Opinión
Ver día anteriorMiércoles 18 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Vatileaks II: corrupción, despilfarro y codicia
L

os libros Viacrucis, del periodista italiano Gianluigi Nuzzi, y Avaricia, de Emiliano Fittipaldi, presentados por separado el 4 de noviembre en Roma, revelan una verdad que ya conocíamos: la curia romana es una manzana podrida. Los libros destapan dispendios excesivos, riqueza injustificada y ocultamiento en las finanzas vaticanas con base en documentos confidenciales, que han conducido a dos recientes detenciones en el Vaticano. Como expusimos en nuestra colaboración, tanto el sacerdote español Lucio Vallejo Balda, prelado del Opus Dei que permanece preso en el Vaticano, con la italiana Francesca Chaouqui han sido detenidos bajo los cargos de difusión de documentos internos del Vaticano y conspiración.

El papa Francisco, este domingo 8 de noviembre en la plaza de San Pedro en Roma, tras el rezo del Ángelus aseveró: Quiero asegurarles que este triste hecho no me apartará de la reforma de la Santa Sede que estoy llevando a cabo con mis colaboradores y el apoyo de todos ustedes. Con firmeza, enfatiza: “Sí, con el apoyo de toda la Iglesia, porque la Iglesia se renueva a través de la oración y la santidad cotidiana… Yo mismo pedí hacer ese estudio. Yo y mis colaboradores ya conocíamos bien estos documentos, y se han tomado medidas que han empezado a dar frutos, algunos visibles”. Francisco mismo avala la autenticidad de los documentos filtrados.

Si bien las revelaciones no son del todo novedosas, su valor radica en que están sustentadas por las indagatorias que el mismo Francisco ordenó. ¿Cuáles son los principales escándalos financieros que relevan los libros en este nuevo caso llamado Vatileaks II? Primero desorden financiero, camuflaje de cuentas y dudosos manejos bancarios y mercantiles. Por ejemplo, el ocultamiento del valor real de propiedades inmobiliarias revaluadas en 4 mil millones de euros. Desvío de donativos gubernamentales para acondicionar lujosas mansiones de los altos cardenales de la curia. Por ejemplo, el lamentable caso de Tarsicio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, quien desvió donativos de la Fundación del Niño Jesús, obra destinada para niños en desamparo. Los recursos del gobierno sirvieron no para los fines institucionales, sino para remodelar una lujosa vivienda, descrita como un megapenthouse.

Los libros de Nuzzi y Fittipaldi se sustentan con documentos internos, bajo reserva: revelan el dispendio y privilegios de los monseñores del Vaticano. Mientras el Papa habita un apartamento de apenas 50 metros cuadrados, la alta burocracia vaticana vive en lujosos pisos de más de 500 metros en promedio. Por cada euro donado a la Iglesia, vía el óbolo, 60 por ciento va para mantener los privilegios de la curia, 20 por ciento de ahorro y sólo el restante 20 para obras de caridad. Otro personaje que queda balconeado es el cardenal australiano George Pell, actual prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede, invitado por Francisco para poner orden y transparencia en las finanzas del Vaticano. Dicho cardenal gasta mensualmente más de 70 mil euros en viajes, ropa de marca y costosas comidas. En Roma, en México y en cualquier otro país se llama a todo esto: corrupción. La extrañeza radica en que todos estos actores predican una moral que no practican, exhortan a la sociedad a vivir valores evangélicos que en los hechos contradicen. El libro de Nuzzi reproduce conversaciones en las que el papa Francisco se muestra preocupado y consternado por la corrupción de la curia, es decir, añade grabaciones de encuentros privados entre prelados y el Papa en las que se le escucha decir: Los costos están fuera de control, hay trampas. Es que hay gran opacidad en el llamado banco del Vaticano IOR, que se ocupa de la gestión de cuatro grandes fondos de caridad, que no dio ni en 2013 ni en 2014 un sólo euro a los necesitados o a la solidaridad, a pesar de tener activos por decenas de millones de euros.

Detrás de los libros Avaricia y Viacrucis no hay complot curial contra Francisco. Por el contrario, con tantos secretos e intrigas, miran con afinidad los esfuerzos reformistas del Papa argentino. Fittipaldi en la presentación de su texto afirmó: Yo simpatizo con el Papa, soy su partidario, porque me inspira una gran confianza. Sin embargo, veo las limitaciones que enfrenta, así como el tamaño de la empresa. Espero que mi libro permitirá a Francisco que tenga una mano más libre y firme. Por su parte, Nuzzi confirma por qué el Papa no es muy querido por los altos prelados de Roma, y declara: “Elegí el nombre de Viacrucis porque tiene un viaje muy difícil en la historia, un camino de calvario, de estación por estación. En suma, buscar una reforma frente a una curia que está fuertemente caracterizada por la inercia, la opacidad y la malversación”.

Efectivamente, la curia romana quiere como al final del pontificado de Juan Pablo II, y todo el de Benedicto XVI, que el papa Francisco reine, pero no gobierne la Iglesia. Francisco enfrenta una poderosa burocracia dispuesta a todo, menos perder sus privilegios. Una curia que no repara en desafiar la revolución dulce que quiere empujar Francisco y frena la velocidad de sus reformas. Aún resuena el regaño navideño de Francisco en diciembre de 2014, cuando le reprochó 15 pecados o patologías a su gabinete curial: La enfermedad de la ganancia mundana, del lucimiento. Cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para conseguir beneficios mundanos o más poderes. Es la enfermedad de la gente que busca insaciablemente multiplicar su poder y para ello son capaces de calumniar, difamar y desacreditar a los demás, incluso en periódicos y revistas. Naturalmente, para lucirse y demostrarse más capaces que los otros.

Finalmente, Francisco tiene una losa pesada que cargar. Un enemigo interno corrompido y enquistado desde hace décadas. El papa Bergoglio tiene el reto de realizar una inversión no financiera ni de recursos materiales, sino de valores morales, principios evangélicos y de transparencia. ¿Podrá Francisco impulsar sus reformas?