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En el Lunario del Auditorio Nacional recuerdan a La chamana a un año de su muerte

Amigos levantan su canto y copa para decir ¡salud por Chavela Vargas!
Foto
Inma La voz del Mediterráneo durante su participación en el homenaje a Chavela VargasFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de agosto de 2013, p. 9

En el Lunario del Auditorio Nacional, el Sol del recuerdo ardiente por Chavela Vargas, a un año de su muerte (5 de agosto), iluminó rostros y dio pasos por un camino que se bifurca una y otra vez hasta llegar a esa región en la que habitan las almas: el más allá, donde La Macorina sigue con sus carcajadas y llantos, a su ritmo, con tragos de tequila.

La noche del pasado lunes, un grupo de amigos se reunió para cantar al modo de Chavela, con cuadratura caprichosa, definieron Los Macorinos, que acompañaron a Inma La voz del Mediterráneo para entonar con un bravío rasposo las dolorosas de José Alfredo Jiménez, a las que La chamana arrancó su lado más oscuro y más ambiguo, con esa luz que no se sabe si es el amanecer o del anochecer.

Una silla en su honor

Del lado izquierdo del escenario se colocó una silla grande, de esas en las que sentada la intérprete parecía sacerdotiza.

El concierto tuvo un ritmo vertiginoso y canción tras canción dejó un sabor de agave o de malta y cebada.

En una mesa se colocaron unos caballitos tequileros, para que el espíritu de Chavela también levantara su mano y dijera ¡salud!, como tantas veces lo hizo.

Los arpegios en la guitarra de Inma sonaron hasta las filas del fondo. La española expresó: Estamos aquí, esta noche, gracias a un impulso de la embajada de mi país en México. Gracias a María Cortina, quien como nadie acompañó a Chavela los últimos años de su vida y que es madrina de este homenaje. Cortina no subió al escenario, pero Inma dijo que andaba por ahí, con una actitud no protagónica y sumamente respetable, pues así lo decidió.

Anunció a Los Macorinos, que durante décadas acompañaron a Chavela. Se oyeron los acordes de una melodía que interpretó Mario Ávila, quien dijo que La chamana siempre llegó con una niña adolorida en sus brazos. Escribió una canción de cuna para la niña Chavela”. Cantó Y ahora que me dejas. La letra es de Vargas, con ritmo de vals. Siguió con Adónde te vas, paloma, que seguramente Chavela pensó para muchas de las palomas que amaba. Es un saludo y una despedida, dijo Ávila.

Inma citó a Chavela: La gente llora porque siente lo que canto. Interpretó Amanecí en tus brazos, que José Alfredo compuso para Lucha Villa hace unos ayeres. Ella la cantaba como cuando una mujer susurra algo al oído de un hombre.

Entró Édgar Oceransky con Tontxu. Revalidaron el filin ranchero con Un mundo raro. El público (españoles y mexicanos) coreó como si estuviera en el Tenampa.

Luego se reventaron Piensa en mí, de Agustín Lara, que Chavela hizo un ruego para decirle a alguien: ten, mi vida es tuya.

Inma continuó con María Tepozteca, de las preferidas de la homenajeada.

Fernando del Castillo El Chino amenizó con sus anécdotas divertidas. En gran medida se llevó la noche. Alguna vez, en un homenaje a Chavela en el Teatro de la Ciudad salió a fumar en tanto comenzaba el acto. Varios le pidieron boletos. Les dijo que no se los podía dar, pero que les iba a cantar la pieza que le tocaba en el programa. Así lo hizo y nadie le creyó que era cantante.

Prosiguió con Las ciudades, una de las creaciones más profundas de José Alfredo y de la que Chavela hizo un himno al dolor amoroso. Es cuando alguien no saldrá nunca de otro ser porque se metió por los poros.

Entró la argentina La Negra Changra, de voz potente. Dijo que en 2004, Chavela Vargas “dio un concierto maravilloso en Argentina. Cantaron juntas No soy de aquí, ni soy de allá, de Facundo Cabral; luego, Las pequeñas cosas, que se oyó grande.

Así siguió la noche y todos los cantantes invitaron a decir ¡salud por Chavela!