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¿Eso es vida?
C

uesta trabajo imaginar que en México haya un público potencial para el documental La vida misma, de Steve James, fuera de críticos y otros profesionales de la industria interesados en la figura del fallecido Roger Ebert. En primer lugar, está centrado en un crítico de cine –profesión no asociada con una vida particularmente apasionante–; en segundo, Ebert no fue muy conocido en nuestro país, porque la fuente de su popularidad en Estados Unidos fue el programa televisivo Siskel & Ebert, que sólo un suscriptor a la televisión por cable podía ver aquí en su momento.

A título personal, debo señalar que nunca fui devoto de las críticas de Ebert y que, en las pocas ocasiones en que me asomé al susodicho programa, me resultaban antipáticos tanto él como su colega Gene Siskel. Mi punto de vista en cuanto a la película estaba, pues, precedido de un prejuicio. Ahora bien, La vida misma es el primer documental sobre un crítico de cine, sin duda el más famoso del mundo y, como tal, cumple la función de pintar un retrato positivo de una profesión colmada de neurosis.

Filmado en los últimos cuatro meses de su vida, cuando Ebert estaba consciente de que no vería el resultado final, el esmerado documental describe, por un lado, la historia de su vida y, por otro, su lucha cotidiana con un cáncer que le ha hecho perder el maxilar inferior y, con él, la capacidad de hablar, comer y beber. Ebert sólo podía comunicarse mediante su computadora y un sintetizador que vocalizaba como robot. (Los extractos del libro autobiográfico del mismo nombre son leídos por el actor Stephen Stanton, cuya voz se aproxima a la del crítico.)

Resulta interesante enterarse de los comienzos precoces de Ebert, su afición a las bebidas etílicas y a las damas de compañía; que haya escrito el guión de Beyond the Valley of the Dolls (Russ Meyer, 1970) influido por su gusto por las mujeres de pechos grandes; su renuncia al alcohol en 1979; su redención personal al casarse a los 50 años con Chaz, la afroamericana a la que conoció en una sesión de Alcohólicos Anónimos, y cuyos hijos adoptó como propios.

La vida misma no evade el punto crucial de las objeciones que se le hacían al programa Siskel & Ebert, y su reductiva calificación de una película con los pulgares arriba o abajo, o sea el crítico elevado a la posición de emperador romano. Colegas respetables como A.O. Scott y Richard Corliss abundan sobre ese debate. Sin embargo, gran parte del peso emocional de la cinta radica en la improbable historia de amistad que se dio entre Ebert y Siskel, dos personalidades opuestas que, en un inicio, se detestaban. El hecho que el segundo haya sucumbido también al cáncer le dio a la relación una forma de destino compartido.

La mayor parte de la emotividad corresponde a los esfuerzos con los cuales Ebert, ya desfigurado en una imagen terrible, continuaba con sus actividades profesionales como si nada, bajo una increíble ética de trabajo. Además, inició un blog y un sitio de web con su nombre. Fui testigo de cómo el crítico no dejaba que sus males le impidieran asistir a festivales de cine, en compañía de su inseparable Chaz. Ebert no era un crítico particularmente profundo ni perspicaz. Pero nadie duda de que fuera chambeador y entusiasta por el cine como pocos, en una especie de épica de la nerdez. Si bien ser un crítico de cine implica llevar una existencia vicaria a través de lo que se ve en pantalla –ya lo dijo García Riera, parafraseando a Truffaut: El cine es mejor que la vida– Roger Ebert supo ejercer una vitalidad propia. La vida misma lo hace evidente con un tono personal y afectuoso.

La vida misma
(Life Itself)

D: Steve James/ G: Basado en el libro Life Itself, de Roger Ebert/ F. en C: Dana Kupper/ M: Joshua Abrams/ Ed: Steve James, David E. Simpson/ Con: Roger Ebert, Chaz Ebert, Raven Ebert, Martin Scorsese, Werner Herzog/ P: CNN Films, Film Rites, Kartemquin Films. EU, 2014.

Twitter: @walyder