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De manera súbita irrumpió a capella la letra de la emblemática canción

Querían escuchar al tenor y complació con Cielito lindo
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Elena Poniatowska, Plácido Domingo y José Areán, entre otros, al frente. Detrás del tenor, Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura del DF, al final del concierto
 
Periódico La Jornada
Domingo 20 de septiembre de 2015, p. 3

El concierto homenaje a las víctimas y rescatistas del terremoto de la ciudad de México de 1985 concluyó de manera festiva, en una celebración a la vida y la memoria, con la tradicional canción del Cielito lindo.

De nada sirvió al tenor Plácido Domingo disculparse aduciendo cansancio ni el hecho evidente de que se trataba para él de un momento de profunda emotividad. El público mantenía su insistencia: quería escucharlo cantar y se lo exigía de manera estridente.

Fue así como de manera súbita e inesperada irrumpió a capella la letra de esa conocida canción popular mexicana, interpretada por ese espontáneo coro formado por los casi 3 mil espectadores que se mantuvieron en el lugar por más de dos horas, ajenos a la intermitente y copiosa lluvia.

El cantante de origen español, con una sonrisa plena y coronado con un sombrero de charro, terminó por sumar su voz, lo mismo que hicieron Elena Poniatowska, los integrantes de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y todos los demás artistas que participaron en este concierto.

El acto fue organizado por el gobierno de la capital del país para conmemorar la noche del pasado viernes el movimiento sísmico que devastó parte de esta urbe el 19 de septiembre de 1985.

Este simbólico acto tuvo como sede la Plaza de las Tres Culturas del conjunto habitacional de Tlatelolco, plaza sagrada, según definió Poniatowska en un breve mensaje previo a la sesión musical, en la cual fue interpretada una selección del Réquiem de Giuseppe Verdi.

En este lugar, explicó la escritora y periodista, colaboradora de La Jornada, están nuestros muertos: los jóvenes estudiantes asesinados en 1968 y las personas que perdieron la vida cuando el edificio Nuevo León se desplomó, dándose vuelta como una ola, debido al movimiento telúrico de 1985.

Plácido Domingo estaba sensiblemente tocado en sus emociones, sobre todo al final de la velada. Sus ojos enrojecidos y llorosos y su voz así lo denotaban.

No valieron las excusas

El público quería oírlo cantar, pues en esta ocasión se desempeñó como director huésped de la filarmónica capitalina, en lo que fue el primer trabajo conjunto para ambas partes.

Se disculpó diciendo que estaba cansado por haber actuado el jueves en la ciudad de Los Ángeles, California, y que no había dormido en su viaje hacia México.

“En una ocasión como ésta –explicó–, la emoción es tan grande que tampoco estaría en condiciones de cantar después de haber dirigido a esta gran orquesta y estos enormes solistas, pero les prometo que vendremos a hacer algo cuando me sienta en condiciones”. Respaldó lo dicho por Elena Poniatowska, de que la Plaza de las Tres Culturas es un lugar significativo para todos, lleno de recuerdos.

“Vivamos, pues, con la emoción de hoy y con la esperanza de que nunca vuelvan a suceder las tragedias que han sucedido en este lugar. Esperamos que la próxima vez no sea un Réquiem, sino una canción verdaderamente alegre y podamos hacer un concierto porque las cosas vayan mucho mejor”, sentenció el cantante, y a los pocos segundos fue cuando la concurrencia se arrancó de forma súbita con el Cielito lindo.

Para muchos aún están muy vivas las imágenes del reconocido cantante cuando hace 30 años, sudoroso, vestido de mezclilla y camisa arremangada, participó de voluntario en los trabajos de rescate de las víctimas de ese terremoto, en el que perecieron cuatro de sus familiares.

Para la historia quedaron esas imágenes de televisión y decenas de fotografías en las que se le ve entre una inmensa nube de polvo, fragmentos de concreto y telarañas de varillas de acero que dejó el desplome del edificio Nuevo León, ubicado en esta zona, ese 19 de septiembre de 1985, como consecuencia del violento sismo ocurrido ese día a las 7:19 de la mañana.

La parte musical estuvo compuesta por las siguientes selecciones del Réquiem de Verdi: el Réquiem, el Diesi rae y el Libera me, estos dos últimos movimientos dirigidos por Plácido Domingo, mientras el primero estuvo a cargo de José Areán, titular de la filarmónica de la ciudad.

Como solistas participaron la soprano María Katzarava, la mezzo Grace Echauri, el tenor Dante Alcalá y el bajo Rosendo Flores, así como el Coro Enharmonia Vocalis. Todos, a la altura de una ocasión de esta naturaleza, con una interpretación que arengó los más nobles sentimientos y apeló a la memoria.