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Los sueldos principescos de los políticos

E

n el contexto del centenario de su natalicio, Octavio Paz afirmaba en su libro sobre Sor Juana, que para entender el sistema político mexicano teníamos que comprender los mecanismos del Estado virreinal. Las burocracias barrocas asignaban grandes recursos al gasto en administraciones ineficientes y llenas de corrupción rasgos que ahora mismo tenemos: México tiene el doble de burocracia que Argentina. México, con sus 8 millones de burócratas en todos los poderes rebasa con mucho a la administración estadunidense con sus 2.5 millones de personas en esa función. Y no sólo es obesa sino altamente costosa: México es el país líder en crecimiento de gasto corriente, pues absorbe hasta 74 por ciento de presupuestos, además de que los ritmos de su crecimiento son alarmantes: entre 2000 y 2012, el gasto en servicios personales creció en promedio en todo el país 140 por ciento.

Pero en el estado cortesano de Zacatecas, hay sus príncipes: los legisladores locales, que ganan más de 90 mil pesos mensuales más los oscuros recursos para gestión social. En la clase política se ha construido una nata de burócratas profesionales que se mueven en niveles de ingreso distinto al resto de la burocracia; existe el equivalente a una corte en pleno Estado republicano, por ello los mandos se vuelven altamente competidos, no por las ansias de servicio, sino por los altos sueldos y prestaciones.

Este fenómeno es una expresión de la crisis de representación del sistema político en su conjunto, que permite que los legisladores decidan sus ingresos a espaldas de la sociedad que deben representar, por lo que los salarios de la elite política se han disparado a montos inconcebibles, mientras los salarios mínimos subieron este año sólo 3.9 por ciento (64 pesos diarios). Así, tenemos que la distancia entre estos salarios no-máximos, sino inmensos, y los no-mínimos sino minúsculos, no es grande sino descomunal. Es decir, estamos ante un vocabulario de mediciones que llega a lo extravagante.

Los órganos de representación son cajas de ornato, sin nada dentro. Y si comparamos lo que destinan a ciencia o a innovación o a inversión productiva, el contraste se convierte en indicador o síntoma de la naturaleza del Estado mexicano y Zacatecano: cleptocracia.