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El artista afirma que en el accidente y el error se encuentra la experiencia humana

Acamonchi legitima en su obra el lugar de la imperfección como fuente de belleza

Parte de su obra se exhibe en Imaginario constante, muestra colectiva en la galería ARCA Mx

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Gerardo Yepiz, Acamonchi, fue parte de la escena underground intercultural influenciada por los fanzines y la contracultura skate-punk, en Estados Unidos, a mediados de la década de los años 80Foto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Lunes 2 de junio de 2014, p. 7

Reivindicar la experiencia de lo humano es una de las búsquedas del bajacaliforniano Gerardo Yepiz (Ensenada, 1970), conocido como Acamonchi, uno de los artistas visuales fronterizos más importantes de la actualidad en el terreno de la creación urbana o callejera. De él se exhibe obra en la colectiva Imaginario constante, en la ciudad de México.

“Busco el error, el accidente, el aventón, lo espontáneo; también son cosas que nos permiten estar con la experiencia humana –explica. La mía no es una visión robotizada, no somos máquinas, somos seres vivos, tenemos emociones, cometemos errores y actuamos sobre impulsos. Para mí es importante manifestar eso dentro del arte, además de que en lo imperfecto también hay belleza”.

Otro factor de lo humano presente en la obra del también diseñador, en cuanto a contenido y temática, es el concerniente a la crítica social y política, sea que lo plasme de manera explícita o apenas sugerida.

En tal aspecto fue determinante haber realizado sus estudios en Tijuana y que comenzó su carrera en esa región fronteriza con Estados Unidos a mediados de la década de los años 80, como parte de una escena underground intercultural influenciada por los fanzines y las contraculturas skate-punk. Más tarde se mudó a la ciudad estadunidense de San Diego, California, donde reside actualmente.

Hay una intención política y social detrás de todo mi trabajo, una lucha constante para expresar nuestra individualidad a través del grafiti y el arte de la calle, a través de un lenguaje intenso, pero sublime, explica el artista. Trato de mantener el ritmo, la velocidad y la poesía desde un modelo callejero.

Ni siquiera su cabello teñido de azul llama tanto la atención como la serie de tatuajes que se extiende por la geografía de sus piernas y brazos. Varios son de imágenes incluso pueriles: personajes de dibujos animados como la Pantera Rosa, el Inspector y Toto, o bien la máscara de Darth Vader. Pero el que quizá mejor lo define es el de un sobre de carta el cual es seguido por una lista de principios: Recuerda siempre: orden, ahorro, puntualidad.

Acamonchi es vegetariano desde hace 20 años, vegano desde hace siete, punk y ciclista, un artista urbano que habla con vehemencia del arte callejero y de la necesidad de mantener sano y activo al cuerpo. Debido a su hiperactividad, se define como un ejército de un solo soldado que produce piezas de arte al por mayor.

Un proceso natural

Que expresiones contraculturales e inclusive de resistencia y subversivas como el grafiti y el sténcil hayan sido ya asimilados por la alta cultura y el ámbito comercial no es un hecho contradictorio ni censurable para este creador, quien lo considera parte de un proceso natural, como ha ocurrido a lo largo de la historia con otros movimientos artísticos.

Como ejemplo, menciona al dadaísmo, que, dice, fue un movimiento generado como respuesta a las tragedias de la Primera Guerra Mundial, la corrupción, la destrucción, la deshumanización de aquel entonces.

“Nació como una corriente bastarda del arte y posteriormente se hizo oficial. Lo mismo ha ocurrido ahora con el grafiti y el street art, que han generado un arte popular. Son el lenguaje de las clases bajas, el lenguaje del aquí y el ahora, del yo existo y aquí estoy, un lenguaje con el cual se identifica la juventud.”, agrega.

“El arte callejero es una segunda etapa dentro del grafiti, que viene a presentar imágenes más comercializadas, hablar de celebridades, de política, y cosas así. Entonces, para mí, es un punto de partida de los dos rangos: el grafiti como lenguaje urbano y el arte callejero un poco cínico, más irreverente, más confuso, y se viene a manifestar a través de carteles, sténciles, calcomanías y aplicaciones en la calle.

El arte callejero es un estado mental, que rescata la calle como centro de distribución de ideas; viene a ser ese lenguaje que ahora es popular. Ya tiene en México más de una década que entró y ahora se ha convertido, gracias a los nuevos medios, dispositivos y redes sociales, en un lenguaje global. El arte callejero es considerado un fenómeno de nuestros días.

Sobre Imaginario constante –que permanecerá abierta al público hasta el 12 de junio en la galería ARCA Mx (Insurgentes Sur 257, interior C, colonia Roma Norte)–, Acamonchi precisa que se trata de una colectiva cuya intención es visualizar un mundo mejor: sin represiones ni pobreza, con justicia social, paz y oportunidades.

En ella se exhiben también obras de Daniel J. Valadez y Steve Javiel, y él participa con una decena de piezas en las que alude a la velocidad de la información, el reciclaje, la cultura de la bicicleta, la saturación y la sobrestimulación de los sentidos.

En el mundo en que vivimos, el espectro de atención es menor hacia la cantidad de información que recibimos, detalla.

Eso lo represento con una una saturación de imágenes. Los lienzos están cubiertos de información de pies a cabeza; la lectura es muy saturada, inconclusa, hay rastros, texturas, cosas que se pierden y se vuelve un caos poético. En resumen, es una versión extremadamente caótica del mundo actual, de las redes sociales, de los medios.