Opinión
Ver día anteriorLunes 28 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Revertir el desastre
¿Q

uién pone en duda que México, como nación y como Estado, va camino al desastre? Ni los promotores de los cambios estructurales creen en alguna mejoría; estamos ya viviendo una gran desgracia, un infortunio mayúsculo que nos hace pensar en la posible desaparición de México como un país soberano y autónomo. El camino que llevamos a eso nos conduce y tenemos que detener el proceso, revertirlo, corregir el rumbo, regenerar a la Nación enferma.

No se requiere un politólogo experimentado o un sociólogo sesudo para percatarse de lo que pasa en el país; basta leer las noticias diarias.

Ejemplos, entre otros muchos: 23 mil asesinatos en un año; se incrementan secuestros y extorsiones; quiebra un banco (el primero); muere en Puebla un niño por bala de goma de la policía; en el estado de México, campeón en homicidios dolosos, fusilan a 12 o 13 personas y se sospecha de las fuerzas policiacas; por todo el país proliferan los enfrentamientos, nunca aclarados a cabalidad, en los que soldados, marinos y policías, abaten a personas señaladas por sus matadores como delincuentes; los moches, sofisticada forma de codicia de legisladores, prácticamente se institucionalizan; en Michoacán se encarcela a un dirigente de ciudadanos por violar un pacto con el metaconstitucional enviado del Presidente (nuevo delito), y por incumplido lo envían a una cárcel a 2 mil kilómetros de su lugar de habitación; en todo el país aumentan impuestos, costo de servicios, peajes, gas, gasolina, electricidad, agua, años de cárcel y todo lo demás, menos los sueldos.

Podría seguir indefinidamente, pero sólo agrego un ejemplo más, sin duda kafkiano: el Ejército, con todo su potencial de guerra, armas y logística, es empleado para detener, en un espectacular operativo, a una anciana de más de ochenta años y a su banda de siete u ocho desarrapados, y la noticia da la vuelta al mundo. Las armas mexicanas nuevamente se han cubierto de gloria. Pero como se percatan (lentamente) del ridículo en que incurren, para contestar burlas y reclamos, arman una comedia, una puesta en escena torpe y mal montada. Para ello, los publicistas oficiales, entre otras lindezas, envían dos fotos que los desenmascaran; una con un montón desordenado de colchones viejos en medio del patio de la casa tomada y asegurada y otra con unos niños haciendo como que descansan en los tambores sin colchón. Más claro ni el agua, se trata de fotos preparadas, primero tiran a la basura los colchones y luego acuestan a los niños en alambres entretejidos para la fotografía publicitaria que demuestra lo mal que trataban a los muchachos rescatados.

Todos estos son botones de muestra; en el fondo está la ineptitud de los gobernantes, su servilismo ante el gobierno de Estados Unidos; su proclividad al uso de la fuerza para resolver aun el más mínimo problema, su verborrea, su búsqueda desesperada de la foto, su compulsión a hacer y promulgar leyes y más leyes, pactos y más pactos, protocolos y más protocolos, que ya nadie conoce ni entiende y que, por supuesto, nada resuelven y todo lo complican.

En economía ni se diga: las leyes armadas y preparadas para que las grandes empresas se adueñen del patrimonio nacional y los mexicanos, campesinos, trabajadores, clases medias, no seamos más que clientes, empleados mal pagados, consumidores sin opinión y marionetas del radio y la televisión manipuladores. Bancos, empresas, comerciantes en medicinas, monopolistas particulares, todos ganan y sólo el pueblo pierde.

Sin embargo, no nos rendimos, contamos con una cultura milenaria, con un pueblo trabajador y resistente y, ante el desastre actual y el futuro amenazador, surgen amplios sectores del pueblo que no se doblegan ni se conforman. Muchos se percatan de la tragedia, protestan verbalmente, en las redes sociales y en muchas otras formas; algunos más se organizan para detener aspectos particulares del desastre, así lo hacen vecinos, comunidades indígenas, maestros, trabajadores, ex braceros, comunidades religiosas, simples ciudadanos y ciudadanas que afrontan aisladamente aspectos particulares de la tragedia que especialmente les atañen.

Las luchas aisladas particulares, las resistencias de pequeños grupos, de conglomerados sociales, son importantes, sirven de entrenamiento, preparan ciudadanos conscientes; a veces, detienen un atropello, corrigen un error oficial, logran revertir una disposición injusta, pero la solución definitiva, tendrá que ser mucho mayor y más organizada, deberá ser una acción política total si esto es posible o tan grande que no se le pueda reprimir ni engañar ni comprar.

Se requiere, para un cambio de fondo una organización nacional y una lucha política total; para ello Morena, ya con registro como partido y con una organización extendida por todo el territorio, se alista para asumir esa responsabilidad.