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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XIX

Antecedentes…

T

ras de aquellos por demás aleccionadores triunfos de nuestro biografiado en Lisboa, se encontraba en Madrid el empresario y ex ganadero compatriota Antonio Algara con la encomienda del general Maximino Ávila Camacho de arreglar el boicot por aquellos decretado, ya que era su deseo que actuara entre nosotros Manuel Rodríguez Manolete, cuya fama había trascendido fronteras y era la comidilla en todos los mentideros taurinos de Europa y América.

Y bien escogió…

Era Algara, a quien sus íntimos llamaban Tono, un hombre dotado de una gran personalidad, de una capacidad negociadora que todos reconocían y, sobre todo, de una desbordante simpatía.

Con todo ello, se echó a la bolsa a los directivos de la fiesta española y, ámonos, se firmó la paz a satisfacción y tal y como lo señalamos en el capítulo anterior, fue de él la idea de las corridas llamadas de La Concordia, en México y en Madrid.

El matador de toros mexicano ideal para la ocasión era Fermín Rivera, pero entre que no había arreglado su visa para ingresar a España y a que tenía firmada una corrida en Lisboa, no había más remedio que echar mano de Carlos, cuyo nombre poco decía a los madrileños.

Más bien nada.

+ + +

El ruso.

Cuatro días antes de que Carlos partiera plaza en la entonces ex villa y corte, él y Montani fueron a ver torear a Manolete y, según nos dijo nuestro gran amigo, el de Córdoba sublimó el toreo, lo saturó de arte y el frenesí de los aficionados llegó a extremos tales que, visto aquello, no tenía caso salir a torear.

Era inútil.

Y peor se pusieron las cosas, cuando él y Montani escucharon en el autobús la conversación de dos aficionados.

–Bueno, ¿después de lo que ha hecho Manolete que tenemos para el martes?

–Imagínate que está anunciado un ruso, sea por Dios.

Obviamente, lo de ruso era una cuchufleta del apellido Arruza, lo cual motivó que el paisa menos quisiera torear.

Y así se los comunicó a su flamante nuevo apoderado y a Tono Algara, que sintió que se le abría el piso.

–¿Sabes el lío en que me has metido? No hay ningún mexicano que pueda tomar tu lugar y por tu culpa no se arreglará lo del maldito boicot.

Las reclamaciones de Tono iban subiendo de tono y cada vez eran más estridentes y fue entonces que volvió a aflorar el temperamento de Carlos, quien le dijo:

–Mire, señor Algara, si no triunfo aquí, que lo veo muy difícil, nadie me va a contratar ni aquí ni allá, así que fírmeme tres corridas para México y que sea lo que Dios quiera.

Un día antes de la presentación, la madre de Carlos llegó a Madrid y al ver a su hijo tan triste, preocupado y nervioso, lo calmó y fue transformando su estado de ánimo hasta que lo convenció de ir a un cine para que se apaciguara… pero sólo fue a medias, ya que el retoño de sus amores no pudo conciliar el sueño.

En tanto, don Andrés Gago, que de toros sabía un rato largo, consiguió que la estupenda cuadrilla de Pepe Luis Vázquez saliera con Arruza, ya que el sevillano estaba convaleciente de una fractura de clavícula, y cuando parecía que los nervios se iban calmando, no faltó quienes fueran a decirle a Carlos que un grupo de matadores, inconformes con lo del arreglo, se le iban a tirar al ruedo en bola para tundirlo a palos, que otros irían a la plaza a reventarlo de continuo y, cómo decimos en México, para acabarla de amolar, no tenía traje para torear.

Telefonazos incesantes al sastre Ripollés, que lo único que respondía era no desesperen que todo llegará a tiempo, pero nada, así que algunos de los allegados fueron a ver a Manolete para pedirle les facilitara un traje para Arruza, a lo que accedió galantemente, y aunque ni remotamente le quedaba pintado al compatriota al menos como dicen que decía un tuerto algo es algo.

Y cuando Carlos tenía ya puesta la taleguilla llegó Ripollés, así que a desvestir al matador para volver a vestirlo.

Vaya relajo.

+ + +

Tal por cual…

Sí, tiranito, tú.

(AAB)