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Cumplió, sin apartarse del protocolo, el ritual cívico más importante del país

Con acarreos, protestas y sin cena, Peña Nieto solventó la noche del Grito

Miles de mexiquenses fueron traídos de municipios conurbados a la Plaza de la Constitución

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El presidente Enrique Peña Nieto y su esposa durante la ceremonia del GritoFoto Roberto García
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Periódico La Jornada
Jueves 17 de septiembre de 2015, p. 10

Una banda de guerra instalada debajo del balcón central de Palacio Nacional anunció con una prolongada marcha militar la aparición del presidente Enrique Peña Nieto para cumplir, por tercera ocasión en su mandato, con la tradicional ceremonia del Grito de Independencia.

La noche del martes, con un cielo amenazante, pero al final de cuentas benévolo, el mandatario ondeó la bandera nacional entregada por la escolta del Colegio del Aire, tañó la campana de Dolores, trasladada a Palacio Nacional en 1896, y sin apartarse de la proclama original lanzó los ‘vivas’ a los héroes de la Independencia nacional.

Desde abajo, en las primeras filas, le respondían centenares de ciudadanos mexiquenses, quienes desde el primer año del actual gobierno federal son traídos de los municipios conurbados para ocupar la Plaza de la Constitución.

Decenas de autobuses salieron muy temprano de Tecámac, Tultitlán, Ecatepec, Coacalco, Chalco, Cuautitlán y demás –incluso en algunos casos, con amenazante oficio municipal de por medio para la burocracia– trayendo a familias completas para dejarlas en la Plaza de la Constitución cerca de las dos de la tarde, a la espera de una fiesta cuyo acto culminante no duró ni 15 minutos.

Con más o menos rigor, todos –no pocos capitalinos también se animaron a ir al Zócalo– pasaron los filtros instalados en las diversas avenidas de acceso. Nada de botellas –así fueran de plástico–, encendedores, aerosoles, bolígrafos, hojas de papel... etcétera. Y fueron centenares las pertenencias decomisadas, porque al final, en uno de lo pasillos improvisados por las fuerzas del orden, éstas dejaron una gran pila de dichos objetos tirados al paso.

Las horas de espera fueron amenizadas por Belinda, Moderatto, el colombiano J. Balvin y la Arrolladora Banda Limón. La única comida fue distribuida en recipientes inofensivos: los líquidos en bolsas de plástico, lonches en envolturas de papel y prácticamente sin vendimia de antojitos.

Las canciones de la Arrolladora eran seguidas incluso por marinos, soldados y policías que custodiaban el Palacio Nacional, en el intento de disipar así su propio cansancio. Concluido el bailongo, por medio de las enormes pantallas se proyectó la imagen del presidente Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera cruzando los salones del recinto para cumplir el ritual cívico anual más importante del país.

Ubicados en los balcones, los invitados de la Presidencia siguieron la ceremonia y el despliegue de pirotecnia.

De entre la multitud apareció también a esa hora una leyenda para increpar al presidente Peña que portaban, plasmada en camisetas, varios jóvenes

Quince minutos después, los invitados pasaron al interior de Palacio Nacional, saludaron, se despidieron... y se fueron.

No hubo reporte oficial sobre cuánto tiempo convivieron el Presidente y su esposa con el cuerpo diplomático, funcionarios del gobierno federal y representantes de los poderes Legislativo y Judicial. Sin embargo, a la medianoche y fuera de la Puerta de Honor –reservada para uso exclusivo del titular del Ejecutivo– la valla de guardias presidenciales, el convoy y la escolta aún aguardaban. El Zócalo ya lucía vacío.