Opinión
Ver día anteriorSábado 2 de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Infancia y sociedad

UNAM: raza y espíritu

A

la legua se notan las ganas del rector Graue Wiechers de poner las manos encima de los muchachos y muchachas que habitan el auditorio Che Guevara, de la Facultad de Filosofía y Letras. Ha insinuado que si no es por la buena, será por la mala: “después de agotar todos los recursos de negociación…” Pero ¿cuáles son todos los recursos para negociar? ¿Existirá por ahí un brillante y actualizado Sócrates capaz de generar un diálogo inédito sobre los derechos, obligaciones y oportunidades dadas y negadas a los jóvenes mexicanos? ¿Se sabe realmente quiénes son los Okupa Che UNAM? ¿Qué piensan, cómo viven y cuáles son sus sueños? Porque para negociar con ellos hay que conocerlos y hacer a un lado una montaña de prejuicios, que es lo único que se tiene.

No son terroristas ni malvivientes. Hay constancias. Cotidianamente preparan un menú económico para quien no tenga mejor oferta. Elaboran, además, unas ricas tortas que se antojan al pasar, y venden artesanía bonita y original. Yo les he comprado alguna cosita. Los Okupa Che son una válida expresión de cultura disidente; emblema de muchos miles de jóvenes cuyo más grande sueño es o fue ingresar a la UNAM, a esa universidad que no es propiedad de ningún rector porque pertenece al pueblo.

Ellos y ellas son un continuo recordatorio vivo de que no todo está bien en la UNAM ni en el país, y de que millones de niños y jóvenes apenas sueñan con comer todos los días y tener para pagar un cafecito.

Además, todo indica que esos muchachos tienen proyecto autogestivo y normatividad implícita o formal; de otra manera no hubieran logrado 15 años de convivencia. Es cierto que quienes hoy habitan ahí no son los que tomaron originalmente el lugar. Unos se van y otros llegan. Nada se sabe de esa dinámica. Pero lo cierto es que se trata de una población emparentada con los exiliados, migrantes y refugiados del mundo. Por lo tanto, la UNAM no puede incurrir hoy ni nunca en un acto infame de limpieza social, aunque haya quienes amen la pulcritud por encima de los derechos humanos. Es necesario inventar formas de inclusión cultural: convertir el auditorio Che Guevara (que sería antihistórico volver a llamar Justo Sierra) en área de expresión y arte de la disidencia, que se corresponda con una gran universidad. Se puede crear un albergue universitario para estudiantes de bajos recursos y un programa de becas justo y transparente. Existen un sinfín de alternativas mejores y más inteligentes que levantar muros o hacer un desalojo violento. Ahora más que nunca corresponde a los verdaderos pumas honrar la grandeza de nuestro lema: Por mi raza hablará el espíritu.