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Toros

Comenzó la apoteosis en la México: cortan 4 orejas a mansos de Hamdan y Xajay

Joselito Adame: despliegue de torería; Manzanares, honrar la memoria

Se equivoca el juez Ramos

Poco más de media entrada

Zotoluco, poco elocuente con su lote

 
Periódico La Jornada
Lunes 26 de octubre de 2015, p. a39

Alguna vez le oí decir a Juan Belmonte, bueno, en realidad pude leer que dijo más o menos: algún día habrá un torero que le haga faena a todos los toros, pero ya no supe si por la monoembestida de las reses posmodernas o por el talento de un lidiador. En cualquier caso, con la corrida inaugural de la temporada grande 2015-16 en la Monumental Plaza México dio comienzo la apoteosis programada: conceder orejas por faenas a toros descastados y ordenar arrastre lento a sus despojos, gracias a la torería de sus matadores no a la bravura de las reses, como corresponde.

Joselito Adame (26 años de edad, ocho de alternativa y 41 corridas toreadas este año, 23 entre España y Francia y 18 en México) regresó a la plaza que imprudentemente le negó el acceso la temporada pasada para demostrar que a base de vocación, disciplina, compromiso y esfuerzo se ha convertido, ni más ni menos, en el torero mexicano a vencer por propios y extraños, en México y en el resto del mundo, y una vez que tuvo el tino de bajarle dos rayas al chantilly de sus ternos.

A su primero, con el desalmado nombre de Gravado (sic) en el alma, de Julián Hamdan, lo recibió con suaves y ajustadas verónicas. Tras tomar el toro una vara quitó por chicuelinas, presenció cómo la peonada mal cubría el segundo tercio y brindó al público, que hizo poco más de media entrada, demostrando que si se le ofrece un espectáculo atractivo asiste a las plazas, no porque haya que salvar a la fiesta de gratis.

Solvente, solemne y fácil, con el feliz resultado que da el oficio asimilado con inteligencia, empezó con muletazos por alto para luego bajar la mano en tandas despaciosas por ambos lados a un astado dócil y repetidor pero soso. Tras un pinchazo y media estocada y sin que hubiera petición mayoritaria, el juez Jorge Ramos soltó una oreja y, aguas con las apoteosis, ordenó arrastre lento a los despojos del burel.

Con su segundo, Javito, de Xajay, este hidrocálido supo que tenía que duplicar la dosis de torería exhibida. Tras una larga cambiada, suaves lances y vistosas zapopinas –lo de lopecinas, del listillo Juli, se encargó de desmentirlo Adame en los ruedos europeos–, el público volvió a vibrar cuando la montera de José cayó de nuevo boca abajo tras el brindis. Ocho o 10 muletazos de hinojos en tablas, templadas series con ambas manos y la corroboración de que los toros no funcionan porque sí sino por la tauromaquia de algunos, incluido el poder suave de Joselito Adame, que tras ceñidas manoletinas decidió matar en la difícil suerte de recibir, que hoy su alternante Manzanares, experto en la misma, no atinó a ejercer. Dos orejas a ley otorgó el juez, quien protagonizó otro petardo al ordenar otro arrastre lento y volver a confundir repetitividad con bravura.

La tauromaquia de Joselito Adame es valiosa porque hace que funcionen la mayoría de los toros, potenciando su mansedumbre hasta hacerla parecer bravura. Vaya, no sólo es poderío sino su capacidad de hacer lucir a los mansos.

El alicantino José María Manzanares, enfundado en un precioso terno azabache con pasamanería negra, incluido chaleco y corbatín, como lo hace a partir del fallecimiento de su padre, bordó una inteligente faena a su primero, Imborrables momentos –dale con la creatividá– de Hamdan, embarcando muy bien las embestidas tanto por el izquierdo como con la diestra. Tras dejar una estocada entera hubo discreta petición, pero el juez soltó la oreja en lo que habrá de ser mitotera política de premiación. A su segundo, de Xajay, otro sin transmisión y rajado, tras escuchar un aviso lo despachó de feo metisaca.

Eulalio López, Zotoluco, fue pero casi no estuvo.