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Bajo la Lupa

Think tank francés IDDRI expone la burbuja del shale gas en EU (¿y en México?)

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Una mujer participa en una protesta de madres contra las repercusiones del fracking (fractura hidráulica), el pasado 30 de marzo en LondresFoto Xinhua
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a cacareada revolución del fracking en Estados Unidos para extraer shale gas (esquisto/lutitas/grisú/pizarra) sigue siendo un misterio esotérico bursátil cuando sus inversionistas, sin ser hermanas de la caridad, extrañamente pierden dinero (http://www.jornada.unam.mx/2013/03/17/opinion/008o1pol ), como es el notable caso de la petrolera anglo-holandesa Shell –primer lugar del ranking de Fortune Global 500–, que optó por la graciosa huida del importante yacimiento de Texas (Eagle Ford: colindante con el seco y sediento noreste de México), después de haber perdido 80 mil millones de dólares, lo cual frenó sus inversiones en el Ártico (http://www.testosteronepit.com/home/2014/3/17/shell-oil-us-fracking-revolution-a-money-loser.html ).

Es asombrosa la cantidad de dinero invertido en publicidad en los principales portales de Occidente que glorifican el tóxico fracking (fractura hidráulica), en paralelo a la Administración de Información (sic) de Energía de Estados Unidos (EIA), usualmente desinformativa y muy bien lubricada por las petroleras anglosajonas, que vaticina la producción de petróleo crudo en 9.2 millones de barriles al día (MBD) debido mayormente al “auge de shale gas”.

En efecto, es prodigioso el disparo de la producción petrolera de Estados Unidos desde 2012, después de su desplome a 4 MBD, gracias a la “revolución del fracking”, que se duplicará el año entrante y vuelve a emular la producción de hace 25 años (http://es.scribd.com/doc/216399963/Oil-Petroleo-Gas-Usa-2014 ), con la salvedad de mayores población, precio y producción económica en el presente.

En el mundo post Crimea se ha derramado mucha tinta sobre los alcances de las sanciones de Estados Unidos a Rusia y del hipotético rescate por Washington de la fuerte dependencia de Europa al gas natural ruso mediante la exportación de su mirífico shale gas, extensivo a su control del noreste del “México neoliberal itamita”.

Un editorial de The Washington Post (22/3/14) aduce que Estados Unidos posee una cuña (sic) energética con el gas natural para frenar a la Rusia de Vlady Putin, hasta hoy el zar geoenergético global.

Es mucho más complejo que los desplantes unilaterales y unifactoriales de Estados Unidos, ya que Rusia, extensivo a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), no está manco y puede provocar mucho daño en un revire que desate, más allá de la guerra del gas global, una guerra financiera letal contra los petrodólares mediante la cotización del petróleo con otras divisas ajenas al dólar, lo cual equivaldría a la opción pre nuclear de Vlady Putin.

El juego del shale gas, al menos que se trate de otro bluff más de Estados Unidos, es muy peligroso, ya que el desplome del precio de los hidrocarburos, del que depende sustancialmente Rusia, equivaldría prácticamente a una declaración de guerra. Y aquí todos los actores saben muy bien a qué juegan.

Más allá de las jeremiadas retóricas, al unísono de la desinformación y la guerra sicológica, destaca el estudio del think tank francés IDDRI (Instituto del Desarrollo Durable y las Relaciones Internacionales), con sede en París, con apoyo financiero del gobierno francés, que sostiene el punto de vista contrario a la avasallante propaganda anglosajona sobre la panacea del fracking: incluso para Estados Unidos, el petróleo no convencional y la revolución (sic) del gas no son una panacea (sic) para la economía, el espíritu competitivo industrial y el poder adquisitivo nacional, ni lo son para el logro de los objetivos a largo plazo (¡supersic!) del sector energético y la política del cambio climático.

Los investigadores del IDDRI –Thomas Spencer, Oliver Sartor y Mathilde Mathieu– consideran que “a pesar de precios muy bajos y últimamente poco sostenibles del gas natural y el petróleo extraído mediante la tecnología del fracking, su introducción en el mercado ha generado un impacto mínimo (¡supersic!) en la macroeconomía de Estados Unidos. A lo sumo, en el mejor de los mundos posibles y a muy largo plazo (sic), entre 2012 y 2035 su impacto no supera uno por ciento del nivel actual del PIB de Estados Unidos frente a su tasa de crecimiento anual de 1.4 por ciento.

Los expertos franceses asientan que “no existe ninguna prueba (¡supersic!) de que el shale gas conduzca a un renacimiento industrial general en Estados Unidos”.

Niegan que el fracking pueda librar a la economía de Estados Unidos de su dependencia de los suministros de petróleo del exterior, y arguyen que existen “varios motivos que implican que la Unión Europea (UE) no reproducirá la escala estadunidense de la revolución del shale gas”. Mucho menos alentadora es la perspectiva de transportar los hidrocarburos a Europa desde Estados Unidos, ya que “los proyectos existentes no permitirán eliminar su dependencia del gas y el petróleo suministrado por Rusia, según explaya Russia Today (1/4/14).

Entre los mensajes clave de IDDRI destaca que el fracking tuvo un impacto mínimo en la manufactura de Estados Unidos y “no existe evidencia de que el shale gas provoque un renacimiento (¡supersic!) en su manufactura.

IDDRI acepta que el fracking quizá le confiera una ventaja competitiva en la petroquímica básica a Estados Unidos, pero no en el sector de los químicos como un todo.

Tampoco la revolución del fracking en Estados Unidos conducirá a una descarbonización sostenida de su mezcla energética ni asegurara su seguridad energética. ¿Es bluff la seguridad energética de Norteamérica (Estados Unidos/Canadá/México)?

En referencia a la UE, “existe incertidumbre sobre el tamaño exacto de las reservas de shale gas explotables”.

En un escenario intermedio, la UE producirá entre 3 por ciento y 10 por ciento de su demanda gasera. ¿De dónde conseguirán el restante 97 a 90 por ciento de su gas?

Peor aún: la dependencia de importación de combustibles fósiles de la UE seguirá aumentando, cuando los precios permanecerán ampliamente determinados por los mercados internacionales.

¿No le estará tendiendo una trampa Estados Unidos a la UE para romper con el gas ruso y caer en las garras del espejismo del fracking, independientemente de su toxicidad ampliamente demostrada, desde la provocación de sismos, pasando por la contaminación/sequía de mantos freáticos, hasta la exacerbación del cambio climático?

Dadas las presentes orientaciones estratégicas de la política energética de la UE, los investigadores concluyen que el shale gas no es seguramente un sustituto del gas ruso. ¡Super-uf!

Es probable que Estados Unidos se vuelva un exportador neto de gas alrededor del final de esta década, sujeto a la aprobación política de la infraestructura de importación, lo cual llevaría a alguna convergencia de los precios entre Estados Unidos y las otras regiones, pero no cesará de ser un importador significativo (¡supersic!) de petróleo crudo. ¿Es el fracking el parto de los montes de Estados Unidos?

Es una lástima que IDDRI se pase por las hordas caudinas los hallazgos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (http://www.jornada.unam.mx/2013/10/23/opinion/022o1pol ).

¿Dónde quedan el principio de precaución y el actualizado axioma bioético “ primum nil nocere” (lo primero es no dañar), cuando los perjuicios del fracking superan de los lejos sus etéreos beneficios?

Urge renovar el invaluable humanista parámetro renacentista: la ciencia sin consciencia es nesciencia (ignorancia).

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