Editorial
Ver día anteriorMiércoles 3 de junio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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FIFA: renuncia y moralización
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ras el escándalo de corrupción que sacude a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), el suizo Joseph Blatter trató de aferrarse al cargo mediante una relección, pero ayer se vio obligado a reconocer que su posición era insostenible y puso su mandato a disposición; es decir, renunció, argumentando la necesidad del organismo de emprender una profunda renovación frente a los desafíos que no se detienen.

El máximo jerarca del deporte más popular del mundo, que es a la vez un insumo fundamental para la industria de la radio y la televisión, así como un negocio global tan astronómico como opaco, estaba, y sigue estando, en dificultades para explicar el descuido de la institución ante las trapacerías y corruptelas cometidas por varios de sus más altos funcionarios, entre ellos dos vicepresidentes y otros cinco dirigentes que fueron arrestados la semana pasada por la policía suiza, a pedido de tribunales estadunidenses, para que respondan por presuntos sobornos que suman 150 millones de dólares.

Hasta ahora ningún gobierno ha fincado cargo penal alguno en contra de Blatter –posibilidad que a estas alturas no debiera descartarse–, pero es evidente que en el suizo recae al menos una responsabilidad por omisión ante la turbiedad administrativa que existe dentro del organismo y que por décadas ha sido objeto de señalamientos y denuncias –infructuosas hasta hace unos días.

Tras el vuelco en la balanza no sólo se encuentra la animadversión contra Blatter de la Unión de Federaciones de Futbol Europeas (UEFA) sino también, y acaso más importante, el retiro de los apoyos de algunos de los patrocinadores principales de la FIFA, como Coca Cola, Visa y Budweiser. Por lo demás, debe tenerse en cuenta que en el destino del helvético influye también un rejuego de gran envergadura de la diplomacia y la geopolítica internacionales, en el cual potencias como Estados Unidos, Rusia y la propia Unión Europea buscan lograr posiciones de poder en el complejo deportivo, mediático, financiero y comercial en que ha sido convertido el futbol en los tiempos actuales.

La salida del viejo cacique –quien en 1998 sucedió en el cargo a otro hombre cortado con la misma tijera, su mentor, el brasileño Joao Havelange– es un paso saludable en la dirección del necesario saneamiento del organismo, pero la renuncia no es, ni de lejos, suficiente para transparentarlo y rescatarlo de la descomposición. Se requiere de un gran consenso intergubernamental para someter a investigación y fiscalización las finanzas actuales y pasadas de la FIFA, así como la voluntad de esclarecer el tamaño y los alcances de una corrupción que, según indicios y antecedentes, ha exhibido por ahora sólo la punta de la madeja, y en la que es razonable presumir la implicación de otros funcionarios del organismo, de capitanes de empresa y de funcionarios y ex funcionarios de varios países. Por el bien del balompié cabe esperar que esos propósitos se concreten.