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La imagen es el séptimo poder, tiene una fuerza infinita, asegura la documentalista

Si muestro el dolor ajeno, sacudo hasta un muerto: Marta Rodríguez

Durante casi medio siglo ha dado testimonio de conflictos agrarios, estudiantiles y del horror de la guerra en su natal Colombia

El exterminio indígena en ese país, tema de su trabajo más reciente

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Con los indígenas he aprendido de su sabiduría, perseverancia y resistencia, asevera Marta Rodríguez, durante la entrevista con La JornadaFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Miércoles 22 de mayo de 2013, p. 3

Si los pueblos indígenas no se apropian de su memoria, la dejan en manos de los poderosos, quienes no harán otra cosa que negarla.

El anterior es uno de los principios que guían el quehacer de la documentalista colombiana Marta Rodríguez, quien durante casi medio siglo se ha dedicado a dar testimonio no sólo de movimientos agrarios, sindicales o estudiantiles. También ha filmado el horror de la guerra en su país.

De visita en México para participar en el simposio Cine documental: conflicto y memoria, organizado por Ambulante, la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Iztapalapa y el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, dedicado precisamente a reflexionar en torno a sus documentales, la cineasta afirma que su trabajo es sólo una herramienta para defender a quienes necesitan ser escuchados y vistos.

La imagen es el séptimo poder. Puedo dar una conferencia muy sabia, pero si muestro el dolor ajeno, sacudo hasta a un muerto. La imagen tiene una potencia infinita, explica.

Labor pionera

Marta Rodríguez, antropóloga de formación, y su esposo Jorge Silva (fallecido en 1987), son considerados los pioneros del documental antropológico en América Latina.

Su primer trabajo, Chircales (1966), fue realizado para mostrar la vida cotidiana de una familia en el barrio Tunjuelito, al sur de Bogotá, dedicada a la elaboración rudimentaria de ladrillos.

Posteriormente, ante las noticias de masacres y torturas de los indígenas guahibos perpetradas por colonos, con la complicidad de las autoridades, la pareja viajó a los llanos orientales de Colombia, donde realizaron Planas: testimonio de un etnocidio, en 1971.

Este proyecto surgió por invitación de los sacerdotes Camilo Torres Restrepo y Gustavo Pérez Ramírez, del movimiento de la teología de la liberación, quienes fundaron en Colombia la primera escuela de sociología y la primera empresa de cine.

Rodríguez recuerda en entrevista con La Jornada que gracias a ese encuentro, se involucró en una profesión que, a sus 80 años de edad, desempeña con la misma pasión y compromiso: “En la escuela de antropología donde estudiaba, los clérigos denunciaron la gran masacre de indígenas. Nos invitaron a mi esposo y a mí para ir a filmar a los llanos, a recorrer todos los asentamientos donde habían ocurrido torturas, violaciones, muertes. En aquel momento, los años 50, el indígena era considerado menor de edad, sin derecho a voto ni a nada. En los llanos colombianos persiste una cultura muy machista, de las haciendas salían a caballo a cazar indios o les daban sal con arsénico. Incluso, cuando llegábamos, nos preguntaban: ‘¿quiere hablar con racional o con irracional?’

“Hicimos el trabajo en 15 días, entramos a la localidad de Planas, pero nos seguía el ejército, quería quitarnos los materiales, nos acorraló, aún así filmamos testimonios. Por ejemplo, el de un joven de 17 años al que habían torturado de manera salvaje, llamado Luis Alberto Quintero. Nos los llevamos a él y a su familia a Bogotá

“Pero los medios nos cerraron todas las puertas, no querían hacerle entrevistas. En el Senado había un debate acerca de lo que estaba ocurriendo en Planas, fue la primera vez que se reconocía que había indígenas torturados; llevamos a ese foro a Quintero. Ahí fue donde los indígenas se dieron cuenta de que los políticos sólo comienzan a hablar para enredarlos, como siempre.

Concluimos la película y Pérez Ramírez decidió llevarla mejor a la Organización de las Naciones Unidas, para denunciar ahí el problema indígena colombiano. Pese a varios contratiempos, porque en ese entonces no era delito matar indios, logramos que se enjuiciara a algunos de los responsables de las masacres y que los encarcelaran.

El documental fue premiado en el Festival de Cine de Cartagena. Posteriormente, se terminó la producción de Chircales, trabajo que compartió con Planas la Paloma de Oro en Leipzig, Alemania, en 1972. La primera película también fue premiada en Oberhausen, Alemania, Tampere, Finlandia y Cartagena en 1973.

En México en 1976, y los derechos de exhibición fueron adquiridos por cadenas televisivas de Suecia, Holanda, Noruega, Finlandia y Alemania, cuyas regalías permitieron a los cineastas adquirir sus propios equipos.

A partir de entonces, el compromiso de Rodríguez con las comunidades y problemáticas indígenas fue total. Es una situación, añade, que no se ha resuelto; en el norte del país la guerra sigue, y eso lo sabemos a pesar que de las versiones oficiales dicen otra cosa, porque ahora los indígenas tienen cámaras y vemos cómo los agreden y los asesinan.

Cómo no defender a los indígenas

Marta Rodríguez reconoce que su experiencia con las diversas etnias ha sido una escuela demasiado grande para mí, pues no sólo he aprendido de su sabiduría y perseverancia, también de su resistencia. ¿Cómo no acompañarlos en su batalla por denunciar las injusticias que viven? ¿Cómo no defenderlos si son nuestros hermanos? Ha sido vital en todos estos años meter una cámara a las comunidades, para que el mundo vea la barbarie que se comete con los pueblos indígenas.

Lamenta que en Colombia no exista un movimiento fuerte de documentalistas de la mano de los pueblos originarios, pues en general los temas que se tratan son, sobre todo, relativos al narcotráfico.

No obstante, puntualiza, los propios indígenas tienen ya la cámara en la mano y están haciendo excelentes documentales sobre su realidad, algunos de ellos apoyados por su fundación Cine Documental.

La producción más reciente de Rodríguez se titula Testigos de un etnocidio: memorias de resistencia (2011), en el que muestra diversos testimonios de la exterminación de los pueblos indígenas en Colombia durante los recientes 40 años y su lucha por conservar vida y cultura por medio de la resistencia pacífica.

Además, trabaja en un proyecto que la entusiasma: mostrar la magia que persiste en medio del horror, un documental acerca de las orquestas juveniles que se han formado en memoria de las víctimas, pues a pesar de todo persiste la esperanza.