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Tumbando Caña

Joan Báez en el Metropólitan

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La cantante estadunidense, vestida con blusa blanca, mascada roja y pantalón negro, sobre cómodas sandalias, llevó al público a una época en el que la canción era urgente y necesariaFoto Chino Lemus/Ocesa
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33 años de distancia de su primera presentación en México y con la misma actitud de lucha y compromiso social, Joan Báez, la Primera Dama de la Canción Folk, se presentó la noche del martes en el teatro Metropolitan para entregar un concierto nostálgico, aleatorio y aleccionador, en el que revisó viejas posturas ideológicas.

Vestida de manera sencilla: pantalón negro, blusa blanca de algodón, mascada roja, sobre cómodas sandalias y acompañada de dos excelentes músicos (uno de ellos su hijo), Joan llevó a los asistentes a una época en que la canción era urgente y necesaria

La cantante estadunidense de 73 años de edad hizo un repaso por canciones viejas y nuevas entre las que destacó una selección de su mejor álbum, Diamantes y herrumbres (1975), combinadas con las incluidas en Gracias a la vida (1974) y las más recientes de Day after tomorrow (2008).

Son canciones atemporales, con un alto grado de humanidad que dichas por esa voz cálida y grave terminan por significar más de lo que dicen. Inició con God is God, la canción de Steve Earle, que habla de la pequeñez del hombre ante el universo, de la bendición de la vida y de la importancia de no creerse más de lo que se es. Creo en la profecía, creo en los milagros, creo en Dios, y Dios es Dios, yo no soy Dios, ustedes no son Dios, él es él, dijo a manera de comentario introductorio a su concierto.

Continuó con Farewell Angelina, canción de Bob Dylan, el mejor escritor de mi época. Siguiendo con Flora, Baby blue y Just the way you are, representativas de toda una época.

En el escenario estaba acompañada por Dirk Powel, excelente multiinstrumentista en mandolina, guitarra-bajo, baanjo, piano, acordeón, y por su hijo Gabriel Harris en percusión. Aunque incluyó también a su simpática asistente, Grace Stumberg, quien le hizo voces en algunos temas.

Tras la historia de Joe Hill, el sindicalista fusilado en 1915, llegó el momento más intenso con los versos escalofriantes del comandante sandinista Tomás Borge en Mi venganza personal

Uno ve y escucha a esta mujer-leyenda cantar y se queda con esa convicción a la hora de interpretar los temas, poniendo énfasis y vida en todo lo que canta. Su voz grave, profunda, y los sugerentes títulos de sus canciones lograron imponer un clima de especial compenetración entre los asistentes, en su mayoría contemporáneos de la cantora.

Hay un ingenuo candor y una espacial gracia en su presencia sobre el escenario, y una sensación de cercanía y calidez llega, sobre todo, cuando entrega las canciones en español que aprendí en el camino: La llorona, De colores, Gracias a la vida… que gracias a esa voz de particulares matices roza sutil

En 1981 emprendió una gira latinoamericana que incluyó a México. Invitada por el Festival Internacional Cervantino se presentó en el Teatro Juárez ante un auditorio que quedó sorprendido ante su doliente voz de soprano pura y canciones que versaban sobre los derechos humanos, el abuso de autoridad de los gobiernos y la no violencia. En aquella ocasión regía en el cono sur la bota militar y ella era vista con celo. Después (o antes, no me acuerdo) visitó casi de manera clandestina Chile, Argentina y Brasil, alentando a quienes se oponían al régimen militar. No nos moverán cantaba en ese entonces como lo hizo ahora en el Metropólitan, a la distancia de aquellos sucesos. Con la misma convicción de lucha y permanencia.

Finalmente, Joan Báez queda hoy como una especie de institución, de leyenda viviente, comparada a otras figuras como su admirada Violeta Parra, su gran amiga Mercedes Sosa o las inglesas Judy Collins y Anne Silvestre.