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Visita Papal
Rompió el protocolo

Francisco recorrió las gradas para saludar a la gente, que clamó su bendición

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El presidente Enrique Peña Nieto dio la bienvenida al Papa Francisco en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de MéxicoFoto Víctor Camacho
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El Papa Francisco en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de MéxicoFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de febrero de 2016, p. 2

Al pisar suelo mexicano, el papa Francisco dejó constancia de costumbre por la ruptura de programas y protocolos. Descendió puntual del avión de Alitalia en el que voló desde Roma y que tras la escala en La Habana tomó destino a México. Pero una vez que descendió en el hangar presidencial y cumplió los primeros puntos de la ceremonia, decidió caminar ante las gradas donde lo aguardaban 5 mil 200 personas, para saludar y lanzar bendiciones.

La aeronave entró en el espacio aéreo mexicano a las 17:03 horas y aterrizó en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a las 19:14, y carreteando despacio se detuvo puntual en la escalerilla.

Al pie de ésta ya esperaban al pontífice el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa, Angélica Rivera. Un saludo efusivo e iniciaron el camino por la alfombra roja, donde a los pocos metros se detuvieron con cuatro niños ataviados con trajes regionales de Oaxaca, Puebla, Veracruz y Jalisco.

Iniciaba un ceremonial cuya cronometría muy pronto el Papa habría de romper, siempre sin deponer su sonrisa.

Los niños, de unos nueve años, de quienes se supo fueron seleccionados por sus calificaciones, llevaron ante Francisco un cofre conteniendo tierra de todas las entidades del país, para pedir su bendición. Él lo hizo y se tomó algunos minutos para charlar con los infantes.

El Papa, Peña Nieto y Angélica Rivera, siempre seguidos por personal de protocolo del gobierno de México y del Vaticano, caminaron unos pasos más y de nuevo se detuvieron, esta vez para escuchar Luz, una de las canciones del disco grabado a iniciativa de la esposa del Presidente por artistas mexicanos.

Para entonces, el aire frío hacía volar el solideo y ondear las ropas papales. La gente en el graderío, que no acusaba conocer la letra de la melodía, empezó a gritar: queremos que el Papa nos dé la bendición..., mientras iluminaban con lámparas y teléfonos celulares.

Otro breve alto en el camino para saludar a los niños del coro y a los cantantes –y donde alguno de ellos contó después que Cristian Castro le regaló al Papa un rosario, en nombre de su madre, Verónica Castro. Y fue ahí cuando, en lugar de caminar hacia la entrada del edificio principal, la ceremonia tomó otro giro.

En lugar de llegar hasta el sitio establecido por el protocolo para la presentación de comitivas, Francisco decidió recorrer las gradas y al paso enviar bendiciones. Más de una vez se detuvo para saludar personalmente, firmar algún libro o dedicar atención especial a niños y a personas enfermas, como Consuelo Luna, que iba en silla de ruedas.

Tener acceso a ese graderío en el hangar presidencial tuvo mucho de procedencia, prosapia e influencias. Los gobiernos federal y capitalino asignaron espacios para cada dependencia y muchos funcionarios medios de, por ejemplo, las procuradurías General de la República y capitalina llegaron en grupos por ahí de las 6 de la tarde. Pero también a la jerarquía católica le fueron destinados un buen número de espacios.

Para amenizar fueron llevados el mariachi Gama Mil y el ballet de Amalia Hernández. Con ellos también se detuvo durante su caminata e incluso se dejó ataviar por el sombrero de charro de uno de los músicos, aunque después lo regresó.

Contento se veía el pontífice, quien ya después se instaló de nuevo en la formalidad. Presentó a la comitiva papal y a los cardenales mexicanos, así como a un grupo de obispos y arzobispos.

A su vez, el presidente Peña presentó, uno a uno, a los integrantes de su gabinete. El primero en pasar fue el secretario de Gobernacón, Miguel Ángel Osorio Chong, y así cada uno.

El Papa se detuvo un poco más a intercambiar opiniones con la procuradora general, Arely Gómez; el secretario de Salud, José Narro, y el embajador de México en el Vaticano, Mariano Palacios.

Mientras todo esto ocurría, el mariachi seguía tocando.

Terminado este punto del protocolo, el pontífice hizo un breve paréntesis dentro del edificio de recepciones. Ahí saludó al jefe del gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera. Salió entonces, se enfundó en un abrigo blanco y se despidió.

Subió al papamóvil, acompañado del cardenal Norberto Rivera y el nuncio Christophe Pierre, y tomó las calles de esta ciudad.

Inició ayer la séptima visita de un Papa a México. La tercera de quien hoy es el jefe de la Iglesia católica: las dos primeras como Jorge Mario Bergoglio y ya en ésta como el primer Francisco en ocupar el trono de San Pedro.