Opinión
Ver día anteriorSábado 9 de enero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y sociedad
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evolución educativa. Hoy es la única posible para los mexicanos en el contexto de una guerra única que ha abierto 2016 con fuerte olor a sangre y declaraciones presidenciales que son una burla para los ciudadanos. Falso que hay avances en materia de seguridad, progreso y economía. Falso que México va por buen camino. Falso que las reformas son para bien de todos.

El capital más importante de cualquier país es su gente y, en especial, sus niños y jóvenes. Solamente mediante su atención real –salud, educación, protección y amor– se puede asegurar el progreso y desarrollo de la nación. Todo lo demás depende del desarrollo humano que surge de la educación.

Se comprueba lo anterior al comparar indicadores de desarrollo entre, por ejemplo, Arabia Saudita y Suecia: ni los grandes yacimientos de petróleo ni la cantidad de habitantes en edad productiva hacen la diferencia; sólo la buena educación y sus efectos sobre la democracia hacen diferentes a los países.

Hoy que la espuria reforma del gobierno mexicano ha puesto de cabeza a la educación básica y que los maestros más críticos y combativos están en pie de lucha, es el momento de formular una auténtica revolución educativa, la cual no va a venir nunca de la SEP, sino de los maestros apoyados por los expertos y los sectores interesados en reconstruir nuestra atropellada y descalabrada sociedad.

Las escuelas de prescolar, primaria y secundaria públicas deben seguir siéndolo; si la SEP elige ser Secretaría de Educación Privada y no Pública, perderá las escuelas –que de hecho no le pertenecen; son del pueblo–. Padres y maestros pueden hacerse cargo de ellas, sin intervención de la SEP. Esa es la primera parte de una revolución educativa. Como lo señaló Italo Calvino: Un país que destruye la escuela pública, no lo hace por dinero, porque falten recursos o su costo sea excesivo. Un país que desmonta la educación, las artes o la cultura está ya gobernado por aquellos que sólo tienen miedo y mucho que perder con la difusión del saber. Fomentar la ignorancia es el mejor negocio de los capitalistas.

Hay que recordarles que el derecho a la educación pública, gratuita y obligatoria está también consagrado en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y en la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez.

La razón y el derecho asisten a los maestros como trabajadores y líderes de la escuela pública. Debemos apoyarlos.

Amar en tiempos de odio es un acto revolucionario.