Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Cabriolas
Carlos Martín Briceño
El defensor del ruido
Paula Mónaco Felipe entrevista
con Mario Lavista
Dos filmes sobre el
golpe de Estado chileno
Marco Antonio Campos
Adolfo Bioy Casares
cumple cien años
Harold Alvarado Tenorio
Las edades narrativas
de Bioy Casares
Gustavo Ogarrio
Carta a Descartes
Fabrizio Andreela
El espejo
Miltos Sajtouris
Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
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La Jornada Semanal
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Rogelio Guedea
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Jotquéis
Mi mujer me dice, desde la cocina: los niños van a desayunar jotquéis, ¿qué vas a querer tú? Deberías cambiar aunque sea un día y comer jotquéis. Tienen todos los nutrientes. Mira: y me enseña el interior del tazón donde revuelve harina, huevo, leche. Nunca quieres jotquéis, siempre huevo, frijoles, tu mentado chile verde, tu queso duro, seguro tus tortillas rancias ya. No sales de lo mismo. Cambia un poco. Mira: me acerco y vuelvo a ver el interior del tazón donde revuelve harina, huevo, leche. Está bien, le digo, dame jotquéis, le doy la espalda y vuelvo, convencido, a mi oficina. Diez segundos después en la oficina, mi mujer: ¿de veras vas a querer jotquéis? Sí. No te creo. De verdad que sí. Pues no te creo, nunca quieres jotquéis. Ahora sí quiero jotquéis. Pues no te creo. Deja que termine con los niños y te hago tu mugroso huevo, ándale. Está bien, le digo, pero que conste que esta vez sí quería jotquéis. Cuentos a mí, dice mi mujer, y vuelve, refunfuñando, a la cocina. |