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Obispado a cambio de silencio
E

l cardenal ofreció promoverlo para ser obispo a cambio de no seguir hurgando en los casos de pederastia cometidos por Marcial Maciel Degollado. El cardenal Norberto Rivera Carrera hizo tal propuesta al padre Alberto Athié Gallo, quien en días recientes volvió a comentar públicamente el ofrecimiento del cual ya había dado más detalles en 2012.

Desde que conoció el caso del pederasta serial y fundador de los legionarios de Cristo, Marcial Maciel, el entonces sacerdote Athié decidió acompañar a las víctimas tanto pastoralmente como en su exigencia de justicia. Él ha dejado constancia de cómo tuvo conocimiento de las continuadas atrocidades perpetradas por Maciel, así como de su posterior involucramiento en sacar a la luz pública el caso, en distintos momentos y lugares. Un valioso documento que resume su itinerario en favor de quienes sufrieron los abusos sexuales de Maciel Degollado está en el libro La voluntad de no saber, lo que sí se conocía sobre Maciel en los archivos secretos del Vaticano desde 1944 (Grijalbo, 2012), obra conjunta de Athié, José Barba y Fernando M. González.

En el libro mencionado Athié Gallo escribió el capítulo Perdono pero pido justicia. Allí evoca que fue un mediodía de diciembre de 1994, poco antes de Navidad, que conoció a Juan Manuel Fernández Amenabar, ex sacerdote, ex fundador del [Colegio] Cumbres y del [Colegio] Irlandés y ex rector de la Universidad Anáhuac, instituciones joyas del sistema escolar de los legionarios.

Alberto Athié quedó muy conmovido por el testimonio que le confió un enfermo y anciano Fernández Amenabar. Éste le dio pormenores de cómo, décadas atrás, en el noviciado fue sujeto a todo tipo de perversiones sexuales que le imponía Maciel y las estratagemas usadas por el legionario mayor para conseguir morfina o sus derivados para drogarse.

Tras asistirlo pastoralmente, Alberto Athié escuchó de Fernández Amenabar que perdonaba pero pedía justicia para él y tantos otros vejados sistemáticamente por Marcial Maciel. Al morir Fernández Amenabar, en febrero de 1995, el padre Athié ofició una misa en el funeral, y después de la homilía confió a la veintena de asistentes: Juan Manuel ha perdonado, pero pide justicia; ésa fue su última voluntad y me pidió que se las comunicara a ustedes.

El comunicado del padre Athié fue perfectamente entendido por otras víctimas de Maciel, como José Barba, que le narró al sacerdote los ataques sexuales padecidos por él y otros compañeros. También le contó sobre los oídos sordos con que se toparon sus denuncias ante las autoridades de la Sante Sede: obispos, cardenales y todos los papas desde Paulo VI. El grupo que sufrió la depredación de Maciel estaba decidido a denunciarlo públicamente sobre todo a partir de que en 1994 el papa Juan Pablo II lo había declarado guía eficaz de la juventud, y haber puesto a Cristo como criterio, centro y modelo de toda su vida y labor sacerdotal.

En el caminar junto a las víctimas de Maciel Degollado, el padre Athié buscó veredas de comprensión dentro de las autoridades de la Iglesia católica. En tales afanes estaba cuando en La Jornada se publicó la denuncia dada por el Hartford Courant sobre el caso Maciel. La Jornada del 11 de mayo de 1997 reprodujo el airado reclamo del cardenal Rivera Carrera al reportero Salvador Guerrero Chiprés: [las acusaciones] son totalmente falsas, son inventos y tú nos debes platicar cuánto te pagaron.

Creyendo que Norberto Rivera Carrera estaba mal informado, Alberto Athié se entrevistó con él al otro día de la escena con Salvador Guerrero. El cardenal paró en seco los intentos de Athié por transmitirle lo que sabía acerca de la doble cara de Marcial Maciel, sin dejarme terminar de hablar, se levantó de su asiento y me dijo: ¿No entendiste lo que dije a los medios? ¡Todo es un complot! ¡No tengo más que decir! Hasta luego, padre Athié.

A partir de entonces el cardenal Rivera utilizó tanto medidas disciplinarias contra Athié como ofrecimientos para cooptarlo y que dejara el asunto Ma­ciel. Le ofreció promoverlo para ser nombrado obispo, lo que rechazó Athié Gallo. El 7 de marzo de 2003 Athié hizo llegar a la nunciatura apostólica su carta de renuncia al sacerdocio católico romano, por no haber podido encontrar un camino para que se le hiciera justicia al padre Juan Manuel [Fernández Amenabar].

La decidida lid de Alberto Athié contra la impunidad de los pederastas comenzó con la denuncia de Marcial Maciel, y desde entonces no ha cesado en el compromiso de acompañar a las víctimas en su dolor y en el largo camino de llevar a los abusadores ante las instancias legales y sean sentenciados como corresponde a sus delitos. Así lo ha hecho recientemente en el caso del pederasta serial Eduardo Córdova Bau­tista, suspendido del sacerdocio por la llamada Santa Sede, pero que solamente pudo perpetrar sus hábitos pederastas durante tres décadas por complicidades institucionales que atinadamente ha señalado Athié.

No aceptó una carrera ascendente en la casta clerical a cambio de su silencio, pero no cabe duda que Alberto Athié continúa con su ministerio pastoral, en el cual es central la identificación con quienes sufren. En tanto Norberto Rivera es solamente un alto funcionario eclesial, no un pastor, lejano a los dolores de la feligresía.