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El cineasta surrealista
Raúl Olvera Mijares
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Luis Buñuel: El doble arco de la belleza y de la rebeldía,
Octavio Paz,
prólogo de José de la Colina,
FCE,
México, 2012.
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En ocasión del centenario del natalicio del insigne realizador español, para más señas aragonés, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, editores de la Obra completa de Octavio Paz, decidieron sacar a la luz un esbelto volumen que reúne textos de cuatro autores: Paz, José de la Colina, quien pergeñó un ágil, ilustrativo y disfrutable prólogo, el mismo Luis Buñuel (1900-1983), en forma de un fragmento de sus memorias donde toca el tema de Los olvidados (1951) y, finalmente, una obra dedicada al filme del poeta surrealista Jacques Prévert, traducida por el propio De la Colina.
Si bien Octavio Paz conoció en París el año de 1937 a Luis Buñuel, habrían de transcurrir catorce años para que volvieran a encontrarse en Cannes en 1951, a raíz del estreno de su película sobre México. Para la cual el poeta mexicano prepararía un ensayo titulado “El poeta Buñuel”, que distribuyó en una versión francesa entre los asistentes, entre quienes se contaban personalidades como Jean Cocteau y el pintor Marc Chagall, amigos de Paz. Eso, más las entrevistas y las declaraciones de prensa, fueron elementos que allanaron, hasta cierto punto, el camino para la película en Europa, que ese año, por cierto, se llevó los premios a la mejor dirección y el de la crítica.
Las reacciones en México, en un inicio, fueron de indignación; incluso la mujer del poeta León Felipe quiso arañarle la cara al director, por presentar esa imagen tan maligna y falseada de México. Luego, tras las reacciones de la crítica internacional, el filme pudo volver a exhibirse y permanecer dos meses en cartelera en la capital mexicana. Además del texto de Paz mencionado, se recogen de su autoría otros tres: “El cine filosófico de Luis Buñuel”, “Cannes, 1951: Los olvidados” y “Cartas a Luis Buñuel”.
De las treinta y dos películas que integran la filmografía del director, veinte resultan ser mexicanas (algunas de ellas entre las más notables, como El ángel exterminador, Nazarín, Simón del desierto, Subida al cielo y Ensayo de un crimen). José de la Colina asevera que la carnalidad, lo abigarrado de los temas y la riqueza y concreción de los personajes (no meras abstracciones conceptuales como en la última etapa francesa) signan este período, el más rico en la producción del realizador. Este volumen ofrece una singular oportunidad para conocer o bien recordar el trabajo de varios artistas, tanto de la palabra como de la imagen móvil, en particular los ensayos de Paz y de José de Colina resultan de sumo interés. Paz se ocupó solamente de manera marginal y por excepción de cine, por eso sus apreciaciones acerca de Buñuel resultan memorables. José de la Colina, en cambio, ha cultivado la reseña cinematográfica a lo largo de decenios. Su resumen acerca de la trayectoria de Buñuel está redactado en frases breves, sentenciosas y llenas de conocimiento de causa y admiración por el trabajo del más grande cineasta entre los surrealistas.
Sociedad, biografía e historia
Hugo José Suárez
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La imaginación sociológica,
C. W. Mills,
FCE,
México, 2012.
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Hay libros que transitan de la biblioteca a la mesa de noche una y otra vez, y uno de ellos es La imaginación sociológica. Su gracia está precisamente en que cada relectura es diferente; el espíritu del momento en que se toma el libro hace que se descubra nuevos episodios a los cuales no se les había puesto atención. Este texto, además, invita a recorrer sus páginas irresponsablemente, es decir saltándose capítulos o explorando rutas autónomas y azarosas que no siguen otro patrón más que la intuición y la curiosidad.
Una primera parada obligada es el prólogo que hizo Gino Germani a la edición castellana en 1961. La crítica de Germani a la sociología en nuestro continente es cruda: “En los países de América Latina nos encontramos en una situación que es casi opuesta a la existente en los Estados Unidos. El ‘ensayismo’, el culto de la palabra, la falta de rigor son los rasgos más comunes en la producción sociológica en el continente. Lejos del ‘perfeccionismo’ y el ‘formalismo metodológico’ yanquis escasea o falta la noción misma de método científico aplicado al estudio de la realidad social. Sólo en contadas universidades se enseña algo de metodología y técnica de investigación.”
El diagnóstico es cierto: en Latinoamérica el aporte de los grandes ensayistas ha sido tan importante que, a menudo, se ha dejado de lado el procedimiento y las reglas de producción de conocimiento científico. Entre estudiantes, e incluso entre algunos investigadores profesionales, cuando se intenta subrayar el rigor en las formas de hacer investigación, se suele ser rápidamente acreedor del desprestigiado adjetivo de “positivista”. Daría la impresión de que hacer ciencia social es tierra libre de advertencias y que cualquier idea puede ser automáticamente sociológica; parecería que no deben construirse problemáticas, perspectivas analíticas, estrategias metodológicas, precisiones conceptuales; parecería que la sociología estuviera peleada con la libertad creativa. En esa discusión, precisamente el texto de Mills tiene una pertinencia que trasciende, pues invita a pensar libremente pero desde la ciencia social; convoca a dejar volar la imaginación pero potenciada con la sociología. Y desde ahí, nuevamente todo adquiere otro sentido; cualquier observación puede ser sociológica, toda idea tiene germen para explicar algo fundamental de la vida colectiva.
Mills tiene una elegante manera de nombrar su quehacer: se trata de una artesanía intelectual. En su libro, lo que busca es compartir algunas “codificaciones de procedimiento” en su propia trayectoria; busca compartir con el estudiante novel “su manera real de trabajar”, su idea de método y de teoría. Una de sus primeras advertencias es que los sociólogos “no separan su trabajo de sus vidas. Parecen tomar ambas cosas demasiado en serio para permitirse tal disociación y desean emplear cada una de ellas para enriquecer la otra”. Esto significa que debe aprenderse a “usar la experiencia de vida en el trabajo intelectual, examinándola e interpretándola sin cesar”, siendo esa una de las más estimulantes características del ejercicio sociológico. A diferencia de cierta orientación de la antropología, que invitaba a retirarse de la comunidad de origen para observar al “otro”, o de la filosofía, que convoca al debate de unas u otras ideas de uno u otro filósofo, la sociología nos devuelve a la vida cotidiana y nos lleva a mirarla de otra manera, descubriendo cosas nuevas: “la experiencia es sumamente importante como fuente de trabajo intelectual original”, advierte Mills.
Para ello, sugiere llevar sistemáticamente un diario que conduce a generar el hábito de la observación atenta de lo que nos sucede y empezar a darle otra interpretación. Esto lleva a una característica del oficio: escribir regularmente, ya que “no puedes tener ‘la mano diestra’ si no escribes algo por lo menos cada semana. Desarrollando el archivo, puedes tener experiencias de escritores y cultivar, como suele decirse, sus medios de expresión”. El sociólogo, entonces, debe andar con una libreta en la mano, tomar notas de lo que lee, de lo que observa, de lo que le llama la atención ¡y hasta de lo que sueña! Debe escribir y volver a escribir para luego darle un sentido sociológico a todo lo observado anárquicamente en su vida diaria.
Entonces, ¿qué nos diferencia del escritor profesional? ¿Dónde está la distancia con el cronista social? Mills responde con los dos pilares del oficio sociológico: la teoría y el método: “El ‘método’ tiene que ver, sobre todo, con el modo de formular y resolver cuestiones con cierta seguridad de que las soluciones son más o menos duraderas. La ‘teoría’ tiene que ver, sobre todo, con la estrecha atención que se preste a las palabras que usamos, especialmente a su grado de generalidad y a sus relaciones lógicas.”
Para este sociólogo, el investigador debe escapar de la observación que no lleva a explicaciones más abstractas y de las abstracciones que no emergen de la observación concreta, pues ambas conducen a conclusiones pobres: “no hay serias diferencias entre quienes observan sin pensar y quienes piensan sin observar”; dicho de otro modo: se debe huir del periodismo de televisión y de la filosofía de simposio.
Finalmente, Mills propone un puente entre la biografía individual y el mundo; rompe así con la separación entre psicología e historia y sugiere una ruta para vincularlas: “ni la vida de un individuo ni la historia de una sociedad pueden entenderse sin entender ambas cosas”. Lo que ocurre en el mundo, dirá el autor, no es ajeno a lo que ocurre en el individuo; precisamente “la imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad”.
El texto de Mills es una estimulante compañía que siempre devela nuevos secretos. Su relectura es sin duda una adecuada decisión.
La trilogía de oz
Javier Galindo Ulloa
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La Colina del Mal Consejo,
Amos Oz,
traducción de Raquel García Lozano,
Siruela/Random House Mondadori,
España, 2012.
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El escritor israelí Amos Oz (Jerusalén, 1939) rememora la historia de la Jerusalén de posguerra desde la conciencia de sus personajes infantiles. El libro La Colina del Mal Consejo, originalmente publicado en 1978, es una trilogía de relatos breves de la anhelada creación del Estado hebreo y la resistencia bajo el imperio británico. Oz retrata una élite que ve un futuro incierto ante esta falta de soberanía; asimismo valora la conciencia del niño desde su formación cultural e ilustrada, en un ambiente de poetas, médicos y guerrilleros.
La literatura de Amos Oz recupera la tradición quijotesca de las armas y las letras con el objeto de manifestar la conciencia política de los infantes desde una visión romántica. Expresa la crisis existencial de estos personajes que han sido educados con la lectura de la Biblia y la poesía hebraica de sus ancestros. Su punto de vista sobre la resistencia armada se mantiene a un nivel intelectual y reflexivo, puesto que sus historias transitan en un ambiente de agonía y sordidez en aquella Colina, donde sólo hay tiempo para pensar sobre el futuro del Estado hebreo. En esta tierra prometida, hay un anhelo de libertad de expresión, de vida política y de identidad nacional desde una posición intelectual respecto al sionismo, la resistencia, el imperio británico y el fundamentalismo árabe.
El tema común que une a los tres relatos: “La Colina del Mal Consejo”, “El señor Levi” y “Nostalgia” es el amor y la patria como dos elementos ineludibles para preservar la libertad. El primer relato aborda la historia familiar de un reconocido veterinario a partir de la celebración del triunfo de los aliados. La memoria personal del narrador arrastra una serie de elementos culturales del mundo judaico; combina a través de su escritura la poesía y la historia con el objeto de mostrar la esencia del lenguaje de los viejos poetas, en su expresión oral y bíblica, como un medio de resistencia contra el imperialismo británico. El escritor retoma elementos románticos para definir el sentido de patria de un pueblo judío que vive de su tradición hebraica y proverbial dentro de un contexto progresista.
En “El señor Levi”, el narrador cuenta la historia de su infancia a partir de la descripción generacional de personajes ilustrados; como es el caso del poeta Hejamkin, cuyos versos evocan un paisaje estival y campestre de la región de Jerusalén, el joven ajedrecista Efraím y el adolescente Uri. El relato adquiere un panorama real en cuanto a la problemática particular del narrador; por un lado manifiesta el recuerdo del combate y los toques de queda, y, por el otro, la pérdida de valores espirituales, de la democracia y la soberanía del pueblo hebreo.
Cabe destacar que en este segundo cuento, se trasluce la intimidad de una familia a través de la escritura. La conducta de Uri evoluciona hacia un nivel más combativo y rebelde desde su refugio hogareño. Así como Ana Frank revela en su Diario su pensamiento íntimo ante los embates nazis, el narrador describe el encierro de su casa como escondite también de poetas y militantes de la resistencia. Se devela la actitud rebelde y revolucionaria del personaje adolescente: “Yo fui quien escribió en la tapia de la sinagoga con pintura roja ‘Libertad o Muerte’, y no puedo flaquear ahora.”
El narrador antepone esa crisis política al anhelo de un paraíso recobrado de vida campestre y solitaria para aprender a escuchar el silencio de la naturaleza y descubrir allí el sentido de patria. Concluye con el tema del amor como manifestación humana que entra en armonía con los valores de la revolución y la libertad, y plantea si este sentimiento se logra pese a una patria ausente: “En mi opinión, los luchadores no deben meterse en líos de amor y cosas por el estilo. El amor puede esperar hasta después de la victoria”; es decir, sin patria el amor no tendría cómo ser vivido plenamente.
“Nostalgia” es un relato epistolar: nueve cartas fechadas entre el 2 y el 10 de septiembre de 1947, escritas por el médico Emmanuel Nosbaum y dirigidas a su antigua prometida. Son misivas de despedida porque el remitente cree que ella ha embarcado hacia Nueva York. El médico observa cómo va desarrollándose el conflicto hebreo y árabe en la lucha por un Estado independiente. Existe un paralelismo entre el sentimiento del narrador y la mujer como símbolo de patria, a la que tanto anhela a través de sus misivas. Él espera su regreso, así como también la creación de un Estado soberano, libre y cosmopolita.
Como especialista en literatura hebrea, Amos Oz ha sido académico de diversas universidades de Jerusalén, Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, y es un intelectual que traslada sus conocimientos de la cultura hebraica y la poesía romántica (Keats, Byron, Shelley…) a la escritura de sus relatos a partir de la memoria personal y la reflexión sobre el asunto rebelde de Jerusalén y el sionismo ortodoxo.
Carta del doctor Arturo Orea Tejeda
al doctor Miguel Ángel Mancera
La prevalencia en sobrepeso y obesidad en hombres es de más del sesenta por ciento (Ensanut 2006), y está asociada al consumo de refresco. México es primer lugar de consumidores de bebidas endulzadas en América Latina y el segundo lugar a nivel mundial después de Estados Unidos. El consumo de bebidas con alto aporte energético representa el veinte por ciento de la energía total de la ingesta diaria promedio que consumen los mexicanos.
Según el INEGI, las familias mexicanas destinan entre siete y diez por ciento de sus ingresos totales a la compra de refrescos y aguas carbonatadas. Los hogares de ingresos más bajos son los principales consumidores de estos productos; gastan más dinero en la compra de refrescos que en la de tortillas y frijoles.
En un estudio nuestro, la reducción de bebidas azucaradas disminuyó el peso en más de 3 kg. en seis meses.
Como ciudadano de esta gran metrópoli y como parte del grupo de salud que en colaboración con la Secretaría de Salud del Distrito Federal estudia la obesidad en niños de Ciudad de México en el programa Rescate (Programa de Reducción de Riesgo Cardiovascular Total Escolar), no puedo más que expresar mi desacuerdo con el otorgamiento a Coca Cola del distintivo "Organización Saludablemente Responsable" por el Gobierno del Distrito Federal. Es, por decir lo menos, lamentable que los encargados de velar por nuestra seguridad y bienestar se entreguen al mejor postor. Al paso que vamos no deberá sorprendernos que se otorgue el mismo galardón al señor Joaquín Guzmán Loera. |
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