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La guerra sucia de Turquía contra el terrorismo
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Niños kurdos recolectan esquirlas luego de los bombardeos del gobierno de Turquía contra inmuebles del Partido de los Trabajadores del Kurdistán en la comunidad de AmadiyaFoto Reuters
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esde el 25 de julio Turquía ha estado lanzando ataques aéreos en territorio iraquí, pero el gobierno del presidente Recep Erdogan ya no está combatiendo solamente al llamado Estado Islámico (EI), sino que, de paso, ordena bombardear los campos de los rebeldes independentistas kurdos en el norte de Irak.

Es la primera vez que eso ocurre en cuatro años y desde cuando, hace dos años, se estableció un cese el fuego entre el Estado turco y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). La lucha a la amenaza terrorista utiliza, entonces, una doble hacha, justificada por la emergencia del califato y la necesidad de respuestas inmediatas, contra el enemigo yihadista islámico radical y, asimismo, contra el antiguo enemigo interno separatista. Como si fueran lo mismo.

Ahora la tregua con el PKK ha sido interrumpida, debilitando un proceso de paz comenzado en 2012 dentro de un conflicto que ha dejado más de 40 mil muertos en más de 30 años. Según refirió el primer ministro turco, Ahmer Davutoglu, los ataques se dirigieron contra hangares, escondites y estructuras logísticas llenas de municiones sobre los montes Qandil, donde está la alta comandancia del PKK, que en seguida dio por terminada la tregua frente a la agresión y tras el fin de las condiciones que la mantenían, según el comunicado del brazo militar del partido.

Un muerto y tres heridos es el balance de los primeros raides militares, pero también se reportan más de 500 detenciones de militantes kurdos y de izquierda en Turquía. Pocas horas después de los ataques aéreos, 15 empleados de una central eléctrica turca de Sirnak, en el sureste, fueron secuestrados por militantes del PKK.

Los guerrilleros definieron los bombardeos como el error militar y político más grave cometido por el presidente turco y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). La iniciativa militar fue condenada también por las autoridades del Kurdistán iraquí y el presidente kurdo, Massud Barzani, expresó su desaprobación y denunció el nivel de peligro de la situación para que se termine la escalada de violencia.

Las incursiones de Ankara contra el PKK se perpetraron en conjunto con las operaciones contra los yihadistas del EI, quienes el 20 de julio consumaron un grave atentado en la ciudad turca de Suruc, cerca de la frontera meridional con Siria, matando a 32 jóvenes activistas socialistas que querían partir para Kobane como voluntarios para construir una biblioteca y un parque. A matarlos fue una chica como ellos, quien se infiltró cargada de explosivos y se martirizó para desatar la carnicería.

Básicamente Erdogan está utilizando el pretexto del combate al EI y el atentado de Suruc para atacar tanto al Estado Islámico, con el beneplácito de Estados Unidos, cuanto a las bases de los militantes kurdos.

Esta minoría aumentó su presencia en las elecciones de junio pasado: el izquierdista Partido Democrático de los Pueblos (HDP) obtuvo 80 escaños sobre un total de 500 en el congreso y el AKP de Erdogan perdió la mayoría absoluta después de 13 años de hegemonía parlamentaria.

En la región de Rojava o Kurdistán sirio, cuyo centro es la ciudad de Kobane, los kurdos han constituido una república democrática, una experiencia política innovadora y libertaria. Han avanzado sobre el EI de manera eficaz, sufriendo decenas de atentados suicidas como el de Kobane del 25 de junio, que anticipó un día los ataques simultáneos de los islamitas en Francia, Túnez, Somalia y Kuwait. Son los grupos que han combatido en el campo de batalla liberando ciudades y territorios. Los éxitos de los kurdos YPJ/YPG (Unidades de Defensa del Pueblo/de las Mujeres) contra el califato son evidentes, pero una región autónoma kurda en Siria es una gran preocupación para Erdogan.

Por tanto, el gobierno de Turquía, país miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y aliado de Estados Unidos, se presenta como una fuerza anti EI, pero permitió el tránsito de milicianos del califato en su territorio y ataca a los que luchan contra los yihadistas. En Turquía las manifestaciones de solidaridad para las víctimas de Suruc, que también se organizaron en otras ciudades europeas, han sido reprimidas por la policía y el ejército.

Los kurdos piden a la comunidad internacional una condena a las acciones del gobierno turco, la cual, sin embargo, tarda en llegar. En cambio, Erdogan propone la construcción de un muro en la frontera turco-siria que aislaría aún más la Rojava, baluarte de resistencia kurda contra el EI.

* Periodista italiano, colaborador de La Jornada Semanal