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Con prólogo de Carlos Mijares Bracho, publican libro sobre el personaje

Amplían el horizonte de la trayectoria arquitectónica de Manuel Parra

Realizó obras identificables como suyas y apropiables por los usuarios, escribió su colega

 
Periódico La Jornada
Viernes 8 de enero de 2016, p. 4

La arquitectura de Manuel Parra (1911-1997) difiere de la que desarrollaron sus contemporáneos tanto en conceptos como en los medios utilizados, opinó Carlos Mijares Bracho (1930-2015).

El colega de Parra, quien falleció el 19 de marzo del año pasado, escribió el prólogo de Manuel Parra: el otro arquitecto del siglo XX, libro que rescata a un personaje tal vez poco conocido para las generaciones de hoy, por lo que es de celebrarse que se amplíe el horizonte de los arquitectos mexicanos y su obra.

Durante muchos años del siglo XX en México, buena parte –quizá la mayor– de la arquitectura pareció olvidar por completo intenciones como las de Parra: encontrar en esa disciplina artística espacios que resultaran enriquecedores y atractivos para vivir mejor y, si se puede, con alegría y humor.

Y, lo que tal vez fue peor, apunta Mijares Bracho, es que tanto los arquitectos (que pensaban en imponer el funcionalismo abstracto más que en la espontánea vitalidad) como los usuarios (cuyas preocupaciones estaban ya girando más al control de costos y a los plazos de construcción que a la calidad de vida) acabaron todos por aceptar que la simplicidad (que no la sencillez) de las edificaciones era preferible a la compleja y apasionante oferta del espacio cálido y acogedor, al grado de considerar que esto no era la auténtica modernidad.

Parra fue un arquitecto que se dedicó de manera casi exclusiva a la escala de la vivienda. Tal vez la más representativa sea la casa fuerte que construyó para el cineasta Emilio el Indio Fernández, entre 1945 y 1970, en Coyoacán.

Leonor Lascuráin, viuda de Parra, calcula que hizo no menos de 300 viviendas de todos tamaños. Casas grandes y señoriales con hermosos jardines, surgidos de su gusto e imaginación; también casas menos grandes, medianas y pequeñas, como las one room houses, que así las llamaba.

Además, llegó a conquistar algo que muy pocos arquitectos logran: realizar obras claramente identificables como suyas y, simultáneamente, hacerlas apropiables, tanto por sus propietarios o usuarios como por la gente, la calle o el barrio donde se encuentran, escribió Mijares Bracho.

La pintora Carmen Parra, hija del artista, ha contado cómo su padre recurría a las demoliciones de construcciones antiguas para rescatar el desperdicio e incorporarlo a sus casas.

Maestría y espontaneidad

Para Carlos Mijares Bracho, don Manuel hacía croquis espléndidos, detallados, llenos de indicaciones gráficas y escritas; espontáneos pero cuidadosos, realizados con cariño, conocedores del oficio y profundamente comprometidos en la generación de espacios, de secuencias y de iluminaciones tan sorprendentes como apropiables.

Hacía sus casas como sus croquis: A mano, con placer, con maestría y con espontaneidad. Un claro ejemplo de su sabiduría y de su condición de arquitecto cabal, concluye el prologuista.

Manuel Parra fue un arquitecto de culto, rechazado o ignorado por muchos de sus contemporáneos al no ceñirse a las tendencias y políticas funcionalistas dominantes, y que al mismo tiempo –las paradojas de siempre– fue, con poca fortuna, copiado e imitado, se señala en el libro.

También se advierte que no es un ejemplar de investigación académica y que se nutre de los recuerdos vivos de su viuda y de algunos residentes y amigos de las casas Parra. Parte de la idea de que las imágenes hablen por sí mismas y permitan al lector conocer, ver y sentir las obras.