Directora General: Carmen Lira Saade
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Edición: Laura Angulo   29 de septiembre de 2014
Número Especial

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Presentación

Erosión costera en la península de Yucatán: las lecciones que no se aprenden
Ismael Mariño Tapia

Protección del tiburón ballena en el área de flora y fauna Yum Balam
Ricardo Torres Lara y Genny Paredes Alcocer

Solicitaron proteger Holbox pero...

Holbox: una mirada a través de la basura
Emma R. Alonzo Marrufo

Un desarrollo sostenible impulsado por un turismo responsable
Patricio Martin

Yum Balam: oportunidad para el turismo sustentable
Alejandra Serrano Pavón

Holbox, parte de un área natural protegida de flora y fauna

Los problemas de Holbox, noticia en la prensa mundial


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Holbox: una mirada a través de la basura

Antropóloga Emma R. Alonzo Marrufo

Conocí la isla de Holbox hace aproximadamente 20 años, como ese lugar aislado y lejos del mundanal ruido, como ese sitio paradisiaco por sus recursos naturales, impregnado de la sencillez y encanto de un tranquilo puerto de pescadores. Con sus calles de arena, una de las cuales, con rumbo al norte, terminaba en donde está la escuela secundaria y en donde inicia hoy la zona hotelera. Jamás pensé entonces que volvería a estar de nuevo en la isla, y menos aun en un plano profesional, invitada por el gobierno del estado de Quintana Roo para realizar estudios de generación de los residuos sólidos e impulsar una propuesta para su manejo comunitario, similar al llevado a cabo con éxito por la asociación civil Yaax Beh, AC, en el puerto de San Felipe, Yucatán, en el 2006.

Esta casualidad me dio la oportunidad de mirar el entramado social del lugar, visualizar una etapa envuelta en un inesperado impulso turístico y conocer un breve pero significativo lapso en la historia de su gente y del cambio cultural a que ha dado lugar. Primero, como pueblo de pescadores y, ahora, como polo turístico de corte internacional; del crecimiento de los servicios y la transformación de su economía, así como de los conflictos derivados de un problema complejo como es el anárquico desarrollo urbano y turístico.

El poblamiento de la isla ocurre durante el periodo de la guerra de castas de Yucatán, en 1859, por grupos de aproximadamente 40 familias que buscaban alejarse de las zonas en conflicto y que fueron realizando asentamientos dedicados a la agricultura, la pesca y la explotación maderera, principalmente del palo de tinte y del chicozapote. La vida cotidiana de los habitantes de la isla evolucionó de manera pausada hasta los años sesenta del siglo XX, durante los cuales su población siempre se dedicó principalmente a la pesca, seguida de la explotación del coco y de algunos cultivos agrícolas.

Es a partir de la década de los setenta del siglo pasado que la isla comienza a formar parte del circuito recreativo para viajeros, una vez que Cancún ha despegado e irradiado su impacto como el gran polo de desarrollo turístico en la región.

Hasta hace unas cuatro décadas, Holbox era fundamentalmente un puerto pesquero, de navegantes en embarcaciones de vela, guiados por el viento y las estrellas, curtidos por el sol y el mar. Las casas habitación de la isla no contaban con servicios básicos. La energía eléctrica llegó en 1975 operando solamente de 7 a 10 de la noche.  Es hasta principios de la década de los ochenta cuando se instala de manera regular dicho servicio y poco después el de agua potable.

No había servicio de recolección de residuos sólidos, por el poco volumen de generación y por ser residuos principalmente orgánicos. Eran los propios habitantes los que se hacían cargo del manejo y disposición de éstos en sus domicilios, aprovechándolos para la alimentación de animales de traspatio y combinando su descomposición natural con la quema y el entierro.

Los servicios de hospedaje eran cabañas o cuartos que rentaban algunas familias. Los comercios y restaurantes eran pocos y, salvo algunas excepciones, propiedad de los lugareños. Una época en la que el consumo de la población, de los servicios y el comercio se basaba en la demanda de productos naturales, principalmente derivados de la pesca y, en menor medida, de laterías, refrescos y cervezas retornables, que por esa condición así como entraban a la isla, así salían.

Los residuos generados en su mayoría eran de fácil biodegradación o bien aprovechados por los animales. No representaron hasta antes de la década de los setenta mayor problema de contaminación y de manejo para una población de aproximadamente 800 habitantes, con una tasa de crecimiento poblacional muy baja y turismo principalmente “mochilero”.

En un mediano plazo, distintos lugares del Caribe mexicano pasaron de pequeñas comunidades (entonces refugios de pescadores o pequeñas poblaciones ribereñas), a centros de corrientes turísticas de sol, playa y lujo, que crecieron aceleradamente sin más guía que la dictada por la búsqueda y facilidad para canalizar la mayor inversión inmobiliaria posible: isla Mujeres, Cozumel, playa del Carmen y la ahora llamada Riviera Maya.

Por el desarrollo turístico, la isla se ha visto envuelta en el consumismo y el incremento de la generación de residuos sólidos, paralelo al cambio en las características de éstos, pasando de desechos de fácil biodegradación a desechos más “rebeldes” por su tipo y volumen.

Se incorpora una creciente demanda de productos vinculados a los hábitos de consumo y características del turismo, diferentes a los de la población local, y cuyos desechos se suman además a los de una población flotante que se emplea en la industria de la construcción y en el sector turístico. Los refrescos y cervezas dejaron de ser retornables, se incrementan los bienes alimenticios contenidos en envases o en empaques (metales, vidrios o plásticos) y los residuos orgánicos ya no fueron solo domiciliarios, sino también de un creciente sector de restaurantes y hoteles con un volumen mucho mayor, junto a un incremento en la generación de aceites quemados, pilas, sanitarios, envases desechables, muebles viejos y otros productos chatarra.

Es así como los residuos sólidos se convierten en un problema, obligando a la ubicación de un sitio de disposición o vertedero de desechos en las afueras de la localidad, junto al cementerio y cercano al aeropuerto. Tiene, según los habitantes, más de 20 años de antigüedad y se utiliza principalmente la quema para intentar reducir el volumen depositado y controlar vectores.

Distintas iniciativas sociales de organización y educación comunitaria se han emprendido localmente para atacar el problema de la basura y han servido sobre todo para sensibilizar a los habitantes. Durante varios años, el gobierno estatal y el federal han canalizado recursos del programa Empleo Temporal para “sanear” el vertedero. Con escaso éxito ya que en pocos días se convierte de nuevo en un sitio sin control.

De 2008 a 2011, bajo un programa impulsado por la asociación Yaax Beh, AC, se realizaron estudios de generación de residuos sólidos y el diseño de un centro de transferencia y acopio de los reciclables. Lo financió la Secretaría de Medio Ambiente del estado y su construcción se realizó tres años después con recursos de esta institución y de Semarnat. También se capacitó e integró un grupo comunitario para el control y aprovechamiento de residuos reciclables, en condiciones dignas y con la participación responsable de varios hoteleros y empresarios de la isla que absorben ciertos costos de operación. Hay el apoyo financiero de la Conanp y la alianza Telcel-WWF para el equipamiento y la educación comunitaria. Lo anterior dio como fruto el control del sitio y el desalojo y comercialización de más de 90 toneladas de residuos reciclables. Desafortunadamente, el programa fue suspendido ante el cambio de autoridades municipales 2011-2013.

Holbox genera hoy entre seis y ocho toneladas diarias de desechos en periodos ordinarios y 12 toneladas o más en los de vacaciones y temporada alta del turismo. A pesar de ser una zona de turismo internacional y nacional, no cuenta con un transporte adecuado para la recolecta. El barrido es solo para las calles principales del centro y la playa, por lo que muchas otras calles y áreas de manglar de la isla se encuentran sucias. No se ha logrado el control adecuado en el sitio de transferencia, ni la disposición final en el continente, a pesar de los esfuerzos realizados por los  gobiernos estatal y federal en la construcción de un relleno sanitario en 2008 y su ampliación en 2012 en Kantunilkin, cabecera municipal.

Incansables han sido desde entonces las demandas y las quejas de habitantes, hoteleros y restauranteros a las autoridades de los tres ámbitos de gobierno para que Holbox cuente con un sistema adecuado de recolecta y manejo de sus residuos sólidos y se evite la contaminación por infiltración de lixiviados, los riesgos a la salud, daños ecológicos y la degradación del medio.

Estas condiciones de ínsula y de área natural para la protección de la biodiversidad, la ausencia de políticas públicas correspondientes, la falta de compromisos a mediano plazo por parte de autoridades municipales y la presencia de ciertos usos y costumbres en la cultura política, colocan a Holbox en una situación compleja para cumplir con las disposiciones derivadas del marco normativo del país en materia de desechos.

Por ello, los desechos son una constante fuente de tensiones y conflictos derivados de no satisfacerse las justas demandas de los pobladores y propietarios de hoteles, comercios y restaurantes, en busca de un Holbox limpio.

La isla nos muestra también cómo el crecimiento acelerado del turismo rebasa las condiciones locales y municipales para controlar la generación de residuos y su manejo adecuado, provocando una tensión constante e innecesaria entre los habitantes de la isla y las autoridades.

Los residuos nos muestran la deuda que ha dejado el arribo de miles de turistas y cuyo costo lo absorbe hoy un pueblo no mayor a los 2 mil habitantes. Así como los efectos que deja la falta de experiencia técnica, recursos, voluntades y capacidades locales y municipales para darle una solución integral al problema.

Sin embargo, Holbox también nos muestra que la ciudadanía ha dado importantes muestras de participación y de decisión para afrontar el reto; que los caminos de diálogo e integración de esfuerzos entre ella y las autoridades han dado resultados cuando se tienen estrategias adecuadas y se busca el beneficio para todos.

Estos apuntes no tratan sobre la nostalgia que trae un paraíso perdido. Son un reclamo ante la incapacidad política para imponer valores distintos a los que en la actualidad dominan las relaciones entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza. Reiteraría que la experiencia personal obtenida en esta travesía un tanto fortuita por isla Holbox, es una lección de cómo se establecen los lazos de comunicación que unen, en el tiempo, el acontecer de un microcosmos que en 40 años se hace visible, originalmente exento de contaminantes, con un mundo presente que se enfrenta inevitablemente con las amenazas que trae el mundo global. Algo que en aquel entonces pocos llegamos a imaginar.