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Ruta Sonora

Lemmy: epítome del rocanrol

M

úsica muy básica, ruidosa, rápida, urbana, estridente, arrogante, paranoica; rocanrol veloz, tan fuerte que si nos mudáramos al lado de tu casa, tu césped moriría. Así describía su obra el músico, autor, bajista y gritante inglés Ian Fraiser Kilmister, mejor conocido como Lemmy Kilmister o simplemente Lemmy, quien a los 70 años recién cumplidos falleció, el pasado 28 de diciembre, a consecuencia de un cáncer muy agresivo, diagnosticado apenas dos días antes de partir al más allá, entre la increduli- dad que lo rodeaba ser justo el Día de los Inocentes y saber que sólo unos meses antes estaba en activo dando conciertos y promoviendo Bad Magic (2015), el disco número 22 de la banda que encabezaba desde 1975: Motörhead.

Lemmy no tenía una voz privilegiada y prácticamente gemía sus canciones. Tampoco era un virtuoso; sin embargo, el uso que dio al bajo como instrumento, dotándolo de un papel protagónico, similar al de la guitarra, lo volvió emblemático, amén de ser considerada su agrupación la más ruidosa sobre la Tierra.

Motörhead (slang para nombrar a quien es adicto al speed) fue creada tras haber sido Kilmister expulsado por posesión de droga de la fascinante banda de post-psicodelia y space-rock Hawkwind (1971-1975), en la cual tocaba el bajo y comenzó a cantar, tras haber integrado desde los años 60 agrupaciones como The Rainmake, The Rockin’ Vickers y Opal Butterfly, así como haber sido roadie de Jimi Hendrix y fan de The Beatles, a los que llegó a ver en la famosa Caverna.

Y aunque la forajida, honesta y ruda personalidad de Lemmy lo llevó a volverse un icono del heavy metal (su ejemplo fue básico para que Black Sabbath retomara nuevos aires –según palabras del mismo Ozzy Osbourne, titular de esa banda y de los primeros en anunciar y lamentar la muerte de uno de sus mejores amigos–, y para que bandas como Metallica vieran la luz), lo que en esencia forjó con Motörhead fue un acelere distorsionado más parecido a lo que luego sería mejor identificado como punk. El sonido único de este concepto primigenio y original fusionó el tipo de requintos del metal derivado del hard blues con la rítmica, furia e inmediatez del punk, por lo cual se le considera banda mentora de lo que luego se llamaría thrash metal y speed metal. Aunque en sí mismo fue considerado precursor del movimiento Nwobhm (new wave of british heavy metal), al lado de Iron Maiden y Judas Priest. Sin embargo, al ídolo de marras le disgustaban las etiquetas: Simplemente hacemos rocanrol, solía decir.

Y siendo consecuente, lo tomó como un estilo de vida absoluto. Durante cuatro décadas dividió cada uno de sus años en siete meses de gira y dos para grabar un nuevo disco. Sin tocar en vivo, una banda no existe. Ya no recuerdo mi vida sin Motörhead, declaraba. Nunca se casó: el rocanrol no me lo habría permitido, pero era conocido el mito de que en su vida había tenido sexo con dos mil mujeres: “Son mi debilidad. De joven vi que unos amigos, con sólo cantar tras una guitarra, eran rodeados por chicas; no tenían que hacer nada más. ‘Yo también quiero eso’, me dije. Aunque no sabía ni tocar la guitarra”. También se distinguía por su afición a las anfetaminas, el whisky y el bourbon, de manera que encarnó en todo su esplendor el vivo retrato de la máxima sexo, drogas y rocanrol. No es raro que haya sido llamado a hacer un cameo en la cinta de bajo presupuesto John Wayne Bobbitt Uncut (1994), dirigida por el actor porno Ron Jeremy; también actuó en The Curse of El Charro y Return to Nuke ’em high. En la película Airheads, Steve Buscemi explica al mundo por qué “Lemmy es dios”. De igual forma aparecerá de manera póstuma en el proyecto fílmico Gutterdämmerung (dirigida por el artista visual Bjorn Tagemose) a publicarse en 2016, en el que comparte escenas con Iggy Pop, Tom Araya, Henry Rollins, Nina Hagen, entre otros.

Coleccionista de vestimentas e insignias de guerra, aunque odiaba todo lo que tuviera que ver con política y adscripción a causa alguna, odiaba las religiones y no tenía intenciones de agradar a nadie. Se trataba de un espíritu absolutamente libre, auténtico, sin atadura alguna a las normas usuales de vida o al deber ser: “Lemmy era innovador, sincero y continuamente relevante, aunque no le importara serlo. Siempre estaba creando y redefiniendo el rock duro y el rol del bajo en el mismo”, afirmó Alice Cooper tras la noticia del deceso. Fuera del mainstream, siempre del lado oscuro, deja un legado fiero de rock puro donde las joyas de la corona de su sombrero suenan a The Ace of spades y Overkill, entre muchos otros himnos definitivos.

En esencia, lo que hizo de este artista una leyenda fue sobre todo su talante guerrero, invencible, duro e independiente, sin concesiones, íntegro, masculino. En el rock, la actitud muchas veces es más fuerte que la música en sí misma para apuntalar identidades y pasiones; para generar vínculos e identificaciones. Lemmy encarnó este espíritu en todos los sentidos, hasta el final, en su máxima expresión. Epítome absoluto del rocanrol, se le recuerda con un trago de Jack Daniels en la mano: ¡Larga vida a Lemmy Kilmister! Descanse en paz.

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