Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 14 de septiembre de 2014 Num: 1019

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cabriolas
Carlos Martín Briceño

El defensor del ruido
Paula Mónaco Felipe entrevista
con Mario Lavista

Dos filmes sobre el
golpe de Estado chileno

Marco Antonio Campos

Adolfo Bioy Casares
cumple cien años

Harold Alvarado Tenorio

Las edades narrativas
de Bioy Casares

Gustavo Ogarrio

Carta a Descartes
Fabrizio Andreela

El espejo
Miltos Sajtouris

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 
 

Hugo Gutiérrez Vega

Notas sobre la historia de la prensa  (I DE IV)

Con el desarrollo de la sociedad industrial, la información adquirió un carácter masivo. En las etapas históricas anteriores el libro impreso y las hojas volantes de circulación reducida lograron, gracias al perfeccionamiento de los sistemas postales y del comercio, llevar noticias a un público compuesto casi exclusivamente por los miembros de la clase dominante. En nuestro tiempo, la información es una necesidad cotidiana, una exigencia impuesta por el vertiginoso crecimiento de las actividades humanas. Poseer información oportuna y suficiente de lo que sucede en el mundo es una obligación que el hombre de la sociedad mercantil tiene para con la realidad, y un mecanismo de defensa que le permite planear sus actividades futuras y evadir los golpes de sus competidores. La sociedad mercantil y el poder político se alimentan con las noticias del día, que proporcionan informaciones e influyen de una manera determinante en el proceso de elaboración de los datos que llegarán al público y servirán para darle la conformación mental deseada por la ideología dominante.

Todo indica que el hombre moderno, perdido por un aparato que le entrega todas las mañanas, junto al vaso del jugo de naranja, un conjunto de noticias, fotografías y artículos de opinión que le permiten ver cómo amaneció la cara del mundo, está más cerca que sus antepasados de la realidad total del ser humano. Y sin embargo no es así. Nunca como en nuestro tiempo las apariencias habían sido tan engañosas. El lector de las numerosas y variadas informaciones rara vez se da cuenta que detrás de su rito cotidiano se ocultan las manipulaciones de la clase dominante, que fijan las dosis que les permitirán alcanzar un control cada día más sutil sobre las posibles reacciones que los distintos públicos tienen, respecto de los estímulos creados por la información. De esta manera, el hombre contemporáneo es alejado del conocimiento de la realidad y limitado hasta el extremo de que sus posibilidades de pensamiento original son abolidas y su concepción del mundo circula, de modo casi exclusivo, a través de los estereotipos. La posibilidad de una personal forma de entender al mundo es reemplazada por los prejuicios sutilmente reforzados por los medios masivos, especialmente los electrónicos.

El aparato orienta la atención de sus lectores hacia determinados temas y los aparta de los que pueden promover la organización de grupos sociales víctimas de la explotación. Su función, como afirma Mattelart, es desorganizadora, y por lo tanto tiende a neutralizar la acción de las clases dominadas y a afianzar el mundo de valores de la clase dominante. En la sociedad capitalista, la información busca que el hombre acepte las características propias de un mundo regido por las leyes mercantiles de la sociedad de consumo. Para lograrlo no vacila en difundir el programa que ha convertido el amor en una transacción comercial, el arte en una actividad sujeta a las leyes de la oferta y la demanda, y a las religiones en defensoras de un orden social injusto y antihumano.

Este programa hace que el aislamiento del hombre, paradójicamente rodeado de noticias de todo lo que pasa en el mundo, sea cada día más grande. En la selva actual, la actividad humana está regida por las leyes de la competencia y los medios se encargan de fomentar el espíritu competitivo que nos aisla de los demás deshumanizándonos, convirtiéndonos en bestias de una voracidad inagotable.

(Continuará)

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