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Toros

Tercera corrida: llegó El Buen Fin ¿de la fiesta? a la Plaza México

Fermín Rivera y José Mauricio cortan oreja; a Juan José Padilla le indultan un toro

Encierro escaso de presencia de Villacarmela; envió 2 toros con transmisión y una hermana de la caridad

 
Periódico La Jornada
Lunes 17 de noviembre de 2014, p. a39

Ante tanta violencia y tanta crueldad en la sociedad mexicana que los animalistas y antitaurinos no alcanzan a detectar o prefieren ignorar, mejor me pongo positivo.

En la cuarta corrida de la temporada como grande en la Plaza México se lidió un encierro escaso de trapío de la ganadería de Villacarmela para oootra desalmada combinación, en la que alternaron el diestro español Juan José Padilla, con por lo menos 75 corridas toreadas en lo que va del año, 68 tardes en España y siete en México, más las sumadas en Francia y Sudamérica; el potosino Fermín Rivera, hasta ahora con 17 festejos en 2014, y el capitalino José Mauricio, con 11 tardes. El coso registró un cuarto de entrada.

¿Por qué desalmada combinación? Porque la empresa nomás no tiene voluntad para estimular a toreros mexicanos que han triunfado en temporadas anteriores poniéndolos a alternar con las figuras importadas, sino que los distribuye en términos de comodidad para aquéllas.

Empecemos por el final o, mejor dicho, por la apoteosis propiciada con el consabido torito de regalo, que en tiempos prenavideños y manipulados buenos fines resulta más que oportuno. No después del último par, como ordena el reglamento, sino cuando José Mauricio ya había tomado muleta y estoque, el diestro jerezano Juan José Padilla, quien pechó con el peor lote, decidió anunciar un toro de regalo –Sonajero–, con 486 kilos, también de Villacarmela y con menos trapío, si cabe, que sus hermanos, y al que lo que faltó de morrillo y trapío le sobró de alegría, nobleza y repetitividad. Ventajas de la corta edad.

Como el toro mostrara cualidades desde la salida, el valeroso Padilla, primer lugar este año en el escalafón de su país, lo recibió con suaves verónicas, revolera y brionesa. Tras la vara de trámite, Juan José, vendiendo siempre cada suerte, dejó un par trasero, luego un sesgo en lo alto y por último un violín preciso, y el público empezó a enloquecer. Empezó la faena por alto para enseguida ponerse a torear casi de salón, mostrando el torero más sitio, entrega y sentido del espectáculo que expresión estética, en incontables tandas por ambos lados, apuradillas pero siempre ligadas, gracias a aquella bondadosa embestida. Entonces el juez concedió el indulto, con ese criterio que ya no premia bravura sino buen estilo y repetitividad, que nunca han sido sinónimos, pero...

No se merecía el espigado y solvente Fermín Rivera esta combinación. Lo bueno es que se encontró con su primero, Madrileño, pitado de inicio por su pobre presencia, que llegó muy tardo pero claro y con voluntad a la muleta y al que cuajó una inteligente faena por ambos lados en la que derrochó colocación, sentido de la distancia y temple, hasta meter en su poderosa muleta al toro y a la gente. Tras un pinchazo arriba dejó una entera y entre su sabiduría torera, el público y el juez, se llevó la oreja. Su segundo no valió nada.

Tampoco José Mauricio debió estar en este cartel de consolación, sin embargo con su primero, Manzanito, el más decoroso del encierro, toreó con expresión y cadencia primero por sentidas verónicas y, tras el puyazo, por gaoneras de manos menos bajas.

El toro tuvo transmisión y fijeza que exigían mando y colocación para ligarle los muletazos. Hubo tandas con calidad y detalles finos, pero a la postre faltaron dominio y estructuración. Tras estocada entera y recibió una oreja que algunos protestaron. Cierta confusión y nerviosismo exhibió el torero, cuyas cualidades y disposición no se tradujeron en mejores resultados.