Opinión
Ver día anteriorSábado 14 de junio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Cisnes y patitos feos

E

n el sistema capitalista, los individuos son valorados como mercancías y no como personas. El sistema necesita –aunque no sea explícito– que la función principal de la escuela sea estandarizar a los alumnos mediante sus prácticas, cargadas de supuestos ideológicos y de tijeras invisibles que eliminan mucho de la creatividad y las tendencias individuales.

El gran bullying es el que realiza la propia escuela contra alumnos y maestros con los exámenes y las calificaciones. La palabra inglesa bull significa toro y, como en el ruedo de la fiesta brava, bullear o hacer bullying se refiere a torear, acosar, provocar, picotear, disminuir al bulleado, que no siempre es el alumno con alguna deficiencia o defecto físico, sino que frecuentemente se trata de un niño o una niña que los acosadores perciben como superior en belleza, simpatía o inteligencia y es lo que provoca la hostilidad de los estándar.

Los alumnos que realizan el acoso y quienes lo sufren son por igual víctimas de un sistema que promueve la competencia, la estandarización, la cosificación y la prohibición de ser sujeto con personalidad propia.

Lo que vemos hoy en nuestras escuelas ha ocurrido siempre: es la reproducción que los niños efectúan de lo que el sistema hace con ellos y con sus padres y maestros. Pero es muy probable que el nefasto jueguito sea hoy más frecuente y más intenso también como producto del aumento de la violencia de Estado contra los ciudadanos comunes y la generada por el crimen organizado.

Sin embargo, hay que tener claro que la agresión intraespecífica es propia del ser humano, definido por los estudiosos del comportamiento animal –los etólogos– como el único que mata por matar y que siente placer con su crueldad hacia otros animales y contra los de su propia especie. Esta capacidad para el mal ya está en el niño, como lo están todas las pulsiones de muerte y de vida. Pero es el contexto cultural el que las inhibe o desencadena y acrecienta; queda claro que el capitalismo es el mejor caldo de cultivo para la violencia y la guerra entre individuos, entre grupos y pueblos.

Hay que combatir el capitalismo y, además, crear asambleas de alumnos, que permitan la reflexión colectiva, la amonestación entre estudiantes y la creación de códigos éticos y de honor, es decir, la autogestión de la vida social en los colegios. En vez de castigar la violencia, hay que premiar la concordia y distinguir a los niños que se destaquen por amistosos y gentiles, para que los genios y los raros sean respetados y los patitos feos logren transformarse en cisnes. (Dedicado a mi maestro E.C.S.)