reforma se había convertido en el problema y no en la solución, coincidiendo con lo que había escrito Manuel Gil Antón. Dos días después el secretario Nuño replicó públicamente que la reforma era la solución y no el problema, sin aducir ningún argumento en respaldo de su dicho. Como siempre, los funcionarios públicos creen que el argumento de autoridad está por definición por encima de lo que opinen los simples mortales.

Y Nuño se expresa así, con todo desparpajo, como si después de parir el gobierno su llamada reforma educativa no tuviera enfrente un problema ­mayúsculo.

Sin intentar crear el menor consenso con nadie, Peña ordena al Congreso que apruebe un conjunto de instrumentos legales y con ello unos tiempos de implementación y unas formas de hacerlo, que puso en pie de guerra a la CNTE, una corriente de suyo conflictiva. ¿Cómo se llama esto? Mayúsculo traspié político.

Algunos que como yo están interesados vivamente en la educación y llevamos varias décadas escribiendo sobre la misma, hemos reconocido el valor de muchas acciones y de varios instrumentos creados, sin dejar de señalar los errores que era posible advertir y de los equivocados tiempos en que se llevaron a cabo. Pero por meses, los funcionarios sólo dieron la espalda a la crítica y con su silencio debíamos entender que los ciudadanos estamos aquí para callar y obedecer y no para inmiscuirse en los altos asuntos del gobierno, como dijo medio siglo antes de la Independencia el virrey Carlos Francisco de Croix.

Conforme el tiempo avanzaba y el gobierno no tenía ni idea de qué hacer ni cómo enderezar la nave, el conflicto crecía como la espuma. Y ahí sigue, aunque en mi opinión están ya los elementos que permitirían llegar a un acuerdo, si es que les importan los principales protagonistas invisibilizados de este país: los niños mexicanos.

Por supuesto el maximalismo siempre ha llevado a la derrota, a la represión, o a dejar morir los problemas, aunque se trate de la educación que, a mediano y largo plazos, es el mayor problema de México. Finalmente la SEP ha empezado a hablar de temas a los que sí puede llamarse reforma educativa. Aunque sobran quienes lo negarán rotundamente.

El pasado jueves, Laura Poy resumió en nuestro periódico las posiciones últimas de las partes. La SEP propone establecer tres criterios para impulsar el diálogo: asegurar que todos los mexicanos tengan garantizado su derecho a recibir educación laica, gratuita y obligatoria; promover el desarrollo armónico de los educandos, y desarrollar su intelecto, carácter y formación moral para que sean capaces de insertarse plenamente en la sociedad del conocimiento. Además avanza al menos 10 ejes pedagógicos para enriquecer el diálogo: enfocarse en el proceso de aprendizaje; tener en cuenta los saberes previos de los alumnos; diseñar situaciones didácticas que propicien el aprendizaje situado; reconocer la naturaleza social del conocimiento; dar peso a la motivación intrínseca del estudiante; favorecer la cultura y acompañamiento del aprendizaje; promover la relación interdisciplinaria; mostrar empatía por los intereses de los alumnos, y revalorizar la función docente.

Por su parte, la CNTE destaca que “si se busca convertir a los estudiantes en ciudadanos conscientes y preocupados por el interés general de la sociedad, la escuela debe ser una comunidad que se desarrolle en un clima de libertad, en ausencia de miedo y normada por los acuerdos y lineamientos que construyan estudiantes y maestros en el aula, la escuela y la relación con la comunidad.

Sin embargo, advierte que “esto no puede concretarse si se mantiene una estructura legal en la que una evaluación puede conducir a la separación del aula…”. Proponen la creación de un consejo de evaluación en cada comunidad escolar.

En cuanto a las escuelas normales, la CNTE retoma la demanda de defender a las escuelas normales y también reconoce la necesidad de emprender una profunda transformación, e incluso, de la refundación, bajo esquemas éticos, políticos y epistemológicos que permitan fortalecer su misión histórica. Afirma que es necesario el fortalecimiento del normalismo mexicano y la asignación de plazas automáticas para todos sus egresados, quienes, señala, fueron acreditados por una institución formadora reconocida oficialmente y cuentan con el perfil y el derecho correspondiente.

La CNTE pide respeto a la pluriculturalidad presente en México y en el magisterio, y destaca la necesidad de garantizar la estabilidad laboral de los docentes para impulsar la propia consolidación del sistema educativo mexicano.

En mi próximo artículo profundizaré un tanto en ambas posiciones, incluida la propuesta de suspender la reforma.