Opinión
Ver día anteriorMiércoles 4 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una disfunción alarmante: tercer acto
D

iciendo algo como: son vicios ocultos, se explican fallas en las obras civiles y hasta en tramitaciones legales. Pudiera aplicarse a proyectos o personas que no cumplieron con las expectativas. Quien eso argumenta pareciera estar culpando al destino y llamando a la resignación.

Los vicios ocultos son las insuficiencias que no son reconocibles en el primer examen. Pueden ser causas genuinas, pero lo que es demoledor es el axioma que se deriva: si algo se concibió mal, se decidió mal, se ejecutó mal, naturalmente resultó mal y ante eso no hay excusa.

Piénsese en lo que sea, todos los extremos caben. Algo así debería explicar la ya inocultable disfunción del gabinete presidencial y en particular al interior de ciertas dependencias. Gobernación es un caos inmanejable originado en la inexperiencia al ­proyectarla.

Algo no camina, no. Pero, haciendo una reflexión que es muy compartida y cuyos indicios fueron claros desde el primer día, se observa que los criterios para la selección de altos funcionarios tuvieron efectos devastadores al enfrentarlos a sus realidades.

Desde aquel diciembre y semanas posteriores fueron claras ciertas libertades presidenciales para otorgar nombramientos y sorprendieron hasta la incredulidad: privaron las amistades; relaciones laborales de la gubernatura; simpatías juveniles; neófitos en todo; consanguineidad; Opus Dei; cuotas; premios de consolación; miembros de la oposición; antiguos jefes; simple paisanaje; dinosaurios priístas; compromisos de campaña.

Los servidores públicos probados fueron despreciados, no entraron en la almoneda. El Servicio Exterior Mexicano fue agraviado por no pocos nombramientos absurdos, alguno que incluso hubo que revocar. Resultado de tanto neófito es la inexistencia de objetivos, políticas y la confusión en las formas de hacer las cosas.

A un año de ejercicio funcional, todos los miembros del gobierno deberían haber dado plenas pruebas de acierto en su quehacer. El primer juicio sobre ello corresponde al Presidente, pero éste no puede despreciar ese comprometedor enunciado de su protesta constitucional: Mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión, y la Unión somos todos y todo.

Para la Unión, como reza la Constitución, la validez del desempeño individual de los funcionarios es un juicio secundario, el primario es comprobar si el gobierno como tal funciona. ¡Ese es el juicio válido y tremendo! Y a un año de la iniciación de mi gobierno, como dice Peña, las dudas son muy serias.

A los efectos de un insuficiente de­sempeño, agréguese que dentro de cada vez más amplios grupos sociales, acecha el enojo, la desesperación, que conducen a los extremos que se están viendo. Mientras en las clases adineradas crece la insolidaridad, el rampante individualismo, la voracidad material y la ostentación.

Nos están llevando a ser sociedades cuya segmentación en dos extremos espanta: la riqueza, frívola, humillante, ajena a todo, y una pobreza que para quien la quiera sentir con compasión, llama a llanto. De ésta, la de los miserables de hoy, no se espere nada más que exigencias de justa reivindicación por la vía que fuera. ¡Y luego nos asustamos!

¿Habrá un plan para conformar el equipo de gobierno que México necesita? No se pudo someter razonablemente al crimen, que es el problema mayor y el más ruidoso. Delitos terribles siguen al alza. Consecuentemente están presentes las reacciones sociales, las guardias comunitarias, que el gobierno se esfuerza en criminalizar a cambio de no entenderlas.

Bajo cualquier hipótesis hay una realidad: ya no cabe más de lo mismo. La base ineludible para el diseño de un estilo de gobierno diferente es dotarse de una cuadrilla competente. De eso Peña no quiere hablar.

Un análisis de aptitud es urgente, con la adopción de medidas correctivas, al que Peña está obligado, pero sobre eso no quiere ni pensar. El fiasco de formas de su reforma fiscal, la irracionalidad de sostener el proyecto de gendarmería, contra todas las opiniones es muestra de la intransigencia de Peña. Él nunca se equivoca.

El pueblo todos los días debe dolerse de agravios en carne propia o por ver terribles sufrimientos a su inmediato alrededor. Además de víctima del crimen también es víctima del desempleo, igualmente lo es de la enfermedad, a lo que se suman las desalentadoras perspectivas que la función gubernamental exhibe. Súmese a ello un gobierno terco e ineficiente. ¡Qué nos espera, qué es lo que sigue!

La rebelión de las masas puede ser tránsito a una nueva organización de la humanidad, pero también una catástrofe en el destino humano.

La rebelión de las masas, Ortega y Gasset