Hugo Gutiérrez Vega
Ernesto Flores y sus poetas
Hace poco más de dos meses murió en su Guadalajara el poeta y ensayista Ernesto Flores. Originario de Santiago Ixcuintla, Nayarit, llegó muy joven a Guadalajara y la clara ciudad se apoderó de su ánimo y de su interés. Los nayaritas lo reconocieron como suyo –hace algunos años y, en un acto de homenaje, lo colocaron al lado de Amado Nervo y de Alí Chumacero.
Ernesto publicó cuatro pequeños poemarios pues, como su paisano Alí, era partidario del ahorro de palabras y de la precisión expresiva. Publicó, además, varios libros de narraciones cortas y una buena cantidad de ensayos y de reseñas. Su poesía tiene como dato fundamental el cuidado de los adjetivos que, al ser novedosos, expresan la sensualidad o la angustia del poema. Sus narraciones breves tienen influencia de los sureños estadunidenses, pero también recibieron el aire puro de la prosa de Rulfo y Arreola.
Foto tomada de: poetassigloveintiuno.blogspot |
Ernesto fue, durante muchos años, el maestro de Literatura por antonomasia de la Universidad de Guadalajara. Fue un gran promotor de la lectura e inspiró la vocación literaria a muchos jóvenes escritores. Contagiaba su entusiasmo por la poesía a los estudiantes que lo recuerdan con afecto.
Fue Ernesto un gran promotor y difusor de la cultura. Su amor por la música y las artes en general lo llevó a promover las manifestaciones culturales en distintos centros e instituciones de Guadalajara y de Jalisco en general. Trabajó en la primera Casa de la Cultura que fundó Agustín Yáñez, el gran escritor y, sin duda, el mejor gobernador que ha tenido Jalisco.
Nuestro poeta fundó varias revistas y las sostuvo heroicamente a base de peticiones y de rogativas. Recuerdo que una de sus revistas se titulaba Esfera. Don Jaime Torres Bodet fue a Guadalajara a dar una conferencia y al terminarla hubo una pequeña reunión con escritores de la ciudad. Ernesto le entregó la revista y don Jaime empezó a especular sobre el título, diciendo que tal vez se refería a las esferas cósmicas o el cintilar de las constelaciones. Ernesto, tímido y agudo a la vez, le replicó: “No maestro, se llama así porque todos los del comité de redacción somos gordos” y, efectivamente, Ernesto, con su gordura a cuestas, fue uno de los principales promotores culturales de la clara ciudad.
Tuvo la fortuna de casarse con la excelente pianista Carmen Peredo y de formar una hermosa y artística familia. Recuerdo el disco de Voz Viva de México que contiene la poesía de Francisco González León. Ernesto hizo la selección de poemas, yo escribí el prólogo, Hermilio Hernández compuso la música y Rosenda Monteros y el que esto escribe leímos los poemas. Tal vez lo mejor del disco, aparte de la excelente poesía de González León, es la interpretación musical de Carmen, compañera inseparable y talentosa de nuestro Ernesto.
Ernesto dedicó la mayor parte de su vida a la investigación, el estudio y la compilación de la poesía de Francisco González León y de Alfredo R. Placencia; más de cuarenta años dedicó a esta tarea urgente para la poesía mexicana. Sus dos trabajos de compilación precedidos por un amplísimo prólogo producto de sus investigaciones, fueron publicados por el Fondo de Cultura Económica. El libro, que reúne la poesía del padre Placencia, fue recibido con simpatía, pero también con disgusto por parte de la curia, ya que Ernesto reivindica la figura de Placencia como gran poeta, buen sacerdote y ejemplar padre de familia.
Ernesto se fue calladamente. Tal vez escuchó en sus últimos momentos la música del piano de Carmen Peredo, tal vez lo acompañó la música que Hermilio escribió para el disco de González León.
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