Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 10 de noviembre de 2013 Num: 975

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bachofen o la
mitología paradójica

Mauricio Beuchot

A la memoria de
David Gris

Juan Gabriel Puga

Nicanor: de cantera
de cantores

Enrique Héctor González

El ajusticiamiento
de Taurino López

Agustín Escobar Ledesma

Jorge Carrión y
la revista Política

Marta Quesada

Las ilusiones perdidas:
Fellini 20 años después

Carlos Bonfil

Coordenadas de
una amistad escrita

Cristian Jara

Dos poemas
Spiros Katsimis

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Miguel Ángel Quemain
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Lehmann, el posdrama de la inconformidad

Hans-Thies Lehmann, uno de los críticos y teóricos alemanes más importantes de los últimos años, está convencido de que en el principio está el verbo, pero el teatral. Es ahí donde gravita la creación artística contemporánea, territorio “insustituible” de la reflexión artística y un laboratorio de la creación polivalente que pocas artes logran convocar en un quehacer tan estrecho.

Lehmann, como sucede con pocos críticos teatrales, organiza su mundo intelectual desde la enseñanza, la investigación y en la libertad del ensayo que tiene mucho de crónica de las últimas dos décadas en Alemania, en cuya lengua queda manifiesto el arte efímero que se registra en los principales festivales teatrales y de artes escénicas en el mundo. Él se encarga de la materia de Estudios teatrales en la Universidad J.W. Goethe en Frankfurt, ciudad que se ha convertido en sede de las principales exposiciones comerciales del mundo; una ciudad casi de paso, como el entretenimiento que les ofrece.

Teatro posdramático surge como resultado de una reflexión prolongada en el ejercicio de la crítica teatral, que ha derivado en publicaciones que tienen un orden temático que podría admitir lecturas muy diversas. Publicó en 1991 Teatro y mito, emparentado con la reflexión más rica sobre la tragedia griega y sus múltiples lecturas, al modo en que lo han hecho Nussbaum, George Steiner, Bloom, Gilbert Highet, Le Goff y Ariés, por mencionar lo más descollante.

En este siglo ya se ocupó de un orden político donde destacan dos trabajos multirreconocidos: Escribiendo lo político (2002) y Un hermoso Cuaderno de trabajo sobre el inspirador Heiner Müller, que hizo en colaboración con Patrick Primavesi. Müller es de los autores más citados y explorados en este libro y no me parece una elección casual. Muller es toda una lección de vida consagrada al teatro, al pensamiento teatral y a la política del/en el mundo escénico.

El autor no le ha temido al orden hermeneútico y ha explorado las aportaciones desconstructivas de Derrida y el poder de la palabra tan claro en el discurso de Lacan, Deleuze, Julia Kristeva, Bernard Dort, Gadamer, Roland Barthes, Lyotard, e incluso trae a la escena de la palabra a un sociólogo como Bourdieu. Tampoco se aleja de los lenguajes contemporáneos de la ficción y la poesía y tiene en la cabecera a Beckett, Sarraute, Jean Genet, Oskar Panizza y Octavio Paz.

Como alemán de rigor no prescinde de la filosofía: se sumerge en Aristóteles, aunque Platón no parece importarle. Tampoco parece muy conmocionado por la vigencia de los clásicos griegos: Sófocles y Eurípides. Está preocupado por discutir lo contemporáneo (“Qué es lo contemporáneo”) al modo en que lo presenta Agamben, prolífero filósofo italiano; la teoría de la cultura y la convergencia de lenguajes como lo han hecho Adorno, Benjamin y Christoph Menke, desde un horizonte distinto de aquel en que se han empeñado Kantor, Grotowski y Handke, como ha sido también con los psicoanalistas como Anzieu, Hartmann (psicólogo del Yo) y Kristeva (aunque parece que no le importan mucho los shakespereanos como Bloom y André Green).

Teatro posdramático se opone al entretenimiento a partir de su rigor, de la relectura constante del mundo clásico, y por ser crisol de formas de creación que permanecerían periféricas sin la convocatoria lúdica, imaginativa y crítica del teatro.

Sirva este pequeño contexto para entrar en materia sobre horizontes muy distintos de hacer y pensar lo teatral. Pienso en algunos grupos teatrales que, entre nosotros, ejercen una estética sumamente original por el modo en que la diversidad de lenguajes se alojan en esa casa siempre temporal del teatro que es la puesta en escena.

En qué diversidad pienso: Lydia Margules, La Rendija y todas sus metamorfosis: Concepción Reséndiz, Sergio Tamayo, Rocío Carrillo, Alejandro Carrejo, Mauricio Rodríguez, Raquel Araujo... De esa misma generación y hacia otro rumbo, Luis Mario Moncada; Silvia Pelaéz, Daniel Serrano, Ximena Escalante, y un ejercicio singular y múltiple en Estela Leñero, incluida Verónica Musalem, Jaime Chabaud, Berta Hiriart y esa orquesta que se llama David Olguín.

Es asombroso cómo en este libro tan rigurosamente editado por Paso de Gato (aunque tiene más de ocho colaboraciones institucionales, de las que daré cuenta, y un prólogo de José Antonio Sánchez, una excelente reseña sobre la utilidad de esta indagación) encontramos un poderoso espejo de lo que se hace actualmente en el teatro mexicano.