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20-D: España, nuevo mapa político
L

os más de 22 millones de votantes que acudieron ayer a las urnas en las elecciones generales de España participaron en una reconfiguración significativa, aunque no necesariamente radical, del sistema político heredado por la dictadura franquista en el país europeo.

Según los resultados oficiales, con más de 99 por ciento de los votos computados, el gobernante Partido Popular (PP, derecha), encabezado por el actual presidente Mariano Rajoy, refrendó el primer lugar obtenido en 2011, aunque con una estrepitosa caída: de los 186 diputados obtenidos hace cuatro años, sólo pudo refrendar 122; se quedó, en consecuencia, muy lejos de los 176 representantes necesarios para alcanzar mayoría absoluta y para configurar un gobierno por sí sólo, y se verá obligado a pactar con alguna otra organización para mantenerse en La Moncloa.

Por su parte, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE, centroizquierda) logró mantenerse como segunda fuerza política y principal bancada opositora, pero exhibió al mismo tiempo su peor desempeño electoral en la llamada era democrática de España: obtuvo poco más de 5 millones 500 mil votos y 91 diputados.

El común denominador de la caída de los dos pilares del sistema partidista ibérico es el evidente hartazgo de un sector creciente de la sociedad española frente a los gobiernos socialistas y populares, atribuible en buena medida al respaldo otorgado por ambas formaciones a las políticas de ajuste dictadas por la troika europea y a los escándalos de corrupción en que se ha visto envuelta la cúpula del partido de Rajoy. Con todo, da la impresión de que el voto de castigo contra esos partidos no ha sido tan severo como se esperaba y que el bipartidismo tradicional español, aunque mermado, logró sobrevivir al 20-D. Particularmente significativo es que el PP haya obtenido, pese a todo, más de 7 millones de sufragios.

La jornada de ayer confirmó el avance de las dos nuevas organizaciones surgidas de la sociedad en años recientes: Podemos, de izquierda (69 escaños), y Ciudadanos, de centroderecha (40 representantes), las cuales se convierten en actores relevantes del mapa político electoral. El retroceso en el voto duro de las fuerzas partidistas tradicionales se explica como resultado de la irrupción de estas organizaciones nuevas: Podemos es una agrupación surgida al calor de las movilizaciones sociales de los indignados que ha conformado su programa a partir de causas y reivindicaciones populares, y Ciudadanos busca capitalizar el repudio generalizado a los políticos de siempre, aunque sin aterrizarlo en una plataforma de cambio clara y contrastada, y recuperando la parte central de la agenda neoliberal del PP.

De esa forma, España entra en un periodo de pluralidad y de competencia política que no se traduce en lo inmediato en certidumbre. La probable alianza entre el PP y Ciudadanos no alcanza a sumar los parlamentarios necesarios para formar un gobierno. Otro tanto ocurre con la coalición que podrían formar el PSOE y Podemos, que se quedaría unos cuantos escaños debajo de la mayoría absoluta. En ambos casos, cobraría especial relevancia el papel de los partidos minoritarios.

Una alianza menos probable, pero no por eso descartable, es la que podrían formar el PSOE y el PP, los cuales tienen diferencias programáticas insalvables pero se diluyen cuando ejercen el poder, como quedó demostrado con la adopción de medidas de choque por parte de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Sería paradójico que la voluntad ciudadana que se expresó ayer en las urnas en favor de la pluralidad y la apertura del sistema partidista español tuviera que conformarse con un reforzamiento mutuo de las viejas estructuras partidistas.

La política española, en suma, amanecerá este lunes en una situación de incertidumbre que irá disipándose en horas y días próximos, en la medida en que los dirigentes partidistas muestren sus cartas y se inicie el juego de las alianzas. Está por verse si los integrantes de la clase política tradicional de la península serán capaces de asimilar el golpe recibido ayer, y si las nuevas formaciones partidarias lograrán hacer valer los resultados obtenidos con miras a la transformación institucional y económica que España requiere con urgencia.