Opinión
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Apuntes postsoviéticos

Tres meses

A

l cumplirse tres meses de que Rusia, a petición del gobierno de Bashar al Assad, se involucró en la guerra civil de Siria con bombardeos aéreos y misiles lanzados por buques en el Caspio, el balance preliminar que hacen la mayoría de los expertos rusos coincide en que, como se tenía previsto, el Kremlin ha obtenido más éxitos políticos que militares.

Según datos del ejército ruso, hacia mediados de diciembre, los bombarderos, desplegados en su base en la región de Latakia, han realizado 4 mil 201 misiones, golpeando las posiciones del Estado Islámico (EI) y otros grupos yihadistas, así como de quienes se proclaman oposición moderada al régimen de Al Assad y de los kurdos que luchan contra Turquía.

La infraestructura petrolera del EI ha sufrido daños considerables, aunque la ilegal venta de crudo sigue siendo su mayor fuente de financiamiento, mientras la recuperación de territorio por el ejército sirio, respaldado con miles de combatientes iraníes, es insignificante: los yihadistas controlan cerca de 130 mil kilómetros cuadrados frente a los 30 mil en manos del gobierno y similar número de miles de kilómetros cuadrados dominado por los adversarios no radicales de Al Assad y los kurdos.

Rusia es consciente de que no se podrá derrotar al EI y a otros grupos yihadistas en Siria sólo con ataques desde el aire. Es indispensable, de modo paralelo, llevar a cabo una operación terrestre, que las tropas leales al gobierno sirio no están en condiciones de realizar y ninguna fuerza externa, salvo los iraníes, quiere emprender ante las previsibles y elevadas bajas.

Entre los retrocesos de la participación rusa figura la ruptura con Turquía por el derribo de un Su-24 y, entre los riesgos directos, al aumentar las inevitables bajas entre la población civil siria, en esa medida crece la amenaza de atentados terroristas contra Rusia.

En contraste, son evidentes los beneficios políticos para el Kremlin: demostró tener un ejército bien armado para defender sus intereses geopolíticos lejos de su territorio, evitó lo que parecía inminente derrocamiento de un aliado en Medio Oriente y creó el contexto para que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara por unanimidad una suerte de hoja de ruta para un arreglo político en Siria, si bien aún falta lograr consenso sobre el futuro político de Al Assad y sobre los participantes en las negociaciones para instalar un gobierno de transición.

Con su gambito sirio, Rusia rompió el bloqueo diplomático que Estados Unidos estableció en su contra en febrero de 2014 y se reanudó el diálogo al más alto nivel, pero la agenda ya no se limita al tema de Ucrania y comienza a considerarse la posibilidad de levantar las sanciones, ampliadas por inercia en fecha reciente.

El gran desafío para 2016 es conseguir que la operación militar contra los yihadistas se efectúe bajo mandato y coordinación del Consejo de Seguridad de la ONU, sin lo cual será muy difícil poder poner fin a la guerra en Siria en condiciones dignas.