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En su mayoría hombres, viven entre cajas de cartón, plásticos y trozos de madera

Junto a las vías del Metro, al menos 10 indigentes construyeron su hogar

No hay razón para cambiar de vida; estoy loco, pero no soy infeliz, comenta El Cholo

Para comprar tortillas, nadie tiene dinero, para la mona todos sacan sus 5 pesos, narran

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Esta zanja entre la avenida Congreso de la Unión y las vías del Metro, sirve como resguardo para varias personasFoto María Meléndrez Parada
 
Periódico La Jornada
Sábado 27 de julio de 2013, p. 27

A unas cuantos centímetros de las vías del Metro, sobre la avenida Congreso de la Unión, al menos 10 personas viven entre cajas de cartón y lonas de plástico, rodeados por la malla metálica y el alambre de púas que resguarda las instalaciones del sistema de transporte.

Frente a una de las entradas principales de la Cámara de Diputados y del Metro Candelaria –estación de correspondencia de las Líneas 1 y 4, localizada en la delegación Venustiano Carranza–, jóvenes y adultos, en su mayoría hombres, pernoctan en el lugar de menos de dos metros de ancho por más de 10 de largo.

Uno de ellos es Silvestre, lo llaman El Cholo. Dice que aprendió a vivir a la intemperie en Estados Unidos; cuenta que se fue de mojado y estuvo en Los Ángeles por lo que se autonombra homeless, palabra en inglés que significa sin hogar.

Desde los 12 años vive en las calles, recuerda que su casa estaba en la delegación Tláhuac, por allá en Mixquic. Hoy tiene 43 y asegura que no existe motivación alguna que lo haga cambiar de vida.

El Cholo vive solo en uno de los costados de la improvisada vivienda desde hace cinco años, el espacio que ha convertido en su hogar tiene una radio, algunas cubetas, varias lonas de rafia y plástico, una parrilla eléctrica, una cazuela de barro y lo que él llama su cama y mesa para comer, que son un par de maderas unidas con cinta canela y trozos de metal. No se encuentra a ras de suelo porque dice que cuando llueve, por aquí corre el agua y me inundo.

De acuerdo con los vecinos, los chavos no son personas agresivas, pero prefieren no molestarlos, ya que la mayoría del tiempo están drogados.

En el otro costado viven El Negro y Carlos, hay otros tantos, pero no atinan a decir su nombre; con un trozo de estopa en las manos permenecen sentados entre ropa y plásticos. Ninguno parece tener más de 30 años, todos son hombres, aunque dicen que hay una chava, pero ahorita no está.

Los que ahí viven son 10, aunque los fines de semana se juntan muchos, pero no se quedan a dormir.

Ahí lo que más se consume es solvente y piedra. La razón es que los inhalables son muy baratos y pueden obtenerlos con facilidad.

“Cuando se hace la vaca para comprar unas tortillas o jamón nadie tiene, pero pasa el de las monas (un hombre que les vende todos los días) y todos tienen sus cinco varos”, afirma Silvestre, quien dice no ser aficionado a esas sustancias, pero sí a la mariguana.

Tienen varias formas para ganarse algo de dinero y subsistir: juntan cartón, fierro viejo y lo venden, incluso vecinos les regalan periódico, que también comercian; otros salen y limpian parabrisas o bolean coches con un mechudo en diversas avenidas, también se van a la Central de Abasto y consiguen comida o buscan en botes de basura de la zona.

Luego te encuentras cosas chidas, ahí agarré el radio, y a veces hasta ropa, cuenta El Cholo.

Los asaltos o violencia relacionados con la población en situación de calle no son algo común. Sobre este tema, la respuesta de los vecinos fue contundente: Es una zona conflictiva, difícil, hasta peligrosa, sobre todo de noche, pero es así con o sin indigentes.

Algunos piensan que deberían retirarlos inmediatamente, pues son un riesgo para las demás personas; sin embargo, otros opinan que pese a que huele mal y es preocupante que les dé por robar o agredir a alguien, ahí donde están casi ni se ven y también es muy peligroso para ellos.

Silvestre tiene nueve hermanos, su padres son de Zacatecas, dice que seguro no lo extrañan y él tampoco a ellos. Se define como alguien alegre a quien le gusta el rock, pero los de antes, como los Rolling o AC/DC. No le preocupa el futuro, pero tiene un sueño: Regresar a Estados Unidos, porque dice que allá se vive mejor hasta en la calle.

–¿Cambiarías de vida?

–Estoy medio loco, pero no soy infeliz –contesta tras un momento de meditación.