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Primer editor nacido en México que recibe el reconocimiento al Mérito Editorial en la FIL

Marcelo Uribe plantea modificar la ley del libro; es ornamental, señala

El homenajeado habla de su trabajo en Era y adelanta los nuevos proyectos del sello

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Marcelo Uribe, flanqueado por Tonatiuh Bravo Padilla y Raúl Padilla López, recibió el reconocimiento al Mérito editorial en la Feria Internacional del Libro de GuadalajaraFoto Héctor Jesús Hernández
Enviada
Periódico La Jornada
Miércoles 4 de diciembre de 2013, p. 4

Guadalajara, jal., 3 de diciembre.

Son pocas las ocasiones en las que Marcelo Uribe habla en público de su quehacer al frente de Ediciones Era.

La noche del lunes, durante casi 30 minutos, habló ante editores, escritores y amigos, de esa labor, de la necesidad de modificar la ornamental Ley del Libro y el nuevo proyecto del sello: la apertura de una casa que funcionará como librería para las editoriales independientes, con espacio para presentaciones de libros y talleres de creación literaria.

Más allá de la medalla con listón verde que quedó sobre su bufanda negra y del reconocimiento enmarcado al Mérito Editorial, fue el aplauso de sus pares, el cual se prolongó varios minutos, lo que reafirmó a Uribe como uno de los baluartes de la edición en México.

Marcelo Uribe, poeta, traductor, editor y defensor del libro, se convirtió en el primer editor nacido en México en recibir este homenaje, ya que si bien Neus Espresate, Arnaldo Orfila y Joaquín Diez-Canedo habían sido galardonados, son mexicanos por adopción, pues la primera y el tercero nacieron en España y Orfila en Argentina.

Este reconocimiento fue dedicado por el poeta, en primer lugar, al equipo que da vida a Ediciones Era, a los autores que conforman el catálogo y, en especial, a André Schiffrin, autor del libro La edición sin ediciones, cuyo fallecimiento, ocurrido el domingo en París, según anunció dentro de su discurso. La noticia tomó a la mayoría por sorpresa. A él, a su impecable trabajo y honestidad ejemplar, dedico estas palabras.

Entre el público Paloma Villegas, Elena Enríquez y Juan Carlos Oliver, de la editorial fundada por Neus, Jordi y Quico Espresate, Vicente Rojo y José Azorín. Estaban también Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, Cecilia Chávez, viuda del editor, diplomático y ensayista Jaime García Terrés, quien fue mi mejor universidad y con quien trabajó en el Fondo de Cultura Económica, el poeta David Huerta y muchos editores.

Quehacer gremial

Acompañaron a Marcelo Uribe en la mesa de honor el presidente de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Raúl Padilla; el rector de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Tonatiuh Bravo Padilla; la directora del encuentro editorial, Marisol Schulz, el escritor Alberto Ruy Sánchez, quien fue el encargado de hacer una biografía nada solemne del editor, y Adriana Hidalgo, quien dio cuenta de las razones por las que el comité de selección decidió dar a Uribe el reconocimiento de este año.

Se reconoce, sí, la labor editorial, pero también la medalla sirvió para que el editor hiciera una pausa y reflexionara acerca de otras aristas de su quehacer: Al mirar a mi alrededor, puedo ver también otros aspectos de mi trabajo relacionado con el libro, como mi trabajo gremial como vicepresidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, y antes de estar en ese cargo, fue parte del grupo que elaboró el proyecto de la ley del libro “que logró consensos absolutamente inusuales en todo el arcoíris de intereses y posturas culturales y políticas de nuestro país.

“Lo que importa aquí es, ¿qué pasó con la ley del libro que propusimos? Una vez formulada, consensuada, aprobada anímicamente por todos luego de un largo proceso, una pequeña parte del aparato cultural y económico del panismo la mutiló en contra de los deseos de prácticamente toda la comunidad del libro. Modificó dos artículos esenciales y la volvió una ley irregular, fofa, inútil, estrictamente ornamental y de muy difícil aplicación.

Una vez más, el esfuerzo es el parto de los montes; una vez más una ley a medias que se apiña a unos libros sí y a otros no.

Una ley que pone en jaque a los libreros también, los pequeños libreros. La causa: Los precios siguen inflados, los falsos descuentos (no los libros) son los instrumentos de venta, los monopolios se consolidan, las librerías cierran, el que se atiene a la ley es castigado por el mercado y el que viola la ley no es castigado por nadie, y al final el que pierde es el lector con precios altos, descuentos mentirosos y una oferta cada vez más reducida y más alejada de él.

Absurdo impensable

Se prefirió hacer una ley para no hacer nada, subrayó Uribe, fue “modificar un texto coherente, eficiente y con un propósito muy claro e imponer en su lugar una ley que no comprometiera a nadie a nada. Es muy triste que esa desactivación de lo que importa sea ahora una de las tradiciones nacionales más arraigadas. Ningún país de los que tienen leyes del libro cometió el impensable absurdo de buscar mantener los descuentos y tratar de tener un precio único al mismo tiempo (…)

“Ahora es el momento de retomarla y dar el paso que no se dio. Se trata de hacer unas mínimas modificaciones a un par de artículos para dar, como se proyectó originalmente, un respiro al libro, a las librerías, y sobre todo a los lectores. Me gustaría que desde esta feria se emprendiera el corto camino que queda por recorrer para volver eficaz la ley que todos quisimos, incluido Tonatiuh Bravo, el hoy rector de la UdeG.

Los consensos siguen existiendo y las necesidades se han agravado. Entiendo que hoy existen las voluntades en el aparato cultural y en el legislativo para aprobar un texto moderno y serio que realmente siente las bases para un mercado más sano y más amplio del libro. Ojalá podamos devolverle el libro a la sociedad, devolverle los espacios de encuentro cotidiano con el libro, devolverle a las librerías que hoy siguen cerrando darle acceso a la lectura a la gente por las vías naturales de un mercado eficiente y no por los falsos descuentos y los programas con caducidad sexenal o menor incluso. Es indispensable contar con medidas estructurales serias.

Si se entiende a la lectura como una herramienta social y no un adorno retórico tenemos que darle oportunidad a los libros, evitar la perversa mecánica de los precios inflados y los falsos descuentos. Los costos de un mercado enfermo son demasiado altos.