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Dioses que matan
A

veces me pregunto si las formas de violencia se transforman o solamente cambian de ropaje.

En estas vacaciones visité el Palacio de la Inquisición en Cartagena de Indias. El sentimiento de terror tan sólo de imaginar lo que sufrieron las víctimas del Santo Oficio quedó gravado hasta en mis sueños, y eso que tengo clara la imposibilidad de experimentar el dolor ajeno.

En esa hermosa ciudad amurallada no fue sino hasta 1821 cuando se expulsó a la Inquisición. En México se abolió en 1820. Según Luis González Obregón, en el Tribunal de la Fe se pronunciaron 51 sentencias de muerte en los 235 o 242 años en los que funcionó el Santo Oficio. Las penas impuestas a los reos de delitos que no se castigaban con la muerte eran generalmente el auto, vela, soga, mordaza y abjuración de Levi (cuando sólo había una ligera sospecha de herejía) y a veces también el destierro. Eran de rigor, eso sí, 100 o 200 azotes. Entre los delitos figuraban no sólo el renegar de Dios, de sus santos y la Virgen, sino también el amancebamiento, la fornicación y la sodomía.

Hemos atravesado el mar océano para imponer la ley de Cristo, y lo hemos logrado en las misas, en las procesiones, en las fiestas patronales, pero no en las almas, esta es cita de Gabriel García Marques, retomada de Del amor y otros demonios en la exposición del Palacio de la Inquisición. En un Auto de Fe los condenados tenían que abjurar de sus pecados y mostrar arrepentimiento públicamente, para que sirviera de lección a todos los fieles; al castigo que más se le temía era la hoguera, cuyas llamas eran concebidas como una forma de purificar el espíritu. La muerte es el justo castigo que el Príncipe secular debe imponer al monedero falso y, por consiguiente, la muerte debe ser la justa retribución del hereje, cuya ofensa es mucho más grave por ser la vida del alma más preciosa que la del cuerpo, frase de Tomas de Aquino en Summa Theologiae, reproducida en la exposición. Para los inquisidores, los herejes eran los otros, los distintos. Hereje era el otro: judío, bruja, curandero, solicitante, y a quienes se apartaban de la fe católica. El origen etimológico de la palabra hereje, hereticus, se refiere a opción, decisión o separación, se consideraban proposiciones heréticas o erróneas el gusto por la herejía, malsonantes, temerarias, cismáticas, impías, injuriosas y blasfemas. Tal vez la identificación personal con estos calificativos, la mayoría femeninos, fue lo que me hizo sentir cercanía con las víctimas de la Inquisición.

La práctica de juzgar o matar a ese alguien porque piensa y actúa distinto no ha sido abolida en nuestras sociedades modernas. Formas violentas de matar y torturar se reproducen en nuestro medio por inquisidores que han cambiado el lenguaje, pero cuyos actos muestran el mismo fondo de crueldad.

El pasado 27 de noviembre tres personas fueron asesinadas y nueve más heridas con arma de fuego por Robert Lewis Dear en la clínica de Planned Parenthood de Colorado Springs. La ex esposa de Dear declaró que él era profundamente religioso pero conflictivo y opinó que probablemente él atacó la clínica por las actividades relacionadas con el aborto que ahí se realizaban. Según el New York Times, Dear era conocido por su fuerte oposición al aborto, había elogiado como héroes del Ejército de Dios a los cristianos extremistas que en Estados Unidos han asesinado a ocho médicos y enfermeras que practican abortos, bombardeado 47 clínicas e incendiado 186. Un funcionario anónimo que entrevistó a Robert Lewis después de su arresto afirma que entre un montón de ideas el acusado decía No más pedazos de bebés, declaración que parece referirse a los videos de Planned Parenthood difundidos el año pasado como parte de una controversia sobre el uso de tejido fetal en investigaciones científicas.

La cantidad de víctimas de los actuales inquisidores son innumerables. Periodistas como los dibujantes Charb, Cabu, Wolinski y Tignous, del semanario Charlie Hebdo, fueron asesinados hace un año en París por los hermanos Kouachi para vengar al mensajero de Dios; en la misma capital francesa 137 personas murieron y 415 resultaron heridas por los atentados en noviembre de 2015 perpetrados por ocho integrantes del grupo yihadista Estado Islámico.

Los actuales inquisidores de México obedecen al dios del dinero y del poder. En el pueblo de Copalillo de la Sierra Norte de Guerrero, chicas embarazadas se suicidan ante embarazos producto de violadores anónimos vinculados al narcotráfico y al poder municipal; qué decir de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos por personajes que hoy concentran los poderes fácticos; tan sólo el año pasado 3 mil 410 personas no han vuelto a casa; no olvidamos a Nadia Vera Pérez, torturada y asesinada por sus ideas junto con otras tres mujeres y el fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril, y más de cien periodistas y defensores de derechos humanos asesinados o encarcelados, como Pedro Canché, liberado el año pasado, y el doctor Mireles y nuestra comandanta Néstora Salgado, a quien ni con huelga de hambre le llega la justicia. El año arrancó con el asesinato de la presidenta municipal de Temixco, Gisela Mota Ocampo, acribillada por siete sicarios encapuchados, con esas capuchas tan parecidas a las de los verdugos de la Inquisición

Twitter: @Gabrielarodr108