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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      Hugo Gutiérrez Vega 
Jorge Humberto Chávez: Road Poet 
  Marco Antonio Campos 
José Luis Martínez: El trato con escritores 
  y otros estudios 
  Adolfo Castañón   
  
Los nombres en Tolstói 
  Alejandro Ariel González 
Los Tolstói serbios 
  Ljubinka Milincic 
Tolstói en su 
  prosa íntima 
  Selma Ancira 
  
Reflexiones de un traductor de Tolstói 
  Joaquín Fernández-Valdés 
  Roig-Gironella 
Una familia internacional 
  Irina Zórina 
Narrar el umbral: 
  La muerte de Iván 
    Ilich de Lev Tolstói 
  Maria Candida Ghidini 
Leer 
Columnas: 
        Bitácora bifronte 
        Ricardo Venegas 
        Monólogos compartidos 
        Francisco Torres Córdova 
        Mentiras Transparentes 
		Felipe Garrido 
        Al Vuelo 
		Rogelio Guedea 
        La Otra Escena 
		Miguel Ángel Quemain 
        Bemol Sostenido 
		Alonso Arreola 
        Las Rayas de la Cebra 
		Verónica Murguía 
        Cabezalcubo 
		Jorge Moch 
        Galería 
		Roberto Gutiérrez 
        Cinexcusas 
		Luis Tovar 
    
   Directorio 
     Núm. anteriores 
        [email protected]    
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	 Felipe Garrido 
    
   Asómate 
   
  
   Para R. L. V. 
   Mira qué lunota, dice Lucía desde la ventana que está frente al anuncio de la  farmacia y luego se para en la puerta; yo hago que no la oigo; abro más los  ojos, como si por nada del mundo pudiera dejar de ver lo que pasa en la tele, y  ni se me ocurre pararme, porque cuando la luna está así no quiero verla. A mi  hermana le da risa que me asuste. Ya es hora que llegue mamá. Lucía va  cambiando de color con las luces del anuncio. ¡Cállate!, le  grito porque clarito le veo en los ojos lo que va a decirme, Se me hace que le gustas... y se ríe como siempre, abriendo de más la boca. Abajo se oye  la puerta, pasos en la escalera, y yo me tapo las orejas pero, mientras mamá  abre el depa donde ahora vivimos las dos solas, alcanzo a oír a Lucía, tu boca ha de oler a sudario y a hierba  machacada –con su voz desgarrada–, en una turbia fecha de cierzo gemebundo –los jirones de su voz–, en que ronde la luna porque robarte quiera...  –su voz de aparecida. 
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