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Visita Papal

‘‘Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror’’, dijo en esa fecha

En 2015 preocupaba al papa Francisco que la ‘‘mexicanización’’ llegara a Argentina
 
Periódico La Jornada
Martes 9 de febrero de 2016, p. 5

Febrero 2015. En Argentina se difunde una preocupación del papa Francisco sobre el futuro de su patria, que confesará a su amigo Gustavo Vera: ‘‘Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror’’.

Febrero 2016. Francisco se apresta a visitar México, país sumergido en la violencia por el narcotráfico, la compleja situación de derechos humanos y la corrupción que permea a gobiernos y partidos políticos.

A punto de cumplir tres años de que fue ungido como máximo representante de la jerarquía católica, Francisco llegará por primera vez a México este viernes.

Investido en medio de la crisis de la Iglesia por la proliferación de las denuncias de pederastia y abusos sexuales, la caída de la fe católica y la fuerte corrupción en las finanzas del Vaticano, Jorge Mario Bergoglio ha intentado dar un nuevo giro a su papado.

La designación de Francisco, hombre afable y sencillo, al frente del Vaticano, en marzo de 2013, llamó la atención no sólo por ser el primer Papa de América Latina –donde vive el mayor número de católicos en el mundo–, sino también por su origen en la Compañía de Jesus, a la que ingresó a los 21 años, denominación que había resentido el maltrato de sus antecesores, en especial de Juan Pablo II.

‘‘San Pedro no tenía cuenta en el banco’’

En su pontificado, Francisco ha hecho frente a los conflictos centrales de la Iglesia, cuya profundidad hizo naufragar la gestión de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), quien terminaría abdicando al trono papal. ‘‘San Pedro no tenía una cuenta en el banco y cuando tuvo que pagar los impuestos el Señor lo envió al mar a pescar un pez y encontrar la moneda dentro del pescado para pagar’’, ironizó Bergoglio en una entrevista, al aludir al problema financiero.

Aunque ajena a su agenda pastoral, la corrupción en el Instituto de las Obras de la Religión le ha exigido buena parte de sus esfuerzos por las dimensiones que alcanzó con Juan Pablo II y Benedcito XVI. Según especialistas, el banco tiene un patrimonio de 6 mil 300 millones de euros, con un total de 20 mil clientes. Sin embargo, cerca de 4 mil 500 no han tenido movimientos en 5 años, además de que hay 226 cuentas identificadas con cardenales –cuando no hay más de 209–, a lo que se añaden las sospechas de transferencias de dinero sucio.

Bernardo Barranco, analista en temas religiosos, resume los alcances: ‘‘Hay gran opacidad en el llamado Banco del Vaticano (IOR), que se ocupa de la gestión de cuatro grandes fondos de caridad, que no dio ni en 2013 ni en 2014 un solo euro a los necesitados o a la solidaridad, a pesar de tener activos por decenas de millones de euros’’. Las filtraciones sobre documentos, reveladas por la comisión que creó Francisco en 2013, se han interpretado como acciones para descarrilar las indagatorias.

Su visión de la Iglesia la resume en su peculiar estilo: ‘‘Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene alto el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Hay que comenzar por lo más elemental’’. Una Iglesia que requiere de pastores y ‘‘clérigos de despacho’’.

La postura asumida por Bergoglio en torno a los abusos sexuales de la Iglesia dista del silencio de Juan Pablo II y ha ido más allá de la posición que adoptó Benedicto XVI. Al reunirse con víctimas de la pedofilia de sacerdotes católicos, en julio de 2014, Francisco sostuvo: ‘‘Ante Dios expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón’’.

El Papa censuró la respuesta que han tenido los líderes de la Iglesia, pues ‘‘no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso’’. No sólo en este tema Bergoglio rompió con posturas de la Iglesia. Su gestión se ha caracterizado por sus posiciones sobre temas neurálgicos para la jeraquía católica, que no tienen consonancia con la ortodoxia y el conservadurismo de la sede vaticana.

En septiembre de 2015, el Vaticano difundía la Carta de Francisco, ‘‘con la que se concede la indulgencia con ocasión del jubileo extraordinario de la misericordia’’, visión peculiar frente a quienes han abortado: ‘‘Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa.

‘‘Lo sucedido es profundamente injusto, sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al sacramento de la confesión para obtener la reconciliación con el Padre. Por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes, para el Año jubilar, la facultad de absolver del pecado a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón.’’

Esa postura despertaría controversia entre los sectores conservadores, similar a la que en julio de 2013 desataría la conferencia de prensa que ofreció en el avión que lo trasladaba de Brasil a Roma, en la que abordó la homosexualidad: ‘‘Si una persona es gay y busca al Señor y tiene la buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El catecismo de la Iglesia católica dice que no se puede marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas a la sociedad.’’

Bergoglio ha demandado ‘‘una Iglesia de pobres para los pobres’’. Sus condenas a que prevalezan las reglas del mercado han sido recurrentes (‘‘hay una ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo’’) y han acompañado su visión de la pobreza (‘‘los pobres son personas, no números’’). Ellos ‘‘sufren las nocivas consecuencias de una crisis económica persistente o de fenómenos relacionados con la corrupción y el mal gobierno’’.

Marginado de la Iglesia por los antecesores de Francisco, Leonardo Boff se ha referido al nuevo papado en términos elogiosos: ‘‘La doctrina católica es una invención de teólogos. Cada época elabora su teología. Pero hay valores que marcan una ruptura. Aquí empieza algo nuevo. Y este Papa vive de esa ruptura. No es populista, no es nada. Él vive su profunda convicción como hombre religioso’’.