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Nosotros ya no somos los mismos

La restructuración política de Jesús Reyes Heroles que convirtió al PAN en empresa ordenada y gananciosa

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ace apenas unos días, don José Woldenberg dio a conocer una versión resumida de la plática que sobre don Jesús Reyes Heroles y la reforma política de 1977 había desarrollado en El Colegio de México, con motivo de los 30 años del fallecimiento del memorable (así lo calificó) secretario de Gobernación.

Comparto la mayoría de los juicios formulados sobre don Jesús. También el reconocimiento que hace de su inteligencia y sensibilidad política capaz de identificar, con precisión, el momento que le daba factibilidad a esa transformación de gran calado que él supo diseñar y promover, con eficacia extrema, en el tiempo y forma adecuados.

De su análisis lo que más me tocó, y de forma personal, fue la valoración que hace de la trascendencia, de las repercusiones inmediatas y mediatas que en la vida nacional ocasionó la restructuración del sistema político realizada en 1977.

Sería incapaz de cuestionar el papel fundamental de don Jesús, pero habiéndome correspondido desempeñar un rol de soporte o, lo que es lo mismo, haber sido un actor de reparto en esta excepcional producción política, son de mi conocimiento algunos singulares intríngulis que pueden ayudar a precisar las actuaciones de los múltiples actores que intervinieron en esta fundamental mise en scene, del capítulo generador de la etapa que ahora hemos llamado de la transición.

La concepción, el diseño, la construcción intelectual (y, por supuesto, jurídica) primero, y luego la operación efectiva, real de los acuerdos con los diversos grupos que constituían el espectro ideológico nacional, son imprescindibles, pero totalmente inútiles si no son avalados, suscritos, por quien está facultado para transportar las ideas perfectas del topus uranus al imperfecto mundo material. RH ya había podido comprobarlo: siendo presidente del PRI, durante el gobierno de Luis Echeverría, intentó por vez primera la reforma del 77. Los estudiosos de esa época dicen: Los tiempos y las condiciones históricas que tanto interesaban a RH fueron más lentas de lo que él pensó (sus reformas), se enfrentaron a las críticas y a la oposición de las fracciones conservadoras del partido y del grupo en el poder. La oposición interna fue tan poderosa que, pese a que el presidente Echeverría se había propuesto deslindarse de su dador, imprudentemente por cierto, desde los tiempos mismos de campaña, no consideró, que abrir ese frente interno era, en esos momentos, lo más conveniente.

Imagino que cuando horas antes de su protesta constitucional (primero de diciembre de 1976), López Portillo, según él mismo lo cuenta, dio a escoger (caso inusitado) a RH el puesto que prefería dentro de su gobierno, y éste, seguro, pagado de sí mismo como era, le contestó: secretario de Gobernación, ambos sabían, desde ese entonces, a qué le estaban apostando.

En menos de un año, mientras el Presidente procuraba restañar las cicatrices que el enfrentamiento entre el gobierno echeverrista y los diversos grupos del gran capital había ocasionado, el secretario de Gobernación se dedicó de tiempo completo a la cooptación de los tres partidos reconocidos legalmente y también, con gran esmero, de los sobrevivientes del inextinguible Partido Comunista Mexicano.

Las impresionantes gangas que la reforma ofrecía cayeron sobre el PAN (partido), como ese singular cuchillo de larga hoja de sierra que corta el pan (postre) de merengue: sin huellas, pero dividido de cuajo. La aceptación de las ofertas reyesherolistas por parte de los personeros panistas de la época, revivió la batalla primaria que venía de muchos años atrás, cuando se enfrentaron los principios del humanismo, del solidarismo, de la efectiva y real subsidariedad, de los postulados de la P opulorum progressio, de la opción de los pobres, de la doctrina social de la Iglesia, que sostenía Efraín Gómez Morín, frente a Ángel Conchello quien, por supuesto, no entendía absolutamente nada de esto. Él era un eficaz entrepreneur que supo convertir, con visión empresarial, la brega de eternidades en la suma de utilidades. El PAN de Conchello no fue un partido político, sino un corporativo moderno y redituable. La patria ordenada y generosa, se transformó en una empresa ordenada y gananciosa.

Cronológicamente las cosas fueron así: 1972: Conchello gana a Diego Fernández de Ceballos la presidencia del PAN (En ese entonces Diego rechazaba que los negociantes se apoderaran del partido: ¡La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida!, que dijera el amigo Blades). 1975: Seguramente para evitar la relección de Conchello, Efraín González Luna lanza su candidatura a la presidencia del partido. Gana y ocupa el puesto por breve tiempo. Renuncia y la suplencia, más breve aún, la cubre González Schmal. La difícil situación interior obliga a una presidencia inhibidora de disidencias y mandobles mortales (me refiero, por supuesto, en el cortísimo plazo): llega (por segunda vez) a la presidencia, Manuel González Hinojosa, quien en 1977 se afilia a la propuesta del gobierno lopezportillista y brinda su respaldo a la iniciativa de reformas constitucionales que dan nacimiento al nuevo andamiaje político electoral del país. El Presidente suavizó a los mandantes y el secretario de Gobernación operó con los mandatarios.

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El PAN sacó cuanto pudo a cambio de su apoyo a la reforma reyesherolista. Sobre todo, ya no tendría que solicitar permanentemente diezmos a los grandes capitales de Monterrey, Puebla, Jalisco, a cambio de indulgencias políticas. Al reconocer a los partidos políticos como entidades de interés público, el Estado contrajo la responsabilidad de velar por su vida y sustentoFoto Cuartoscuro

Por supuesto que no hay abogados de Acción Nacional (y para ser sincero, dejémoslo en abogados), que trabajen pro bono: El PAN sacó cuanto pudo a cambio de su apoyo a la reforma. Sobre todo, ya no tendría que solicitar permanentemente diezmos a los grandes capitales de Monterrey, Puebla, Jalisco, a cambio de indulgencias políticas (mejores que plenarias). Con la decisión constitucional de reconocer a los partidos políticos como entidades de interés público (artículo 41), el Estado contrajo la responsabilidad de velar por su vida y sustento. El artículo 50 de la Ley General de Partidos Políticos dice que éstos tienen derecho a: recibir, para desarrollar sus actividades, financiamiento público. Una buena parte del PAN arriscó la nariz, pero consideró que el potaje de lentejas fue insano en los tiempos de Antiguo Testamento, no ahora, en el imperio del antibiótico. Otra buena parte, modositamente opinó: no es de buenas familias comer y criticar al mismo tiempo, el maná caído del cielo. Exigieron cuanto pudieron, pero de entrada estaban convencidos de que esta era la coyuntura, tanto tiempo esperada, para hacer realidad el sueño de salir del ámbito testimonial de la lucha electoral y acceder, por vez primera desde 1939, al círculo anhelado del poder.

¡Hosanna! ¡Hosanna! O sea: Salva, ahora. Ayuda, te pedimos (Mateo 21: 9, 15. Juan 12: 13) coreaban los fieles militantes. Por fin Acción Nacional podrá comenzar a ser un organismo autónomo (del gran capital), con personalidad y régimen jurídico propios, con autonomía funcional y financiera. Este último concepto (autonomía, autosuficiencia financiera) fue definitivo para la aceptación de las reformas que entonaba el flautista de Hamelín cruz con Bucareli. Después de 37 años de inopia (la travesía judía duró 40 años), por fin se había llegado a la Tierra Prometida del presupuesto y las prerrogativas.

Lo anterior me provoca un pecaminoso sospechosismo: ¿Los neopanistas que se han venido reproduciendo, como se dice lo hacen los hongos y los conejos, a partir de los escalofriantes subsidios que el Estado otorga a su organización, se atreverían a ser simples adherentes o simpatizantes a título honorífico? Cuando digo que la familia panista se vio presa del más agudo divisionismo, no metaforeo (arbitraria transformación de un sujeto en un verbo, pero que se entiende, si se quiere): Don Luis Calderón Vega, fundador se Acción Nacional y padre de Felipe de Jesús, renunció a su partido de toda la vida. Igual que Efraín González Morfín consideró que si el Estado al que quieres cambiar patrocina tu intento, algo huele mal a muchos kilómetros de Dinamarca.

En previsión de algunos reclamos que veo en el horizonte. Hernán: Es evidente que usted le está dando vueltas al caso Aristegui tal vez con la esperanza de que sus lectores, por cansancio, nos olvidemos del asunto. Águila Roja: Supermamón. El fatuo de siempre. (Coincido contigo en la primera mitad. Si me conoces verás que soy de lo más sencillo). Quiero aclararles, Hernán, Águila y algunos miles más, qué aunque lo duden ya empecé, aunque contestando, como lo relata un famoso gracejo estudiantil, por la ficha de Los fenicios. Pienso sinceramente y sin azote alguno que si en unas cuantas palabras hago pública mi opinión sobre el litigio Aristegui vs MVS, esa declaración tiene menos valor que si desmenuzo, hasta donde mis conocimientos lo permiten, todos los antecedentes de la legislación vigente que es la base para dar justa resolución a este conflicto, ha quedado claro, de interés nacional.

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