Antes del auge petrolero, que hoy se ha desinflado, existía un Tabasco diferente, un lugar que antes de acostumbrarse a las comodidades de los excedentes del combustóleo solía encontrar en su campo la riqueza necesaria para que le llamaran el edén de México; sin embargo, la idílica imagen de Tabasco fue desapareciendo entre políticas agropecuarias equivocadas, una economía petrolizada a la que poco le importaba la vocación natural del Estado y organizaciones campesinas en las que el campesino era lo de menos.

Desde 2013, con un avión en caída libre y con el panorama económico reducido y recrudecido por la crisis petrolera, hubo que hacer un cambio en la manera en que se venía apoyando al sector. Se han sembrado 2 mil 795 hectáreas de cacao mejorado, aumentando el rendimiento por hectárea de 400 kilos a una tonelada, y se ha retornado a la exportación del cultivo, que abrió al producto tabasqueño el mercado de la chocolatería fina en Europa.