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Las madres de 17 menores abusados denunciaron ante el arzobispo desde 2004

La arquidiócesis potosina sabía de actos pederastas de Eduardo Córdova Bautista

La jerarquía católica permitió la carrera delictiva del sacerdote por más de 30 años: activista

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Este espectacular fue exhibido en calles de la ciudad de San Luis Potosí para que denunciaran al sacerdote Córdova Bautista; casi tres horas después de instalado fue retirado sin explicación algunaFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 25 de mayo de 2014, p. 11

San Luis Potosí

Durante su estancia en la parroquia de Nuestra Señora de la Anunciación, el sacerdote Eduardo Córdova Bautista abusó de 17 menores del grupo juvenil de acción católica de la colonia El Paseo, delitos que fueron denunciados ante la arquidiócesis de San Luis Potosí desde abril de 2004.

La documentación que expone lo anterior esta en poder de La Jornada y consiste en un intercambio epistolar entre las madres de los menores y otros testigos de los delitos sexuales con el entonces arzobispo de San Luis Potosí, Luis Morales Reyes, quien estuvo al frente de esa diócesis durante 13 años, hasta 2012.

El vocero de la arquidiócesis, Jesús Priego Rivera, primero declaró que los testimonios de las víctimas publicados en este diario eran difamaciones, luego reconoció, hace unos días, que efectivamente había un proceso eclesiástico contra el sacerdote por denuncias presentadas en 2008, y que el tribunal emitió la sentencia de inocente el 15 de julio de 2009.

Sin embargo, esta documentación demuestra que el arzobispado sabía desde antes, es decir, hace 10 años, que el sacerdote era denunciado por abusos sexuales cometidos contra un grupo de menores.

Pese a estas denuncias, con nombres y apellidos –cuyas identidades se reservan para proteger a las víctimas– presentadas ante la jerarquía católica en abril de 2004, el arzobispo Morales Reyes contestó a las angustiadas madres, 17 meses después, en septiembre de 2005, para informarles que el asunto se había resuelto pues el sacerdote, finalmente, lo habían removido de su puesto y enviado de capellán a una comunidad de religiosas.

Abusos en El Paseo

Durante su estancia en la colonia El Paseo, Córdova Bautista fue primero eligiendo a sus víctimas de manera cuidadosa y discreta, aunque después fue abusando de la mayoría de los menores sin disimulo: Agarró parejo, abusó de 17 muchachos o tal vez más. Se quedaban a dormir con él y los fines de semana venían sus dos sobrinos y no dudo que esos pobres niños también hayan sufrido abusos, dice en entrevista una madre, que firma una de las cartas, relatando lo sucedido a su hijo mientras apoyaba en las labores de la parroquia.

Las cartas de las denuncias de los jóvenes de El Paseo, fechadas en 2004, tienen el sello y la firma de recibido del entonces vicario de la arquidiócesis, Antonio Torres Herrera, actual encargado de la catedral de San Luis Potosí.

El arzobispo dijo por escrito a las madres que Torres Herrera sería el encargado de dar seguimiento a las denuncias. Sin embargo, hace unos días defendió al sacerdote Córdova Bautista afirmando que no se habían presentado pruebas fehacientes y que para acusar hay que probar. El pasado viernes 23 de mayo reiteró que la jerarquía católica no ha encubierto al sacerdote, actualmente con paradero desconocido.

Delito contra las buenas costumbres

La carta con membrete del arzobispado de San Luis Potosí del primero de septiembre de 2005 está firmada por el arzobispo Luis Morales Reyes, quien informa a las madres de los jóvenes que instruyó un tribunal con el propósito de llevar la investigación correspondiente.

Dicho tribunal, en su reunión del 26 de abril de 2006, determinó que al tener acusaciones verbales y por escrito en contra del P. Eduardo Córdova Bautista, sobre un delito contra las buenas costumbres, era necesario citarlo al tribunal; sin embargo, por su situación de salud se decidió que Mons. Antonio Torres Herrera lo interrogara en su propio domicilio.

El interrogatorio finalmente se hizo el 30 de abril de 2004, a las 17:30 horas, y la información fue enviada al Vaticano el 29 de junio del mismo año, pidiendo sus indicaciones a seguir en el caso tratado.

Los delitos contra las buenas costumbres que el sacerdote cometió, según el arzobispo, fueron en realidad abusos sistemáticos durante varios años contra menores de edad, desde violación, sexo oral, tocamientos, tortura sicológica, amenazas y humillaciones.

Lo que el padre hacía con los niños era un secreto a voces, dice una de las ex empleadas administrativas de la parroquia, que al darse cuenta de las agresiones sexuales lo denunció ante el arzobispado y luego renunció a su puesto: Yo no podía seguir viendo aquello. Intenté que las mamás de los menores interpusieran denuncias judiciales, pero no quisieron, tenían mucho miedo.

La arquidiócesis dispuso que el doctor Carlos González Hernández ofreciera tratamiento siquiátrico a los menores afectados, sin garantía de continuidad. Algunos sólo recibieron una sesión.

El método utilizado por el sacerdote Córdova Bautista para acercarse a los menores hace 30 años en el Instituto Potosino de los Hermanos Maristas es el mismo que utilizó durante cinco años en la parroquia de Nuestra Señora de la Anunciación en la colonia El Paseo, según los testimonios. Primero se ganaba la confianza de los adolescentes de entre 14 y 17 años, luego los invitaba a quedarse a dormir con él, argumentando que necesitaban relajarse, y finalmente algunos lo acompañaban en su viaje al Distrito Federal.

El sacerdote vivía en una casa parroquial con tres habitaciones que eran utilizadas para hospedar a los menores. Una de las víctimas entrevistadas fue abusada a las 16 años durante tres años consecutivos. Relata que el sacerdote le daba whisky o caribe cooler y que después perdía el conocimiento: Yo no podía contárselo a nadie. Me sentía muy culpable. En esa época le hacía lo mismo a unos 10 compañeros del grupo. Es un sicópata; si no lo detienen, nunca va a parar, dice sin contener el llanto.

La personalidad de esta víctima fue cambiando; se convirtió en un muchacho retraído, silencioso, deprimido, incluso abandonó la preparatoria. El sacerdote lo tenía absolutamente sometido y lo convirtió en su favorito. e incluso era señalado como su mano derecha en cuestiones de la parroquia. Dormía en la habitación del sacerdote: “Al principio me tenía prohibido masturbarme, me advirtió que no podía tener relaciones sexuales con mi novia hasta que me casara, porque era pecado. Pero luego me di cuenta que todo era una farsa. Él, en cambio, sí me podía tocar y hacer cosas. Me decía que era un mandato divino para conservar la semilla de la vida.

Jornadas parroquiales

Durante las llamadas pascuas juveniles había más de cien jóvenes en la parroquia. Eran jornadas de 12 horas y al terminar, a las 10 u 11 de la noche, elegía a los chicos que iban a dormir en la casa: “Dicen que abusó de cien; no es cierto, fueron cientos. Ya ni siquiera le despistaba; una vez, al levantarse dijo al que se había quedado en su habitación: Entonces, ¿cuántos lunares tenemos en el cuerpo?

Los abusos eran un secreto a voces en la colonia El Paseo y en el arzobispado, dice una de las trabajadoras de la parroquia, quien igualmente decidió denunciarlo por escrito ante el arzobispo Morales Reyes: Poco a poco me fui enterando de más cosas, la forma en cómo el padre envolvía a los niños para lograr su fin; los encerraba en su oficina con el pretexto de confesarlos, les empezaba a hablar de la masturbación y les decía que los tenía que tocar para ver si no se masturbaban. Por eso era común que los niños huyeran cuando el padre comenzaba a confesar, pero aun así los mandaba llamar: esto ocurría, según sé, los días que les pagaba, porque la mayoría de ellos trabajaba ahí por lo general barriendo o haciendo el aseo. Hubo un tiempo en que los muchachos y los niños se quedaban a dormir y llegue a oír comentarios de que el padre en la noche los molestaba, pero nunca me imaginé de qué forma.

Más del potosino

Mientras el arzobispado niega los hechos, cada día surgen nuevas víctimas. El arquitecto Alberto Ayala Gallegos, ex alumno del instituto potosino recuerda que hace 32 años, cuando estaba en primero de secundaria, en el salón 23, cuyo titular era Eduardo Córdova Bautista, un día se lastimó la rodilla jugando basquetbol: “Me dijo que tenía una pomada en su casa; vivía a cuatro cuadras del colegio. Salimos de la escuela, me lleva a su casa y me introduce a la cochera. Extendió una alfombra y me dijo: Recuéstate. Estira las dos piernas. Me dio un masaje, me aplicó la pomada famosa y subió la mano al muslo, hasta llegar a mi zona de genitales.

Alberto tenía 12 años. Desconcertado, asustado, se sintió paralizado: Me dijo: estás muy tenso, relájate, la lesión te pudo haber llegado hasta arriba. No, fue sólo la rodilla, le dije. Luego me dice que me va a dar una pastilla para tranquilizarme. Se fue a buscarla y en eso aproveché para levantarme, abrir la puerta y salir corriendo”.

Para el activista de derechos humanos Martín Faz, quien recibió las primeras denuncias contra el sacerdote y ha ido articulando de manera generosa y comprometida el trabajo con las víctimas, la carrera delictiva de Córdova Bautista durante más de 30 años, fue posible por la permisividad del arzobispado, el gobierno y la misma sociedad potosina: Se suma un contexto de impunidad. Era un secreto a voces y, sin embargo, el sacerdote siguió contando con el apoyo de la gente de ciertos sectores y de la clase política. Este caso habla de la patología social que hay en San Luis Potosí.