Opinión
Ver día anteriorMiércoles 21 de mayo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Manifestaciones antichinas en Vietnam
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ace 10 días el Banco Mundial proyectó que este año la economía China rebasará a la de Estados Unidos. Para fines de este año, Estados Unidos dejará de ser la primera economía del mundo, situación que no se había dado desde la década de 1870.

Al mismo tiempo la prensa financiera discute las probabilidades de que estalle una crisis inmobiliaria en China y que la caída que se viene en precios de bienes raíces se lleve entre las patas a la banca. Como sea, es seguro que China tiene que administrar un proceso delicado de reducción en su tasa de crecimiento económico, delicado tanto por las presiones políticas y demográficas internas de China como porque la economía china puede tener, al parecer, cierta crisis de sobreproducción en puerta. O sea que el surgimiento de China al primer rango en la economía mundial no viene sin preocupaciones aun en el propio plano económico, pero, como con todo, el perfil de China en el mundo es ya otro.

Y esta nueva situación conllevará nuevos problemas para China, que está acostumbrada a mantener un bajo perfil internacional y a esconder su poderío tras categorías como las de economía emergente, o país del sur, país del tercer mundo, o lo que sea. Difícil ser todo eso y ser la primera economía del mundo, y el final de esa identidad emergente significará problemas diplomáticos y de imagen para la gran potencia.

Algunos de esos problemas se han sentido desde hace bastantes años en África, donde China lleva ya rato de ser la potencia principal. Hubo manifestaciones antichinas en Ghana, dirigidas contra mineros que estaban operando por la libre en todo el país, corrompiendo funcionarios de gobierno y contaminando agua y tierra. Ha habido casos de secuestros contra ciudadanos chinos en varios países, porque las inversiones chinas van acompañadas siempre de colonización directa.

En esto China es un tanto distinta de Estados Unidos. Como China tiene aún más integración vertical que Estados Unidos (es decir, su política industrial es una política de Estado, todavía en mayor grado), las inversiones extranjeras chinas buscan privilegiar un máximo sus intereses nacionales, incluido el de la contratación de mano de obra. Así, cuando China buscó endulzar sus relaciones políticas y económicas con Costa Rica, construyéndole un estadio de futbol, realizó esa construcción con trabajadores importados, que incluso eran transportados al lugar de trabajo por autobuses y empresas chinas. O sea que no hubo derrama para la población costarricense. Algo parecido ha sucedido en proyectos de inversión chinos en el Caribe, por ejemplo.

Por esto el aumento constante de inversiones chinas en África ha ido acompañado de crecimiento poblacional chino en ese continente –hoy hay más de un millón de chinos en África, comparados con menos de 100 mil hace unos 10 años–, y dadas, las tasas de crecimiento africanas, que son muy altas, la población china seguirá creciendo allá. Y también por esto la población china puede, en un momento dado, convertirse en instrumento de presión. Así, el viernes pasado el grupo terrorista islámico nigeriano Boko-Haram –el mismo que tiene secuestradas a 300 niñas escolares– realizó un ataque a una empresa operada por los chinos en Camerún, secuestrando a más de 10 ciudadanos chinos.

Habrá que ver, si llegara a darse una crisis económica profunda en Venezuela, como algunos proyectan, si no van a surgir resentimientos contra el gobierno chino por los millones de barriles de petróleo que Venezuela debe entregar cada año a cambio de dineros entregados a gobiernos carentes de mecanismos de transparencia en el gasto público. O si no va a haber sentimientos antichinos todavía mucho más fuertes cuando comiencen las obras del gran canal que se está proyectando en Nicaragua, y más si se construye con mano de obra, materiales, autobuses, y hasta comida chinos, dejando poca derrama interna. Sería raro que no hubiera problemas de relaciones públicas de China en Nicaragua. Finalmente, ¿cuándo ha sido se ha aceptado un proyecto de esta índole y envergadura sin resistencia alguna?

La semana pasada en Vietnam estallaron manifestaciones violentas contra empresas chinas. La sacudida fue suficientemente fuerte para que China evacuara bastante población de Vietnam. La razón de las manifestaciones es que China comenzó a realizar perforaciones petroleras en terrenos limítrofes que están en disputa, y la reacción en Vietnam ha sido virulenta: cientos de empresas han sido atacadas, algunas incendiadas; ha habido también unos pocos muertos.

Es verdad que la gran mayoría de las empresas dañadas han sido de Taiwán y no de la República China, incluida una enorme siderúrgica que fue incendiada. No queda claro si eso se deba a que el sentimiento antichino en Vietnam no distingue fácilmente entre chinos de uno u otro país, o si hubo un elemento estratégico en aquello, pero lo que está claro es que el nuevo poderío chino está causando preocupación y ámpula entre sus vecinos. También la semana pasada, Filipinas protestó porque China comenzó a construir un aeropuerto militar en islas cuya soberanía está en disputa.

Por otra parte, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, buscó apoyo en el parlamento para crear un ejército con capacidad ofensiva, y así no depender exclusivamente de la Armada estadunidense para la defensa nacional. Se trataría de una transformación de verdadera trascendencia, ya que Japón renunció al militarismo después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Mientras, y por último, este fin de semana el ultranacionalista hindú Narendra Modi, del partido BJP, arrasó las elecciones en India con un discurso de renovación, modernización y fortalecimiento nacional que –aunque esté principalmente dirigido a Pakistán– toca también a China.

Hay, en otras palabras, un reacomodo internacional en puerta, y es posible que China descubra que ser el número uno tiene también algunas desventajas.