Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 20 de septiembre de 2015 Num: 1072

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Papeles Privados
José María Espinasa

Habitar la noche
Renzo D’Alessandro

Un día en Ciudad
de México

Héctor Ceballos Garibay

La imagen contra
el olvido: a treinta
años del terremoto

El terremoto de 1985:
“absurda es la materia
que se desploma”

Gustavo Ogarrio

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Agustín Ramos

Revolución y literatura (II Y ÚLTIMA)

4. Escrito en 1925, entre la debacle de Kronstadt y el crack de 1929, Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión es un folleto de cincuenta páginas. En él se concede la misma importancia al adoctrinamiento, a las medidas de seguridad de los activistas y a la justificación de la represión ejercida por el entonces incipiente gobierno soviético.

Tal vez por estar inmerso en una aurora revolucionaria y por la visión providencial de la historia característica del marxismo plejanoviano, Victor Serge, el autor del folleto, magnificaba la potencia revolucionaria menospreciando la capacidad de la contrarrevolución; por ello, el aspecto doctrinario de este opúsculo –su confianza ideológica, su vigor propagandístico– comenzó a verse desmentido un lustro más tarde, cuando Stalin usurpó el poder y empleó iguales o peores mecanismos represivos para segar la revolución e instaurar un capitalismo de Estado que aún hoy se designa, con sarcasmo voluntario, como “socialismo realmente existente”.

El parto histórico que el Serge poeta y novelista pudo describir con dolorosa clarividencia en la obra escrita entre 1930 y 1940 –luz incierta “de alba o de crepúsculo”, “poderosas noches ciegas”–, debió resultar de una oscuridad indescifrable para el Serge militante entre los años 1917 y 1930.

5. “En 1917 –escribía Serge en su manual sobre la represión–, la autocracia se derrumbó sin que las legiones de soplones, de provocadores, de gendarmes, de verdugos, de guardias municipales, de jueces, de generales, de curas, pudieran desviar el curso inflexible de la historia. Los informes de la policía secreta… constatan la proximidad de la revolución y prodigan al zar advertencias inútiles.”

Hacia la mitad del texto, Victor Serge anotaba: “La provocación es mucho más peligrosa, por la desconfianza que siembra entre los revolucionarios...” Más adelante señalaba: “…el estudio del mecanismo de la policía secreta zarista nos revela que su fin inmediato es más el de conocer que el de reprimir: conocer para poder reprimir a la hora señalada, con  todo o en la medida deseada…” Y casi para terminar, decía: “La provocación policial es el arma principal de los regímenes en descomposición. Consciente de su impotencia para prevenir o para impedir, su policía suscita iniciativas que reprime de inmediato.”

Pese a tener noventa años, este escrito conserva vigencia. No tanto frente a los métodos de vigilancia y castigo de los actuales Estados policíacos que van suprimiendo los últimos vestigios del Estado benefactor –aunque sigan privilegiando la infiltración de provocadores y la sistemática calumnia masiva contra las luchas populares, sino por descripciones confeccionadas como a la medida del México actual: “En la cúspide del poder, una dinastía degenerada rodeada de imbéciles. El barbero cuidaba mediante hipnotismo la salud vacilante del presunto heredero. Rasputín quitaba y ponía ministros desde sus habitaciones privadas. Los generales robaban al ejército, los grandes dignatarios saqueaban al Estado. Entre este poder y la nación, una burocracia innumerable vivía sobre todo del cohecho.”

6. En Memorias de mundos desaparecidos (1901-1941), como para desmentir a quienes ven la paja de la carencia de autocrítica en la barricada ajena, Serge analiza todos los factores que condicionaron y torcieron la Revolución rusa. Y  refiriéndose con integridad e imparcialidad a quienes entre 1917 y 1927 constituían la vanguardia revolucionaria, reconoce que “el peligro también estaba en nosotros”.

La mayoría de la obra de Victor Serge es casi inaccesible. Sin embargo, parte de ella se consigue con Siglo XXI y con El Equilibrista o en las librerías de viejo.

Las citadas Memorias, aparte de ser un completísimo camino introductorio al tiempo, a la vida y a la obra del gran revolucionario, vienen acompañadas –aunque sin el crédito ni el realce merecidos– por las ilustraciones de Vlady, quien además rescató la versión definitiva de un testimonio antípoda de los testimonios del comunismo ortodoxo.

Vlady Victoriovich Kíbalchich, digno hijo de Victor Serge, glosa, con una suerte de rasguños irremediables, la piel sorda y ciega de estos mundos que desaparecen y, a la vez, desnuda la esperanza que de ellos surge: una esperanza inaccesible siempre e indispensable ahora.

Demonios revolucionarios, exposición de cuarenta años de obra plástica de Vlady, está abierta al público en el Centro Vlady, Goya 63, Mixcoac, de lunes a viernes, de 10 a 19 hrs.