Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 9 de febrero de 2014 Num: 988

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Hacia el encuentro
de José Rolón

Edgar Aguilar entrevista
con Claudia Corona

Maquiavelo y la
concepción cíclica
de la historia

Annunziata Rossi

Yves Bonnefoy y el territorio interior
Homero Aridjis

Nicolás Maquiavelo
a Francesco Vettori

Annunziata Rossi

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
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Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
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Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

El poema del mar

Ricardo Venegas


Ver de mar de ver,
Víctor Toledo,
Ediciones Eternos Malabares/INBA-Conaculta/SEP/
Secretaría de Cultura de Morelos,
México, 2013.

¿Es tan distinto el mar onírico de aquél que vemos con los ojos abiertos? “Donde espumoso el mar siciliano”,  acota Góngora; el mar es el “antiguo Edipo” según Villaurrutia; “dame tu cólera tremenda”, clama Alfonsina Storni; Neruda da su testimonio: “necesito el mar porque me enseña/ no sé si aprendo música o conciencia”. 

Ver de mar de ver es un albur solar en la poesía mexicana, es el mar y su conciencia del origen quien nos habla en las palabras que al poeta se le impregnan en plena degustación tropical (inevitable aludir a Carlos Pellicer y a los Contemporáneos cuando se habla del mar).  Ver de mar de ver, del poeta Víctor Toledo, publicado por  Ediciones Eternos Malabares con el apoyo del programa Proyectos de Inversión en la Producción de Obras Literarias Nacionales del Conaculta-INBA y la Secretaría de Cultura de Morelos, la colección de poesía “Mester de Junglaría” amplía el acervo de sus autores con un libro cuyo autor goza de una probada trayectoria en las letras mexicanas.

El volumen también es una alianza de vocablos, de sincronías y diacronías de las lenguas que han sido convocadas para reunir los poemas de la experiencia de un poeta que traduce lo mismo del ruso como textos provenientes del Didxazá.  La forma en que Víctor nos dibuja el mar es una lección de alegría, algo que muchos amargados –poéticos y antipoéticos- ya quisieran hacer: una celebración de la poesía desde las aguas luminosas del verso.

Dice Víctor:

Si el colibrí no volara

roca –el mundo– se caería

Ver de mar de ver es una summa poética que exhibe una gama importante de la obra de Toledo: el haikú, es un ejemplo, bajo el cual realiza una taxonomía poética de frutas, insectos y flores  con la destreza del investigador que siembra y cultiva su propio bosque.

Sin la menor duda, este poemario rememora las palabras de Octavio Paz cuando hablaba del adulto merecedor del niño que fue, es decir, el poeta nunca debería dejar de ser niño, he ahí la lúdica presencia de los versos de Toledo revelándose a su autor.

En la cuarta de forros se puede leer el comentario que Elías Nandino dirigió al autor: “Su poesía me fascinó de verdad (…) hará, se lo aseguro, una poesía única, quizá de ruptura con este verbalismo y facilismo hueco que comienza a abundar. Sé que usted se encumbrará solo, la germinación de su poesía es auténtica”


El círculo de Octavio Paz

Cuauhtémoc Arista


Octavio Paz y su círculo intelectual,
Jaime Perales Contreras,
Ediciones Coyoacán,
México, 2013.

Pasaron los tiempos en que las críticas a Octavio Paz y a su grupo eran respondidas con indignación por ellos y casi a pedradas por quienes aspiraban a formar parte del séquito. No es cierto. He presenciado al menos dos represalias contra obras de poetas infrarrealistas, que hace décadas gustaban de orinar la estatua del presidente de la república de las letras.

Por eso es saludable la aparición del libro Octavio Paz y su círculo intelectual, del investigador Jaime Perales Contreras, que Ediciones Coyoacán lanzó al mercado como el Borras, sin el trabajo de edición académica que haría esperar su alto precio. Ni siquiera fue corregido profesionalmente, como merece una investigación de esas dimensiones, con fuentes de primera mano y sobre temas aún incómodos.

Y aunque en esta ocasión tiene mayor interés la sociología de la literatura que la poesía, hay que reprocharle al autor que se note su lejanía profesional del corpus literario estudiado, sobre todo cuando se refiere a libros de poesía y de ficción que han sido –como dicen los académicos– claves en el desarrollo de nuestra cultura. Se mueve mejor en otros terrenos, pero esto no basta para obviar pifias como las afirmaciones de que Guillermo Cabrera Infante –metido al “círculo de Paz”, cuando en todo caso ambos eran parte de una red internacional durante la guerra fría– hacía juegos de palabras como “su émulo James Joyce” o que si se analiza con cuidado la escritura de Baudelaire se nota que “comparte” la cadencia y el fraseo pacianos...

Aparte de eso insisto: aunque simpatizo con los libros de Jorge Aguilar Mora que muestran las  cuarteaduras del pensamiento y la poesía de Paz, quizá con el sacrílego objeto de retobarle justificación estética a su práctica cultural excluyente, creo que eso lo consigue mejor este volumen de 550 páginas escrito sin el personal interés en corroer El Caballito de prestigios ajenos, sino al contrario, con gran admiración.

Con todos sus defectos, si el comprador persevera en la carrera de obstáculos de esta lectura, cae sobre él una serie de relatos microhistóricos que según Perales Contreras plasman la forma en que Paz, un “genio absorbente” –categoría puesta en circulación por Harold Bloom–, va creando una vorágine cultural que atrae a otros talentos necesariamente menores que, ya como grupo, terminan por imponer sus intereses, su dinámica y su pensamiento en la cultura nacional. Casi de inmediato, el libro contradice tan candorosa tesis con base en cartas privadas entre los integrantes del núcleo.

Éstas evidencian formas de relacionarse, de acomodar a los cuates y de promover a los afines que no por ser habituales son benéficas para la sociedad porque igualan al artista y al intelectual con el político: el ascenso mediante recomendaciones de familiares y amigos, las exigencias de pleitesía y las represalias, el desdén absoluto por otras expresiones culturales sólo por razones ideológicas o de territorialidad y el colmo, de competencia comercial. El resultado: el enquistamiento del grupo y después de sus cachorros, que ya envejecidos siguen viviendo de su cercanía con los dómines. Poetas especializados en relaciones públicas, ensayistas que como contadores son irrefutables y contadores de historias que no pueden decir todo lo que imaginan porque conocen bien los riesgos.

El problema menor es que las aportaciones de la gente de Paz caben en la obra de éste, salvo, en mi opinión, las de Juan García Ponce y Salvador Elizondo. La lista de este círculo coincide en gran medida con la nómina de colaboradores mexicanos y la redacción de las revistas Plural y Vuelta. El mayor problema es que, al tener suficientes medios a su alcance, ese grupo se convirtió en una instancia de legitimación intelectual del poder. Las instituciones culturales, tanto estatales como privadas, se entrelazaron con las políticas, de modo que aun las revistas y los grupos supuestamente adversos a los pacianos se insertaron en el sistema con aspiraciones similares. 

Al final, la realidad no requirió de símbolos para consumar su ironía: el joven que denostó en un poema al Palacio de Bellas Artes como recinto de “marmomerengue” recibió ahí, décadas después, el homenaje oficial de cuerpo presente.


Testimonio del norte

Joaquín Guillén Márquez


El karma de vivir al norte,
Carlos Velázquez,
Sexto Piso,
México, 2013.

Carlos Velázquez es uno de los escritores que más ha llamado la atención en los últimos años, principalmente por la buena recepción crítica que sus libros, La Biblia vaquera y La marrana negra de la literatura rosa, obtuvieron. Se le clasificó como un gran cuentista, narrador que entendía lo paradigmático de la zona en que habitaba, autor capaz de crear marginados memorables y convertirlos en protagonistas de las historias más inverosímiles y llamativas que he leído últimamente. El karma de vivir al norte es una muy modesta continuación de su trabajo.

En 2012 Velázquez obtuvo el Premio Bellas Artes de Testimonio Carlos Montemayor, el resultado fue El karma de vivir al norte, título que testifica lo duro de la vida norteña en tiempos de violencia. Tuve un problema, para nada culpa del autor, grave: me sentía sumamente ajeno a lo relatado, y no es que no crea en la guerra contra el narcotráfico, sino que es de una crudeza extrema que por momentos quería que fueran completamente ficticios. Si dentro de la literatura no hay ficción completa, y dentro de la ficción no todo es verdadero o confiable, leer este libro es una forma  fresca de ver las noticias.

Ahí radica la fuerza de la narrativa de Velázquez: en tomar un pedazo de su realidad y llevarlo al ficticio PopStock!, sin embargo en el género de la crónica no hay un PopStock! al que ir, sino una voz peculiar capaz de transmitir su singular visión de la vida. Porque eso es lo que hay en El karma de vivir al norte: un testimonio, mas no el de vivir en Torreón cuando todo lo demás está perdido, sino el de una persona que es “padre de una hija, habitante de la ciudad y consumidor de sustancias”. Este es un registro sumamente íntimo de la realidad.

Pese a lo refrescante que es leer este libro (en vez de una nota periodística más), hay reparos que considero, cuando menos, problemáticos. El gran valor del Velázquez cuentista radica en sus ficciones realmente memorables: el del niño con retraso que de pronto se vuelve rockstar, el luchador que es DJ,  el club de las vestidas,  el de la persona que hace un trato con el diablo por unas botas. No escatimo elogios a su inventiva; sin embargo no pasa lo mismo con estas crónicas. Si bien se trata de un “relato autobiográfico de primera mano”, queda la sensación de que la mayoría de los textos que contienen al libro son sumamente repetitivos.

Hay sus excepciones, claro, como el del joven taxista que descuartiza gente, el sicario al que cachó teniendo sexo en un bar donde vendían cocaína al menudeo y, quizá el mejor de todos, “Torreón way of life”, que busca la esencia del Ser Lagunero. Sin embargo son las menos, uno se queda con la impresión de que funcionarían mucho mejor sin tanta reiteración cada tres páginas de lo difícil que es vivir en el norte, o de que la mejor serie de televisión está en La Laguna. El estilo de Velázquez no hace la tarea menos complicada, y es que él es uno de esos autores que se lee más por lo que escribe que por cómo lo hace.

Sus destellos, particularmente en “Torreón way of life”, son innegables y compite directamente con lo mejor de sus libros anteriores. De lo que no queda duda, algo que agradezco como lector, es que el mejor Velázquez sigue en gestación.


Bajo el filtro del humor

Mariana Dominguez Bátiz


Humor y cultura,
Ricardo Guzmán Wolffer,
Editorial Porrúa,
México, 2013.

La risa como un mecanismo de defensa en la denostada realidad política de nuestro país, en donde tantas cosas ridículas terminan por divertir. El humor como recurso político en épocas de opresión. La carcajada como consuelo, como un sedante para las clases medias.

Estos y otros usos y mecanismos del humor y la risa son explorados por el ensayista, narrador y poeta  Ricardo Guzmán Wolffer (Ciudad de México, 1966) en su libro más reciente Humor y cultura, que conforma un caleidoscopio crítico sobre el tema, analizado a través de muestras culturales como la política o las bellas artes, en donde el también dramaturgo expone un rico acervo tamizado por el “filtro especial para mirar” que da el humorismo.

La novedad editorial apuesta a brindar un largo aliento a las colaboraciones de Guzmán Wolffer en este suplemento cultural, así como en otros diarios de circulación nacional; todas enfocadas en el estudio del humor, a través de entrevistas a personalidades de la cultura en México, y ensayos sobre figuras clave de la cultura mundial decimonónica, del siglo XX y lo que llevamos del XXI.

“La hermosa compulsión de la curiosidad” es lo que el autor plasma en cada una de las páginas del libro, como apunta con precisión en el prólogo Hugo Gutiérrez Vega (Premio Nacional en Lingüística y Literatura 2013), quien también considera que el volumen denota en todo momento “amenidad, el rigor de las ideas y la impecable construcción del ensayo”.

Con su particular estilo –ameno, crítico, analítico y en extremo lúcido y lúdico–, el escritor abre nuevas vetas de conocimiento al lector. Por medio de sus ensayos redescubre literatos de habla inglesa como Wilkie Collins, John Irving, Flann O’Brien, James Thurber o Thomas Hardy. Además, revisita a los ya clásicos Mark Twain, Charles Dickens y a los hermanos Grimm.

Una vena lúdica permea en la faceta de entrevistador de Guzmán Wolffer, donde inquiere con un estira y afloja de seriedad-garbo a una pléyade de personajes del entorno cultural mexicano sobre el humor y sus consecuencias para ámbitos y disciplinas como la pintura, el cine, la música, la política o el mundo publicitario.

Al pasar de las páginas, Armando Vega-Gil, músico del grupo Botellita de Jerez, responderá a la pregunta de si en el rock debe haber humor. Sobre la caricatura política como género humorístico, hablará Rafael Barajas el Fisgón. El pintor Arturo Rivera se confesará como un “humorista no intencionado”. Mientras que la dramaturga Sabina Berman concluirá que “todo es comedia”.

Así, otros especialistas como el poeta Francisco Hinojosa, el crítico de cine Rafael Aviña, el compositor Jaime López o el periodista Miguel Ángel Granados Chapa responderán a incisivas preguntas, cuyo objetivo será en todo momento analizar los hilos que entretejen el humorismo y la cultura en el contexto mexicano, para, en el mayor de los casos, concluir que “incluso en la adversidad, el humor es una opción viable, quizá la mejor”


El cuerpo como laboratorio

Ricardo Guzmán Wolffer


Cuerpo extraño,
Jazmina Barrera Velázquez,
Conaculta,
México, 2013.

Mezcla de ensayo y poesía, los textos cortos de Barrera retoman varias afluencias propias del género (la cita de otros autores, su análisis conjunto, etc.), pero el tino reside en presentar parte el camino deductivo de la autora para llevar al lector no sólo a las fuentes de sus poéticas divagaciones, también a los frutos de ese andar entre lo leído y lo interpretado. Diez glosas sobre el cuerpo y sus actos inmediatos; una sobre los animales, para evidenciar la cercanía con nuestras posesiones, incluso si es otro ser vivo: más si es un alma encarnada, en las capacidades humanas apenas comprendidas.

El cuerpo resulta extraño a la autora: parece no llegar a conocerlo, como si la mirada sobre sí fuera una extrapolación indisoluble. Así como la risa es la respuesta a no saberse situada en un lugar, esta “discapacidad menor” tiene como referencia la propia genealogía. Como si los conceptos de tiempo y espacio fueran ajenos al cuerpo que no reconoce la escribana de un período diferente, del que gusta entrar y salir en lugares como Londres o cualquier otro, donde la arquitectura o el diseño urbano mezclen los siglos sin pudor. La risa y el cuerpo convulsionado para enfrentar la pequeñez humana ante la inmensidad incomprensible del universo: la materia del cuerpo en movimiento para enfrentar lo inasible en aparente estática. La risa como pretexto para hablar de la búsqueda del propio lugar en una ciudad, la de México, donde muchos mundos (tangibles y conceptuales) se entretejen para dificultar el encuentro con el lugar desde donde veremos al mundo.

Una mirada por momentos rozagante para recordar cómo lo inmediato a nuestra visión es ese cuerpo que habitamos en la otredad de lo cambiante. Lo literario para hablar de ese organismo vuelto pantalla de las luces de otros tiempos, para establecer la permanencia de la creatividad literaria; especialmente de aquella que anida en cada lector: bastará uno por generación para asegurar la existencia de Eliot, Stevens, Rushdie, Borges, Coetzee y muchos más. La autora es esa lectora y, mediante sus reflexiones, en espejo, lo son los descifradores de la esencia interiorizada del acto de hacer propio lo escrito hace siglos. Una mirada compartida por quienes logran asombrarse, como esos niños ante los misterios de las aventuras literarias, con las conclusiones de esta ensayista capaz de sorprender en su composición y sus referencias, tan divergentes como asimiladas en la pronunciación de palabras viejas con nuevos significados.