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Segunda jornada de la feria que se desarrolla en la Plaza de la Constitución

La vida ciudadana retorna al Zócalo, por la magia de los libros

Los tumultos de compradores, como siempre, son esperados el fin de semana

Entusiasmo de transeúntes por recuperar un espacio que es de todos

Aglomeración ante ejemplares de Rius

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Los jóvenes asistentes a la feria del libro en el Zócalo, poco a poco se adueñan de la principal plaza pública del país, como este grupo que porta carteles que invitan a sonreír y abrazar a los transeúntes, entre ellos a los policias que vigilan el encuentro editorialFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Viernes 18 de octubre de 2013, p. 3

En el segundo día de actividades de la edición 13 de la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la ciudad de México se comienza a recuperar, poco a poco, la vida ciudadana en el principal espacio público del país.

Los lectores llegan, de manera tímida pero constante, a la Plaza de la Constitución que ayer por la mañana lució tranquila. Los tumultos de compradores, como siempre, son esperados por las editoriales hasta el sábado y domingo, dicen las personas que atienden los módulos que este año están de lujo sobre tarimas de madera.

Se observa a muchachos que vagabundean entre libros o se arremolinan frente a pilas de títulos del historietista Eduardo del Río, Rius, para examinar portadas, precios y luego rascar sus bolsillos para finalmente elegir El fracaso de la educación en México. ¿Por qué comprar precisamente ese?, se pregunta al preparatoriano: Es el tema de hoy, responde muy seguro.

El nuevo diseño de las carpas y estructuras que albergan el encuentro editorial incluye jardineras diseñadas por el despacho de arquitectos Legorreta + Legorreta y Jerónimo Hagerman. Los jóvenes enamorados son quienes ya han hecho suyos esos rincones para besarse bajo la sombra de truenos y acacias. Se besan, se fajan, se acarician, allí donde –dicen los transeúntes– hace poco hubo acciones policiacas.

Casi sin cerco policiaco

La molestia de las personas que llegan en Metro y se encuentran con que sólo están abiertas dos salidas (las que dan a la Suprema Corte de Justicia y al edificio de oficinas del Gobierno del Distrito Federal –GDF–, al final de un pasillo reducido por la instalación de locales comerciales), se diluye ante la simple vista de un Zócalo casi libre del cerco policiaco que se mantuvo luego del desalojo de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación el pasado 13 de septiembre.

El Palacio Nacional continúa totalmente resguardado por vallas y elementos del Ejército, mientras el edificio del GDF es custodiado por granaderos, los cuales también se ubican en varios grupos de hasta 20 uniformados sobre la avenida 20 de noviembre.

El megacentro de acopio que estaba instalado en el centro de la Plaza de la Constitución se fragmentó en varias carpas, todas ellas semivacías, ayer alrededor del mediodía.

Las personas que recorren con entusiasmo la feria del libro son las que van ganando la batalla por recuperar el Zócalo que es de todos, dice Ernesto Brito, oficinista del rumbo, quien comenta que la seguridad ahora no se compara con la del 13 de septiembre, cuando el ambiente sí que estuvo pesado. Me quedé cerca viendo todo. ¿Miedo? No, lo que sentí fue coraje por la forma en la que corrieron a los maestros.

Los pocos elementos de la Policía Bancaria e Industrial que vigilan los pasillos del encuentro editorial se miran tan relajados que hasta se dan un tiempo para bolearse los zapatos. Mientras varios integrantes de la Policía Militar dejan sus puestos de vigilancia para curiosear en la feria. Uno se detiene frente a los juguetes educativos, ¿se lo lleva jefe?, le pregunta el vendedor. No, ahorita estoy de servicio, pero volveré por éste, es para mi hijo, promete el militar, mientras su compañero, en el puesto de junto, lee con interés la contraportada de un tomo de la serie de novelas históricas Los reyes malditos, de Maurice Druon, mira, éste se ve interesante, trata de Felipe el Hermoso, le dice mientras sonríe con malicia.

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Militares que resguardan el Palacio Nacional se acercaron a los módulos de la Feria Internacional del Libro en el ZócaloFoto Mónica Mateos

Una señora frente a los tres tomos de los cuentos completos de Julio Cortázar se queja de los precios: Se supone que por ser feria deberían ser más bajos, pero son los mismos que en librerías; este cuesta 149 pesos en la Gandhi y aquí igual, no tiene rebaja. Lo mismo opinan quienes se acercan a buscar los libros de Paulo Coelho: No están nada baratos.

Es jueves por la mañana y el área de talleres para niños, así como la bebeteca están vacíos, claro, los chicos están en clase, pero ya verá el fin de semana. En el foro 1, estudiantes de una primaria de Milpa Alta disfrutan el espectáculo de cuentacuentos de Mario Iván Martínez.

Más allá, otro grupito de chavos se detiene para hojear Las dos después de medianoche, del maestro del terror Stephen King, pero de inmediato ven los libros que están atrás y se lanzan sobre ellos: El Tigre: la Televisa de Emilio Azcárraga; este debería ser libro de texto, bromea uno de ellos.

Varias chicas se secretean entre risitas frente a la colección Cincuenta sombras de Grey, la novela erótica de la década, como falazmente se anuncia, mientras en otro módulo un hombre revisa con manos temblorosas el libro Ilustraciones para Juliette de Sade, los Dibujos eróticos del Marqués Von Bayros y los de Zichy. Mira el precio, ¡25 pesos!, exclama, y se lleva todos.

Son las editoriales independientes las que ofrecen muchos de sus materiales en menos de 100 pesos, entre ellas Clandestino, Verso Destierro, Trajin Literario, Guerrilla Editores, Cofradía de Coyotes, Arcángel, Cosmos, Resistencia, Amarillo y otras más que pagaron 450 pesos por la renta de su espacio.

Kafka, Sor Juana Inés de la Cruz y Cervantes son de los autores más buscados, señalan los vendedores de la carpa 11, pero también preguntan mucho por filosofía, audiolibros y películas de Chaplin. Qué bueno que se pudo realizar la feria. ¿Quiénes la disfrutan más? Sin duda lo jóvenes, pienso que están leyendo más que la generación de sus padres, concluye Ana Millán, antes de atender a una persona que se lleva una biografía de Bob Marley.